La candidata a ministra de la SCJN, Ana María Ibarra Olguín, se enfrentó a Genaro García Luna cuando pocos se atrevían. Hoy, sigue del lado correcto de la historia; así que este 1 de junio, el voto es claro: 17 Ibarra, en la boleta morada.

A unos días de la jornada electoral que definirá a los nuevos integrantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, hay nombres que se escriben con tinta indeleble en la conciencia ciudadana. Uno de ellos es el de Ana María Ibarra Olguín, jurista coahuilense, quien no solo ha recorrido 24 estados de la República para presentar su visión del nuevo Poder Judicial, sino que también ha demostrado, con hechos, que no le teme a los poderes fácticos ni a las sombras del pasado.
En su historial se encuentra una lucha legal contra quien fuera el todopoderoso Secretario de Seguridad Pública del sexenio de Felipe Calderón, hoy preso en Estados Unidos por narcotráfico. Mientras muchos callaban, Ana María Ibarra alzó la voz, con valentía y con sustento jurídico, buscando justicia en medio del miedo. No fue una batalla política: fue una batalla ética. Y hoy, con la misma entereza, afirma que no descansará hasta que se reivindiquen todos los agravios cometidos durante ese oscuro periodo de nuestra historia reciente.
A diferencia de otros perfiles que se presentan como candidatos, Ibarra no habla desde la comodidad de una oficina ni desde los aplausos fáciles de un foro: habla desde la calle, desde las universidades, desde los tribunales, desde los ojos del pueblo. Con el país a cuestas, ha dado la cara frente a estudiantes, jueces, víctimas y ciudadanos de a pie. Ha hecho del servicio una vocación y de la justicia, una cruzada.
El respaldo que ha cosechado no es casualidad: es la consecuencia natural de una carrera limpia, de una trayectoria sin dobleces y de una propuesta que mira al futuro con sensibilidad y firmeza. Por eso, quien aún no había decidido su voto, debe mirar con atención. Porque no se trata solo de elegir una ministra, se trata de elegir qué justicia queremos para México.
Y si de justicia se trata, Ana María Ibarra no es solo una buena opción.
Es la mejor.