- La fiesta popular no es en el palacio, la fiesta popular es aquí como en todas las
fiestas populares en la plaza en donde estamos regalando tortas de la barda, dice
Mónica Villarreal
Por Agustin Peña Cruz
Tampico, Tamps. En una ciudad como Tampico, donde el rezago social aún se palpa en
las colonias, y donde el voto popular sigue marcando las tendencias políticas del estado, la
celebración por los 202 años de la repoblación porteña terminó por evidenciar lo que
muchos ya sospechaban: la fractura entre el discurso oficial y la realidad cotidiana.
Monica Villarreal Anaya, alcaldesa y hermana del gobernador de Tamaulipas, Américo
Villarreal Anaya —quien se ha autoproclamado abanderado de un gobierno “humanista”—,
encabezó los actos conmemorativos. Sin embargo, la escena que se vivió en el Palacio
Municipal distó mucho de cualquier imagen de cercanía con el pueblo. Mientras en el
interior de la sala de cabildo resonaban los acordes de piano y violines, acompañando un
banquete con vino tinto y mariscos, afuera, bajo el implacable sol, ciudadanos hacían fila
para recibir una torta de la barda y un vaso de agua de jamaica, limitados a boletos
numerados y módulos con raciones contadas.
El periodista Esteban Paredes, de Revista Vertical, documentó en vivo esta dualidad
ofensiva. El acceso al palacio fue hermético, reservado a la élite política y económica. Lo
que debía ser una fiesta popular terminó siendo una metáfora perfecta del México dividido:
dos banquetes, dos clases, dos visiones del país.
“La fiesta popular no es en el palacio, la fiesta popular es aquí como en todas las fiestas
populares en la plaza en donde estamos regalando tortas de la barda”, dice Mónica
Villarreal durante la transmisión en vivo.
Villarreal Anaya, además de política, es empresaria. Su firma “De Nopal y Tuna Mexicana S.
de R.L. de C.V.”, registrada en Ciudad Victoria (RPC No. 49938), es reflejo de dónde parece
estar su mayor interés: en los vínculos económicos más que en las causas sociales. Esa
mezcla de poder público y beneficio privado no solo erosiona la confianza ciudadana, sino
que socava la legitimidad de cualquier proyecto político que se diga transformador.
El gobierno humanista que prometía dignificar al pueblo, hoy se resquebraja frente a
imágenes que remiten más al viejo régimen priísta que a una nueva esperanza. Las
prácticas de exclusión, de acceso privilegiado, de nepotismo disfrazado, no caben en la
narrativa que encabezan desde Palacio Nacional la presidenta Claudia Sheinbaum y la
dirigente de Morena, Luisa María Alcalde Luján. Ambas han marcado con claridad que las
herencias políticas y los apellidos no deben determinar el destino de las candidaturas.
En este sentido, la continuidad de Villarreal Anaya en la política parece cuesta arriba. El
pueblo, ese que recibió una torta numerada mientras los funcionarios brindaban con vino
tinto, no olvida. Y la pregunta queda al aire, más vigente que nunca: ¿dónde quedó el
“primero los pobres”?
Tampico no necesita más gestos de soberbia disfrazados de celebración. Tampico exige
coherencia, empatía y memoria. Porque los banquetes de unos pocos nunca podrán saciar
el hambre de justicia de una mayoría olvidada.