La Comuna

José Ángel Solorio Martínez

La ciudadanía de Nuevo Laredo, Tamaulipas, realizó una de las más épicas jornadas cívicas, el pasado dos de junio, al defender el voto de sus conciudadanos con una gallardía ejemplar. Esa progresista actitud, no es nueva; en los años setentas y ochentas, desde el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), se enfrentó contra una de las burocracias obreras más autoritarias de la frontera tamaulipeca: Pedro Pérez Ibarra y su franquicia obrera, la CTM.
No era el PRI de Nuevo Laredo, al que tenían que derrotar los parmistas. De ninguna manera; eran los verticales modos de manejar los resultados en los comicios: robaban ánforas, tergiversaban resultados, quemaban actas, duplicaban la documentación y desaparecían en forma total, algunas casillas.
Sin duda: PPI, inauguró el porrismo electoral en esa, ínsula suya.
Por más de 30 años, ese maridaje unido por los lazos del corporativismo, operó funcionalmente.
La alianza de tricolor con el dirigente cetemista, les dio una hegemonía larga y muy productiva para esa antinatural alianza.
Se le pagó a PPI con franjas importantes de poder.
Fue el dirigente cetemista, diputado federal y diputado local
Sudó el pueblo para arrancarle esos tajos de autoridad. Cómo no: era parte de la red cetemista en todo el país que administraba y tutelaba, Fidel Velázquez Sánchez.
El liderazgo del Chale Boy –Carlos Enrique Cantú Rosas– fue haciendo mella en el monumental y sólido edificio de autoridad de la CTM y del profesor, Pérez Ibarra. Hasta que vino el neoliberalismo y lo obligó a dejar su ciudad y exiliarse en Laredo, Texas.
Los triunfos de Cantú Rosas y seguidores –enormes segmentos de la sociedad nuevolaredense– cambiaron la mentalidad de la mayoría de esa población: la transformó en ciudadanía -gente libre, con autonomía y libre determinación-, dejando atrás el papel de comunidad subalterna del poder unipersonal de PPI.
Muy probablemente, ese vuelco en las formas de ver el mundo sociopolitico –del ser fronterizo– fue el mayor y más profundo aporte del canturrosismo en el norte tamaulipeco.
Ahora se puede ver con nitidez, lo relevante de los efectos de esos movimientos populares en la región. Miles de tamaulipecos acudieron a votar, soslayando la campaña negra de algunos partidos que intentaron pintar de violencia los comicios. De igual forma: miles de conciudadanos, se dieron cita para cumplir con su responsabilidad de facilitar el proceso de votación y de cuidar sus resultados.
Nuevo Laredo, resultó una elección atípica.
Hubo amagos, y amenazas directas en las propias mesas receptoras de votos.
(De eso existen innumerables pruebas documentales, como videos y testimonios de votantes).
¿Y sabe qué?
A los hombres y mujeres que operaron como funcionarios de casilla, no les importó.
No digo, que no hayan tenido miedo, pavor.
Hay que señalarlo: a pesar de esas circunstancias, la estructura electoral oficial –del Instituto Electoral de Tamaulipas– aguantó esas tensiones que nunca se habían visto en el estado; al menos no, en esas dimensiones y con esas herramientas.
Sería una ingratitud, no responder con un gobierno municipal que sea recíproco, solidario y generoso con ese pueblo que defendió el triunfo mostrando una prestancia y valentía ejemplares.
Deveras: los nuevolaredenses, demandan un Ayuntamiento a su altura.