LOS HECHOS
POR José Inés Figueroa Vitela

El breve descalificativo y eterna agresión cometida por el dirigente estatal del Partido Verde
Ecologista de México, en contra de la diputada local morenista de Victoria Capital, se tiene que
ver en su amplio espectro.
Desde que se cometió, desde que se denunció, desde que se viene ventilando a los ojos de la
opinión pública, antes y después, otras agravantes se han venido sumando,incorporando culpas y
culpables, motivos y pretendidos destinos.
MANUEL MUÑOZ CANO, en el origen, atacó a las diputadas que ganaron por las siglas de su
partido en los distritos de Victoria, San Fernando y Nuevo Laredo, remitiendo a su condición de
mujeres, la decisión de dejar la bancada del partido por el que reconoció, solo fueron silgadas.
Hay expresiones que parecen o pretenden parecer “chascarrillos”, pero cargan el peso de toda
una cultura y las ataduras, traumas y trabas de un sector, afortunadamente cada vez menor,
negado a la transformación.
Cuando ahora, el dirigente estatal del Verde, se refirió a la diputada morenista KATALYNA
MÉNDEZ CEPEDA como “la niña que está en el Congreso”, no fue un lapsus, ni un halago
disfrazado: fue la vieja misoginia hablando por él.
Y lo peor no es que lo dijera.
Lo más revelador es que, al ser cuestionado sobre el tema, en lugar de crear conciencia, acepar y
corregir, intentara justificarlo como si fuera algo “normal”, concitando de hecho a la
multiplicación de tales desvaríos.
Normalizar la descalificación, normalizar el menosprecio, normalizar la violencia política que
busca mandar a las mujeres al rincón del juego, en vez de reconocerlas como protagonistas en la
toma de decisiones, fue lo que proyectó a los ojos de propios y extraños.
La legisladora ya presentó la denuncia ante el IETAM, como se anunció en tiempo y forma, con
sobrada razón.

No solo está en juego su dignidad, sino el precedente que permita frenar esas prácticas de
zancadilla disfrazada de ocurrencia que, insistiré, cada vez son menos pero no han desaparecido
por completo, apurando a renovadas acciones.
Porque si se permite este patrón y no se visibilizan los otros que han permanecido en el
anonimato y la impunidad, mañana se intentará expulsar cada vez más, a más mujeres, de los
espacios de poder, bajo el mismo disfraz de “broma inocente”.
La gravedad del hecho, aumenta porque el comentario se multiplicó en algunos medios,
arrastrando con ello la afrenta a la plaza pública, perpetuando estereotipos rancios que deberían
estar ya en el basurero de la política.
Quienes aplauden, se cuelgan, o se encogen de hombros frente a estos dichos, confirman que la
lucha por la igualdad aún tiene un largo trecho por recorrer y la política, muchos más obstáculos
por remontar para transitar en justicia.
La pelota de la denuncia presentada por la Diputada KATALYNA, está ahora en la cancha de la
autoridad jurisdiccional, para demostrar si el discurso de respeto a la mujer en política es
auténtico, o si todo seguirá en simulación en la abulia y las complicidades.
Porque aquí no se trata de una “niña”, se trata de una diputada entera, digna, trascendente y de un
dirigente que todavía no entiende que los tiempos cambiaron… aunque a algunos les siga
costando trabajo crecer.
Eso, decís de arranque, es una cosa, lo otro no tiene nombre.
Más allá del dirigente estatal del PVEM y de la propia diputada local, hay evidencias de que el
condenable hecho fue usado por terceras personas, con similares inspiraciones.
Evidentemente, a más de una persona, o pretendido personaje, le ha incomodado la presencia, el
trabajo y los alcances de la gestión legislativa de KATALYNA MÉNDEZ CEPEDA, al punto de
que maquinaron para magnificar la agresión señalada.
En el pecado llevan la penitencia: recurrir a la bajeza de agredir a una dama; invertir recursos
ajenos en ello; pretender convertirse en factótums de futuro, son un bumerang de reacción
inmediata, sin importar los nombres en juego.
Quien tiene que, júrelo, desde el primer momento tomó nota y estará actuando en consecuencia.