ANECDOTARIO.
POR JAVIER ROSALES ORTIZ.

Altares, catrinas, cantos y llanto, jugaron la competencia en
esta tradición prehispánica que todos conocemos y que tiene
múltiples significados para la comunidad universitaria de
Tamaulipas, entre ellos recordar a quienes se fueron de
nuestro lado.
En los altares las fotografías de nuestros desaparecidos,
platillos que eran de su agrado, fruta, cigarros y hasta las
latas de cerveza, fueron acomodados cuidadosamente para
que desde arriba ellos no se enojen.
Catrinas, esas flacas figuras perfectamente diseñadas con
llamativos colores , si, las calaveras que muestran una visible
sonrisa , porque aquí abajo disfrutaron de una vida que no
tuvo precio, porque los suyos los trataron bien, porque se lo
merecían.
Cantos, y hubo de todo, como por ejemplo las melodías
clásicas de los corridos mexicanos y hasta el merengue, que a
los que ya se fueron los hicieron mover la cadera para gozar
minuto a minuto del ritmo.
Y el llanto, el que no puede faltar al observar con
detenimiento el buen semblante que en aquel entonces, en
vida, caracterizaba a todos aquellos que ya partieron y que
hacen vibrar a quienes los recuerdan con respeto, con
veneración y con abundante amor.
En eso los estudiantes de la Universidad Autónoma de
Tamaulipas y su rector, Guillermo Mendoza Cavazos, no se
podían quedar atrás y cumplen con el Día de muertos, con la
preservación de este legado cultural que nos hace sentir más
tamaulipecos, más mexicanos.
Fueron los planteles del centro, sur y norte de la Máxima
Casa de Estudios de la UAT los que se encargaron de esta
tarea tradicional y cultural que sacude a todos, más aun

cuando es reciente el deceso de un familiar o de un amigo, que
dejaron su marca imborrable.
Es, de esta manera, como la UAT hizo suya la labor de
promocionar en las facultades, áreas administrativas,
unidades académicas, preparatorias y hasta en la vía pública
esta mágica tradición que es muy nuestra y que inyecta valor,
vigor y sabor a un momento que nunca pasara inadvertido.
Y los más sorprendidos son los niños que se detienen a ver los
enormes altares y que les preguntan a sus padres el
significado de eso que está allí, eso que venera a quienes
apenas conocieron.
Y son ellos, sus progenitores, los que les hablan de ellas o de
ellos, esos personajes que los llegaron a acariciar, a abrazar y
a escuchar, antes de partir hacia un lugar que ya no permite
el regreso.
Los Días de Muertos, el recordar esos momentos no tiene
precio, por ello es importante que nosotros, los vivos,
enriquezcan esta tradición que cada quien festeja de diferente
manera.
Desde arriba, ellos seguramente sonríen.
Desde abajo, no tanto, porque aun ocupan un espacio.
En nuestro herido, corazón.
Correo electrónico: tecnico.lobo1@gmail,com.