Adán Echeverría-García

Los discursos incendiarios de personjes como Trump, Milei, Netanyahu, Meloni, Starmer, Bukele, Salinas Pliego, Lilly Téllez, Charlie Kirk, tienen una única finalidad: que el cinismo sea elevado a un tipo de verdad a punta de levantar la voz y repetir sentencias cargadas de odio a todo aquel que no piense como ellos. Ese cinismo neofascista desde el que utilizan a la religión y una moral medieval para atacar a todos los grupos que luchen por exigir derechos humanos.

Se equivocan. No estamos frente a una batalla ideológica, es mentira que estamos ante una lucha por la libertad de expresión. Generar odio en las audiencias no es libertad de expresión. Por el simple hecho de que tus libertades terminan donde empiezan las libertades y derechos del otro. No puedes decirle a alguien: ¡Eres un gordo asqueroso! ¡Eres un zurdo de mierda! ¡No eres mujer, eres un hombre enfermo mental! ¡Eres un indio que solo debe ser esclavo! ¡Todos los negros solo deben ser servidumbre de los blancos!

No puedes gritar este tipo de linduras y esperar que a quienes ofenden se queden cruzados de brazos.

Y argumentar que tienes derecho a gritarlo, a publicarlo en tus redes, en tus libros, es otra más de las mentiras de los Neofascismos. Tú puedes odiar a los demás, incluso puedes juntarte a odiar a los demás con quienes piensan y odian como tú. Pero los gobiernos de todos los países no pueden permitir que ese odio se vuelva una línea editorial, se vuelva una forma de tratar al otro en empresas, en las calles, en los lugares públicos, porque trastoca los derechos de las demás personas, esas personas que tú odias tienen derechos igual que tú.

Es muy fácil de entender. No querer entenderlo es justo parte del neofascismo: la intolerancia en que están fundadas sus ideas. Es muy claro: Aquel que se siente superior a otro, jamás podrá aceptar las ideas de quien considera su inferior. Por eso existen las leyes de los gobiernos, para legislar en favor de la paz.

En México, cuando esos neofascistas se la pasan insultando a la Presidenta por ser mujer, por ser una mujer pro derechos; cuando desde los medios nacionales privados se la pasan inventando todos los días noticias falsas que siempre terminan siendo desmentidas, y cuando es evidente que todos aquellos que escupen odio a la presidenta, a los miembros de los partidos que la apoyan, contra las personas que votaron por ella, y que incluso la aprecian, cuando estos neofascistas se la pasan pidiendo que los morenos no voten, que los pobres no voten, que los del sur de México no voten, evidentemente se les debe señalar y se les debe reconvenir a no fomentar el odio. El odio solo genera odio.

Y cuando esos neofascistas además se sienten artistas y escritores, e insultan a la mujer presidenta por ser mujer, cuestionan sus logros señalando que solo es presidenta para obedecer al anterior presidente hombre; cuando su actuar neofascista es contra derechos, es abiertamente misógino como una expresión vergonzosa, y además tienen el cinismo de, escudados en amistades, canonjías, acuerdos mafiosos, tienen el cinismo de hacerse de becas nacionales como creadores de arte, sosteniendo los últimos bastiones neofascistas desde donde seguir atacando a las personas que luchan por los derechos de los demás y cobrando del erario por ello. Su cinismo es de lo más vulgar.

Todos estos personajes: políticos, científicos, artistas, comenta noticias, que han vivido por años y décadas, por generaciones, de los presupuestos públicos, y que vieron, en la llegada de un partido por derechos humanos, frustradas sus aspiraciones de mantenerse siempre bebiendo de los presupuestos del gobierno, llevan siete años cuajados en el odio y el rencor, acusando al gobierno de Claudia Sheinbaum, como generadores de odio, deseosos de recuperar sus canonjías. ¡Abra los ojos, los oídos y dese cuenta! Porque no hay diferencia entre Liliana Blum y Donald Trump, entre Liliana Blum y Javier Milei, entre Liliana Blum y Netanyahu; son generadores de odio y viven felices de serlo.