DESDE ESTA ESQUINA.
MELITON GUEVARA CASTILLO.


La noticia del momento, la mas interesante, es sin duda el anuncio de la comisión para darle
vida a la reforma electoral de la 4T. Para muchos que Pablo Gómez deja la Unidad de
Inteligencia Financiera es una buena noticia; buena porque, ahora sí, ahí estará una persona
ligada a la presidenta Claudia y cercano a Omar García Harfuch. Es mala noticia que vaya a
ser el presidente de la comisión para la reforma electoral, porque su visión no es actual,
significa la visión de quienes llegaron para adueñarse del país.
En un país democrático plantear una reforma electoral se considera una acción directa a
fortalecer la vida y practica democrática. En un país donde, quienes detenta el poder y que,
desde un inicio, en aras de una austeridad republicana, han eliminado a los órganos
autónomos, no cabe pensar o imaginar, que lo harán en ese sentido: será, sin la menor duda,
para garantizar la conservación del poder, como dijo Adán Augusto López, mínimo 50
años.
ANTEDEMOCRACIA PRIISTA.
Me toco vivir la antidemocracia priista: que significaba, llanamente, que en una elección el
partido en el poder se llevaba el carro completo: no le dejaba nada, a veces ni migajas a la
oposición. A tal grado que, en la elección de José López Portillo, solo hubo un candidato: el
priista y el resto de los partidos que se conocían como satélites no tuvieron ni pizca de
vergüenza para también hacerlo su candidato presidencial. Fue una época calificada como
monarquía sexenal hereditaria, porque cada seis años había un nuevo presidente,
todopoderoso.
En esa época el gobierno era el responsable de la organización de las elecciones a través de
una Comisión Electoral que dependía de la secretaria de Gobernación. Eran los tiempos del
carrusel: que una misma persona votaba varias veces, en distintas casillas; o que, por arte
de magia, las urnas aparecían llenas de votos, se decía, que fueron “embarazadas”. Ya
cuando el problema era más grave, el método era mas brutal, violento: se robaban las urnas.
Y el mas fácil, comprar el voto… por eso de hablaba de los programas sociales como
“clientelares”.
EL CAMBIO OPOSITOR.
En esa época, digamos dorada del PRI, a la oposición se le conocía como “oposición leal”.
Participaba para legitimas las elecciones; pero luego, de pronto, vinieron cambios en la
actitud, sobre todo de los ricos del norte, que, dentro del PAN, cambiaron las reglas:
empezaron con las concertacesiones, así el PRI poco a poco fue perdiendo espacios
políticos, incluso dentro del mismo, se dio una escisión con Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio
Muñozledo e Ifigenia Navaferrete, entre otros. Y vinieron los cambios electorales. Difícil
olvidar la de José López Portillo ( Jesús Reyes Heroles) para abrir espacios a la izquierda.

¿Qué cambio en los procesos electorales? Nacieron los diputados y senadores
plurinominales, para dar voz a la disidencia; nació el IFE, como órgano autónomo para
organizar las elecciones, apareció la credencial de elector con elementos infalsificables,
apareció el financiamiento público, como una vía de evitar que las campañas políticas
tuvieran dinero ilícito, aparece el Tribunal Electoral y una seria de organismos autónomos
para hacer posible la rendición de cuentas y el acceso a la información y transparencia de la
misma… Fue cuando dijeron que la democracia llego para quedarse.
REGRESO AL PARTIDO UNICO.
Andrés Manuel López Obrador conoció las entrañas del sistema político mexicano. Y su
propósito inicial fue, sin la menor duda, consolidar el gobierno presidencialista en su visión
mas extrema: sin contrapesos. Para el, en su gobierno, no existió la oposición, porque no
quiso verla. Nunca hablo con ella; y se dedico a crear condiciones para integrar a su
movimiento a lideres opositores y, a los que no, a destruirlos. Vamos, nunca asistió a
comparecer ni a saludar a la Cámara de Diputados: “es un honor estar con Obrador” fue el
grito de la sumisión.
Fue tal el amor por el poder que AMLO creo las condiciones para maniatar a la presidenta,
le heredo lideres congresales, legisladores, gobernadores y buena parte de su gabinete. Es
cierto que la presidenta ha impulsado reformas, como la que impide la reelección y el
nepotismo en el poder, y ahora con la reforma electoral se visualiza: modificar la
representación plurinominal, reducir el financiamiento publico a los partidos políticos,
convertir al INE en una oficina mas del Ejecutivo… regresar pues, al ejercicio del poder de
un solo partido, hoy con un caudillo en las sombras, con una oposición maniatada por la
herencia de corrupción en que nació.
Pablo Gómez, que ha vivido de sus glorias del 68, con una imagen de izquierda y
democrático, será quien le ponga la cruz a los últimos estertores democráticos en el país.