DESDE ESTA ESQUINA.
MELITON GUEVARA CASTILLO.

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Alguien puede preguntar: ¿Cuál es la diferencia entre los políticos y los luchadores? Es
fácil describir a los luchadores, son técnicos o son rudos, y así se comportan en el ring;
cada uno cumple el rol que le concede la etiqueta. ¿Qué pasa, sin embargo, con los
políticos? La mejor forma de describirlos es que, entre ellos, la amistad es de mentiritas; en
tanto que los enemigos son de verdad. Y esto, en MORENA, tal parece que es el juego. Son
correligionarios, pero no amigos, y si enemigos de verdad.
Es una paradoja lo que sucede en la política. Sus protagonistas, los que son o se etiquetan
como políticos, tienen como tarea esencial servir a los ciudadanos, para eso quieren y
luchan por el poder político. La cuestión es que, para poder servir a la población, el político
entabla combates, luchas, y en ocasiones es una lucha sin cuartel, sin réferi, como se estila
en la lucha libre. Al menos es lo que observamos en el escenario político, en el local y en el
nacional.
MORENA. RADICALES Y ADVENEDIZOS.
El escenario inicial de MORENA dibujaba a una Claudia Sheinbaum empujando a Omar
García y a un AMLO que lo rechazaba, por sus vínculos con Genaro García Luna y los
conservadores. Al recibir el bastón de mando Claudia, todo hace indicar, valido su poder
encaminando a Omar hacia la CdMx; hecho que, a ojos vistos, recibió el aval de AMLO. Al
interior de MORENA, sin embargo, las cosas son diferentes: no hay tribus, las prohíben los
estatutos, pero es fácil identificar corrientes… una de ellas, los radicales y otra, digamos,
los advenedizos, los que no son puros y llegaron para apuntalar, garantizar, el triunfo de
AMLO.
Y la corriente de los radicales, a la cual se supone pertenece Claudia, no está dispuesta a
perder terreno. Por eso, se opone duramente a la candidatura de Omar, le dan las contras a
Claudia. En la jornada se publicó un desplegado donde connotados morenistas, de hueso
colorado, se pronuncian en favor de Clara Brugada, alegando que no es improvisada, que
es, eso sí, una dirigente distinguida que se ha formado en las batallas, digamos, las mil
batallas de MORENA. Le dan, pues, las contras a quien detenta el bastón de mando de la
4T.
GATTAS Y BRAÑA.
Los pleitos de morenistas en Tamaulipas no cantan mal las rancheras. En los últimos días
tomo vuelo el escenificado en la capital tamaulipeca por Eduardo Gattas, el Presidente
Municipal, y José Braña Mojica, el diputado local y sobrino de AMLO. El pleito tiene
como fondo el gobierno municipal: El primero se quiere reelegir y, además, se defiende de
los ataques; el otro, quiere hacer pueblo, ponerse la camiseta de defensor del pueblo,
porque quiere ser el candidato de su partido al gobierno local.

Braña es el diputado que tiene la tarea de ser parte de la administración de la COMAPA.
Así, una y otra vez, se la pasa criticando las fallas del organismo administrador del agua.
Aprovecha cualquier coyuntura para lanzar sus dardos envenenados y llevar agua a su
molino. Ya cansado de tantos tiros, del constante golpeteo, Gattas entro al ruedo, se subió
pues al ring: descalifica al diputado Braña, endilgándole la etiqueta de hablar sin tener
sustento, de no conocer la problemática del agua… y lo hace presentando evidencias de que
Braña es un faltista. Total, entre ambos, nos dan una buena lucha por el poder y, tal parece,
ambos son rudos, les gusta atacar.
BUENOS SINTOMAS.
Lo que está sucediendo en MORENA, tanto a nivel nacional como local, es positivo. En
principio porque rompe la actitud, monolítica, de antes; de acatar y supeditarse a los deseos
de quien tiene, o va a detentar, el poder. Nadie piensa, en serio, que Claudia pueda perder la
elección… Pero los suyos, desde un principio, ya le están diciendo que no están de acuerdo
en sus decisiones unilaterales: a Omar García lo ven como un advenedizo, que llego
fortuitamente a la 4T, y que, pese a los resultados que ha dado, no merece ser premiado en
aras de una postura pragmática.
Y lo que sucede en Tamaulipas, de los encuentros y desencuentros de los morenistas en
aras del poder y de sus ambiciones, rompe el esquema anterior de cubrir apariencias y darse
golpes bajos, o como se sigue diciendo, guerra sucia: porque sucia, no puede ser, la que se
ventila de manera pública: el desplegado de los radicales se publicó en La Jornada; y la
balconeadas, entre Braña y Gattas, son abiertas, publicas, no se esconden para atacarse,
defenderse o contraatacar… Es una guerra sin pudor, sin réferi y sin contar las caídas.
NO SON IGUALES.
En la lucha por el poder, efectivamente, los morenistas no son iguales a los de antes, a los
priistas; puesto que, ahora, hagan de cuenta, los golpes no son bajos, no son anónimos, no
se esconden para luchar, pelear, por lo que creen que merecen o les corresponde. En el caso
local, Braña considera que merece la oportunidad; Gattas está plenamente convencido de
que merece la reelección. Y es que antes, el político ambicioso, no decía que quería la
candidatura, decía: estoy cumpliendo con mi responsabilidad, trabajo mata grilla…
esperando encontrarse con el dedo, el dedazo presidencial.