Rutinas y quimeras
Clara García Sáenz

Lo conocí en los pasillos de la Universidad fumando en actitud nerviosa, había
llegado con el equipo que el gobierno del estado mandó a la Universidad para
hacerse cargo de la oficina de comunicación social, bajo la complacencia del mal
logrado rector Jesús Lavín Santos del Prado.
Desde entonces se enquistó en la nómina universitaria; nunca supe cuál era
específicamente su función y sobre sus estudios algunos decían que era contador,
otros que había estudiado administración, pero la mayoría solía decir que no tenía
título universitario. Por meses o tal vez por años desaparecía del paisaje
universitario, de vez en vez aparecía como un espectro deambulando en los
pasillos de la rectoría.
Con la muerte de Ángel Vázquez y la derrota del cabecismo reapareció,
pero ya como funcionario universitario, para nadie fue un secretó que era la
avanzada de lo que finalmente sucedió en noviembre del año pasado.
Raramente se le veía en los eventos de Guillermo Mendoza y cuando
ocupaba presídium estaba incómodo, nunca o rara vez usaba camisa oficial y
solía andar por las orillas como era su costumbre. Para nadie era un secreto su
fama de acosador, incluso dos días después de ser nombrado secretario de
administración despidió a tres mujeres, a quien acusó de filtrar documentos
confidenciales; aunque en los corrillos universitarios se sabía que habían sufrido

acoso de su parte y le urgía deshacerse de ellas. Ese pleito duró varios meses,
hasta que, sin llegar a un acuerdo para que retiraran su acusación de acoso, las
universitarias decidieron demandar.
En pocos meses se convirtió en todo poderoso; se dice que a él fue el
artífice de la brillante idea de borrar tontamente la imagen institucional del anterior
rector en los regalos navideños de los profesores, gastando varios millones de
pesos para que nadie “descubriera” que Mendoza las había mandado hacer,
retrasando la entrega de más de 10 000 mil camisas y chamarras del personal
universitario para que se parchara absurdamente el logo de la administración
anterior. Ambos gastos innecesarios mostraron su “inteligencia” en cosas de
gestión administrativa y política.
Dio la orden de que al personal se le amagara con las listas de asistencia,
tanto que se empezó a tratar los trabajadores universitarios como empleados de
maquiladora, vigilados hasta el último minuto de la jornada, advertidos que no se
bonificarían ni en tiempo y dinero las horas extras, haciendo anotaciones al
margen de las firmas de asistencia, bajo un acoso laboral sin precedentes.
Ante el silencio de las instancias defensoras de derechos y equidad
universitaria, valga decir, no se cumplió la cuota de género en el nombramiento de
las secretarías de la universidad y que muchas compañeras universitarias siguen
estando en peligro con acosadores por todos conocidos y que siguen en sus
puestos, donde fueron impuestos por el cabecismo.

El presidente de la República insiste en que las escaleras de la corrupción
se barren de arriba hacia abajo, principio que en la Universidad no se ha cumplido,
donde las camionetas de lujo, los estacionamientos exclusivos y los escandalosos
sueldos a privilegiados no han sido desterrados, así como los altos funcionarios
mendocinos que ya fueron ratificados.
Dicen que el impresentable ya se fue, pero también que seguirá mandando
y cobrando; decidiendo sobre asuntos de una institución de la que nunca sintió
pertenencia, en la que nunca pisó un aula, a la que nunca le tuvo respeto. Quienes
hemos sido denostados y despreciados por autoridades universitarias, sabemos
que esta institución vale por el trabajo honesto, la disciplina, el estudio, el
compromiso, pero poco abonan al prestigio de esta Casa de estudios quienes de
afuera vienen y quieren poner orden sin tener ni idea de lo que significa el espíritu
universitario.
No hacen falta equipos en primera división, ni institutos de la mujer, ni
sentirnos familia, sino convertirnos en universitarios bien tratados económica,
moral y académicamente. Necesitamos infraestructura digna, limpieza de basura
en las calles de los campus, un amplio programa de fomento a la cultura y a las
artes, más comedores universitarios, más dispensarios médicos, suficiente apoyo
psicológico para quien lo requiera, cuotas bajas, cursos de idiomas gratuitos,
mayor tecnología, apoyos a los estudiantes foráneos, jardines bien cuidados,
espacios viales eficientes, entre otras muchas acciones que los administradores
de la universidad nunca han atendido, han abandonado o simplemente no las
consideran prioritarias políticamente hablando. E-mail: [email protected]