La Comuna

José Ángel Solorio Martínez

El PAN-Tamaulipas, está viviendo el inicio de una implosión que –muy seguramente– en el futuro mediato, reacomodará todas sus corrientes y factores internos. No es lo mismo, hacer política desde el poder; que rifársela en la disputa de la autoridad sin ella –y algunas veces, contra ella–.
El liderazgo ejercido por Francisco García Cabeza de Vaca, hace tiempo hizo crisis; ahora está haciendo agua. Desde el año 2000, en que se sumó al proyecto del candidato –luego presidente– Vicente Fox Quezada, la fortuna política le sonrió: se sacó la lotería al ganar tirado a la orilla de la alberca de su casa en Mission, Texas, una diputación federal.
Ese fue el inicio de su fructífera carrera en las filas del PAN tamaulipeco.
Por 24 años, ha sido el factor más relevante del panismo regional. Ha hecho, lo que ha querido con la militancia y los grupos de poder azules que coexisten en la comarca.
En la elección que transcurre, sólo el panismo que encabeza Chucho Nader en Tampico se ha enfrentado a sus designios. En el resto de la entidad, la palabra de los hermanos García Cabeza de Vaca, sigue siendo ley.
Todavía les alcanzó, para llevar a lugares privilegiados de la lista de candidatos a diputados federales plurinominales al ex alcalde reynosense; instalar a dos de sus principales aliados –Gerardo Peña e Ismael García Cabeza de Vaca– en envidiables sitios en el listado de los aspirantes a diputados locales por la cómoda ruta de representación Proporcional (Pluris).
Lo mismo en los aspirantes a las 43 alcaldías: sólo se les escapó Tampico en donde Nader tuvo que endurecer la pierna para evitar que el cabecismo se fuera solo a gol, imponiendo al diputado, Mon Marón.
Ni la pésima prensa que tiene el cabecismo, ha hecho mella en su capacidad de definición dentro del panismo de la comarca. Parece estar blindado, ante una serie de excesos tan asombrosos como públicos.
El Imperio romano, no se derrumbó por el embate de sus enemigos; se desplomó, por sus desvaríos internos y la descomposición moral de sus formas de gobernar. La analogía, con el cabecismo, en estos momentos, es más que obligada.
El rechazo de Moyo García, a ser candidato a la diputación federal por el distrito de Nuevo Laredo, es una de las muestras más concretas del desvanecimiento del liderazgo de los García Cabeza de Vaca en la región.
Se infiere, que pensó:
¿Para qué ir al sacrificio, y entregar su esfuerzo y cooperación para entronizar en el Congreso de la Unión, a su líder Francisco García Cabeza de Vaca?
¿En razón de qué, un dirigente utiliza a sus correligionarios para llevarlos a la derrota, que en sentido estricto, es una victoria en beneficio exclusivo para él?
¿Qué gano yo, perdiendo?
La postura del Moyo –su renuncia–, lleva en sí una de las críticas más demoledoras al cabecismo y su filosofía de vida.
Otro cuestionamiento severo a los hermanos García Cabeza de Vaca, lo externó hace unos días, el ex diputado Arturo Soto. Uno de los panistas más distinguidos de la entidad, lanzó una demoledora acusación a sus compañeros de partido. Responsabilizó al cabecismo, de haberlo soslayado en la lista de los candidatos plurinominales, afirmando la manipulación de la asamblea para sacarlo de la jugada y ubicar en los primeros sitios a Ismael García Cabeza de Vaca.
Soto no es un militante cualquiera. Ha sido legislador, y ha ocupado relevantes cargos en la administración estatal; a la vez –se afirma en corrillos– que fue uno de los financiadores de Francisco, en su campaña a gobernador. Sin duda: uno de los más cercanos colaboradores del ex gobernador; un personaje, del primer círculo de confianza del texano-reynosense-.
Pareciera que son dos casos –el de Moyo y Soto– aislados.
Y sí: lo son.
Tan cierto como lo es, el inicio del objetivo desmoronamiento de un liderazgo, que por 24 años, hizo y deshizo en el PAN-TAM.