Dr. Jorge A. Lera Mejía.

Hablar de vivienda y desigualdad social, es abordar uno de los problemas más lascerantes de la pobreza patrimonial de la mayoría de la población mexicana.

Vale recordar que en este país, la mayor parte de los ciudadanos trabajadores viven en viviendas rentadas y de mala calidad y malos servicios públicos, a la par me refiero a viviendas a distancias lejanas en suburbios abandonados.

Lo citado acelera los niveles de pobreza y las brechas de la desigualdad entre ambos segmentos sobre desigualdad y vivienda social. Por ende, el acceso desigual a la vivienda genera condiciones de vida desiguales, lo que a su vez refuerza las desigualdades de género, clase y raza. Por lo tanto, es imperativo romper este círculo vicioso.

En este país, la vivienda representa más del 70% del uso del suelo en la mayoría de las ciudades y determina la forma y la densidad urbana, proporcionando también empleo y contribuyendo al crecimiento, sin embargo, su sentido facilitador ha fracasado y se ha convertido en un factor de desigualdad social y económico, dado que las viviendas propias escasean, y las que se han desarrollado vía Infonavit, no han sido suficientes y de calidad.

Las personas sin hogar tienen un mayor riesgo de problemas de salud debido a problemas de salud mental/estrés, afecciones médicas crónicas, abuso de sustancias ilícitas, falta de acceso a alimentos saludables y acceso limitado a baños y duchas.

La mala calidad de la vivienda sube los niveles de depresión y estrés, llegando a provocar violencia doméstica. Vivir en condiciones de hacinamiento, además de limitar la privacidad, aumenta el riesgo de crear tensiones familiares, hasta el punto de llegar a la violencia doméstica.

Por ello, debemos analizar las necesidades para que una vivienda para los trabajadores y clases populares en México sean dignas, señalando las siguientes:

Disponibilidad de servicios, materiales, instalaciones e infraestructura: la vivienda es adecuada si sus ocupantes tienen agua potable, instalaciones sanitarias adecuadas, energía para la cocción, la calefacción y el alumbrado, la conservación de alimentos y la eliminación de residuos. Disponer de servicios públicos de calidad y que sean sustentables y sostenibles.

En síntesis, la vivienda social constituye la base de la estabilidad y la seguridad de los individuos y las familias. Es el centro de nuestra vida social, emocional y a veces económica y debería ser un santuario donde vivir en paz, con seguridad y dignidad. Pero sobre todo, la calidad y cantidad de la vivienda social, es un factor importante para lograr la disminución de la desigualdad social.

En México, poder acceder y mantener a una vivienda digna, es uno de los grandes retos que afrontamos como sociedad. Una problemática alimentada por los problemas estructurales en torno a las políticas de vivienda y la pobreza creciente que genera cada vez más desigualdades.

Por último, garantizar el derecho a la vivienda, reconocido, pero vulnerado, es imprescindible en México. No existe ninguna política efectiva de lucha contra la pobreza, si no va acompañada de una política de vivienda que garantice el acceso y el mantenimiento…