Mis datos…

Por: José Ángel Solorio Martínez.-

Pocos, muy pocos líderes de opinión tan potentes y solidarios, como él. Por diversas causas, me permitió estar en su escuchado programa; las mediciones de rating, siempre lo pusieron como el periodista radiofónico más influyente en la frontera tamaulipeca. Por décadas, centenares de miles de radioescuchas cuyo epicentro fue Reynosa, Tamaulipas, lo hicieron su favorito.
La influencia de su noticiero llegó a tanto, que casi todos los políticos –con todo y que su programa no fue esencialmente sobre política– deseaban estar ahí.
Cubrimos varios eventos –sobre todo de los gobernadores– juntos.
Jugamos softbol en el mismo equipo.
Ya lo dije: alguna vez, por esa influencia social tan amplia en la región como periodista del vigoroso Grupo Gape, me salvó la vida.
Lo volveré a decir: por él, sigo estando aquí.
Quizá por eso, siento una amarga e incómoda culpa. Sobrevivir, a quien te permitió seguir viviendo es como sentir una oquedad, que no sabes dónde ubicar: en el corazón, en el alma o en la humedad de la mirada.
Siempre me vi obligado a tratarlo con respeto.
Muy probablemente por ello, nunca pude llamarle con el apodo que todo el mundo le conoció.
Siempre, me dirigí a él como Vicent.
Mi agradecimiento y admiración por este fenómeno de la radio, no fue únicamente por lo que generosamente hizo por mí; también lo vi, entregando en las temporadas navideñas, cientos de regalos a niños humildes para quien Santa Claus es un viejo mezquino y desconocido.
Se tiene que decir y se dice.
Puso cotidianamente los micrófonos a su cargo, al servicio de los necesitados y al alcance de aquellos que eran victimas del poder vulgar de funcionarios públicos –sobre todo de agentes policiacos, Fiscales o Jueces–.
Así lo recordaré: generoso, solidario y desprendido.
Así, como son los buenos camaradas.
Un hasta luego, para mi amigo Vicente de Anda.