Entre Nos

Por Carlos Santamaría Ochoa

 

En plena canícula, hemos experimentado en Ciudad Victoria aguaceros que han azotado partes de la ciudad en forma aleatoria, pero que nos ponen de manifiesto la fuerza de la naturaleza en este sentido, y nos dicen que debemos estar prevenidos para cualquier situación.

Ya las redes sociales, esas grandes chismosas de lavadero cibernético nos muestran fotografías y videos de calles anegadas, llenas de agua y problemas de inundaciones, aunque a fuerza de ser sinceros, no son tan graves como en otros sitios del país o el extranjero, donde las aguas se llevan todo tipo de progreso, viviendas e infraestructura existente, dejando a su paso devastación, pérdidas materiales y humanas y un sinnúmero de problemas.

Pero los problemas del agua no surgen solos y eso tenemos que considerarlo puntualmente: las inundaciones son producto de avenidas caudalosas de agua, tormentas, trombas… y la mala infraestructura citadina que propicia que haya esos encharcamientos mayúsculos, provocados por la negligencia de la autoridad o el exceso de la naturaleza, dependiendo de las cosas.

Cuando la madre naturaleza nos entrega miles de litros no hay nada qué hacer más que esperar a que pasen las lluvias y tratar de arreglar lo que se ha destartalado; en caso contrario, cuando se trata de problemas provocados por la infraestructura, lo primero que podemos hacer es culpar a la Comisión Municipal de Agua Potable y Alcantarillado de Victoria, aprovechando que su ineficiencia es mayúscula y se escudan en una administración deficiente, mala, incompetente y corrupta.

Pero no es así: la culpa es compartida.

Nos ha tocado ver calles que tienen un mundo de basura, entre la que se reúnen miles -millones- de hojas que no son recogidas por los departamentos de limpieza y parques y jardines, en una clara muestra de ineficiencia burocrática, culpa de un alcalde que no tiene el menor asomo en cumplir. Sin embargo, este señor, amante de los bailes y las tablas gimnásticas nada tiene que ver con las toneladas de basura que se recogen en esos momentos, y que provocan que las alcantarillas se taponen y el agua no se pueda ir.

Es un congestionamiento de desperdicios que usted o yo tiramos en una calle y se va juntando, hasta hacer esas montañas que provocan que el agua no se vaya, se almacene equivocadamente y vengan las inundaciones.

Luego vemos al pobe camión Vactor trabajando horas extras para trtar de conjurar el cochinero que nosotros mismos provocamos, y que, en forma irresponsable exigimos a un alcalde que no nos ayuda mucho, para pedirle que no haya inundaciones. ¿Con qué cara pedimos que nos apoye si no somos limpios y ordenados?

El problema, insistimos, es de todos: los que tiramos un papelito, una colilla de cigarro, los que dejamos fuera las bolsas de basura para que se las lleven animales y las destruyan, desperdigando la basura por la calle, los que no tenemos un ápice de conciencia para que la ciudad esté limpia y que, aunado a la mala administración municipal, tengamos que soportar inundaciones producto de estos aspectos que pueden ser prevenibles si todos hacemos lo que nos toca.

La presidencia municipal, a través de sus departamentos correspondientes, limpiando las calles y recogiendo a tiempo la basura; los ciudadanos, sin tirar desperdicios en las calles y sacando la basura en las horas indicadas por la autoridad, y entonces sí, podemos disminuir considerablemente los riesgos de inundaciones que pueden ser graves y afectar enormemente la economía familiar.

No tenemos buena autoridad, pero no le carguemos todas las pulgas a ese perro. Es importantísimo tomar conciencia de la labor que hagamos cada uno de nosotros para poder enfrentar el problema que implica la lluvia y la basura.

Exijamos a la presidencia municipal, pero antes cumplamos con lo que nos toca.

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