La Comuna

José Ángel Solorio Martínez

El grande error, que cometió el alcalde de Altamira, Armando Martínez Manríquez, fue haber vendido su alma al guachicol. Desesperado por ganar la presidencia municipal -a la cual había aspirado desde aquellos tiempos de militante priista- pactó con el diablo: los reynosenses, hermanos Carmona.
Presentado por el diputado Erasmo González a los magnates del hidrocarburo irregular, Martínez Manríquez, tendió la mano para recibir, una cifra que fluctuó entre los 70 a los 80 millones de pesos, para potenciar su campaña y derrotar a un PAN que desde la alcaldía controlaba la mayoría de los liderazgos sociales en colonias y en comunidades rurales del municipio.
Ganó el morenista con más de dos mil votos.
Por poco y le evaporan el gane a MORENA
También, había invitado a la contienda electoral a varios empresarios locales para que le apostaran a su candidatura. Varios le entraron. A casi todos, los mandó por un tubo, al obtener la Constancia de Mayoría por parte de la autoridad electoral.
Con los Carmona, ha sido diferente: se maneja en corrillos de MORENA y de la presidencia municipal altamirense, los pagos que realiza mensualmente -en forma puntual y respetuosa- para cubrir el compromiso de campaña adquirido con la familia Carmona.
¿Por qué no iba a hacerlo?
La ciudad y puerto de Altamira, maneja más de mil millones de pesos de presupuesto al año.
Los deudores de Armando, no sólo recibirían el pago en efectivo; se especula que también los convenios, contemplaban contratos de obra pública; los Carmona, poseen empresas constructoras y vehículos para resolver problemas de la ciudad como limpieza pública y equipamientos.
La prioridad de pago para los reynosenses, llevó al soslayo de los patrocinadores altamirenses; lo que acarreó como colofón, al retiro de esos inversores del proyecto del alcalde. La consecuencia: Martínez Manríquez, en la búsqueda de su reelección, se quedó sin soporte local, toda vez que los apostadores se deslindaron de su candidatura sumándose al PRIAN, que se convirtió de la noche en la mañana en una mejor opción para ellos, ante la poca seriedad manifestada por el presidente municipal de MORENA.
La entrega total de Armando a los Carmona, trajo como resultado el achicamiento en el manejo de la obra pública de la ciudad, de los constructores regionales. Entre los recomendados de los Carmona y el ex alcalde de Nuevo Laredo, Ramón Garza Barrios, monopolizan la obra pública del municipio.
Esa conducta del jefe edilicio, ha vigorizado al grupo político comandado por Juvenal Hernández, quien, olfateando el escenario local favorable para el PAN, se alista para repetir en la presidencia con uno de sus representantes o uno de sus socios.
No sólo la injerencia dominante de la familia Carmona en Altamira, ha erosionado la autoridad de Martínez Manríquez. A esa circunstancia, se suman evidentes fracturas al interior de MORENA en la ciudad: desde el inicio de la administración, vienen solicitando espacios de autoridad en el Ayuntamiento; no se les ha escuchado. Los hijos, la esposa y la hermana del alcalde, centralizan todas las decisiones partidistas, lo que hace temer a la militancia la imposición de los candidatos al Cabildo, como regidores y síndicos.
Y cómo no: Anel, la hermana de Armando, es la mandona en el partido y en la Tesorería municipal.
(Se asegura que esa dama, tiene en finanzas municipales, a varios personeros suyos -ex esposo y amigos muy cercanos- como vigilantes de los dineros de la ciudad, que considera y administra, como de su propiedad).
Ese entramado social, ha prohijado un escenario en Altamira, abigarrado y oscuro. Lo que parecía una elección de rutina para MORENA, promete ser una contienda de rompe y rasga contra un PAN, que construyó un creciente bloque opositor que bien podía llamarse Todos Contra Armando.