Por Dr. Jorge A. Lera Mejía.

En México hemos vivido años preocupantes de perdida de ciudadanía, retroceso democrático y violencia política.

Los hechos de la inseguridad vigente y el avance del crimen en bastas regiones de México, no ayudan para la misión principal de la democracia, que es la generación de ciudadanía y ampliación de la educación cívica y cultural.

Cita Hans-Jürgen Burchardt que, «La teoría de la transición sostenía que la democratización de los regímenes políticos conduciría a la prosperidad económica, lo cual a su vez contribuiría a consolidar las instituciones democráticas. Pero este círculo virtuoso, elaborado sobre la base de la experiencia de los países desarrollados, no se concretó en la práctica. América Latina es una región plenamente democratizada que, sin embargo, mantiene niveles críticos de POBREZA y DESIGUALDAD. Es necesario, por lo tanto, repensar la teoría de la democracia –y su elaboración más reciente a través de la idea de CIUDADANÍA – para incorporar las dimensiones sociales y económicas. Esto implica reformular la relación entre democracia e igualdad, entendida no en el sentido de creación de oportunidades para los individuos, sino como operaciones activas de inclusión de los grupos sociales subalternos».

Dicho esto, es evidente qué en México se ha consolidado la pobreza, se han ampliado las desigualdades sociales, políticas y educativas, por otra parte, se ha amenazado en disminuir y retroceder a las clases medias, estos factores no abonan a sumar mayor democracia participativa y colaborativa, más bien se observa un ambiente de retroceso polarizante.

Por ello, una polarización intensa debilita la democracia, en democracias sanas, los grupos opuestos se consideran adversarios políticos con los que competir y, en ocasiones, negociar. Sin embargo, en las democracias profundamente polarizadas, los oponentes políticos se ven como un enemigo al que se debe vencer.

Este es un tema que en México se debe reflexionar y dejar ese ambiente polarizante.

En esta dinámica tribal, cada bando ve al otro grupo, el “grupo ajeno”, con una creciente desconfianza, sesgo y enemistad. Crece la percepción de que “si ellos ganan, yo pierdo”.

Cada bando ve al otro grupo político y sus partidarios como una amenaza para la nación o su forma de vida, en caso de que llegara al poder. Por lo tanto, los seguidores del gobernante toleran que tenga un comportamiento más antiliberal y crecientemente autoritario para mantenerse en el gobierno, mientras que sus oponentes están cada vez más dispuestos a recurrir a medios antidemocráticos para apearlo del poder. El resultado no es otro que una democracia dañada.

En síntesis, se debe apoyar en México para que se consolide más la democracia, que se consolide la ciudadanía, pero que sean ciudadanos preparados y educados, participativos y propositivos. En esta ecuación, no dejar de lado la consolidación y el respeto de nuestras instituciones qué hemos logrado evolucionar, me refiero al INE y al TRIFE…