DESDE ESTA ESQUINA.
MELITON GUEVARA CASTILLO.

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Todos sin excepción queremos vivir más. No es temerle a la muerte, pero se aprecia la vida
y queremos, al menos en mi caso, seguir disfrutándola. Al tener este pensamiento, sin
querer, vienen a mi memoria hechos que muestran lo contrario: personas, unas adultas,
otras jóvenes, que por sus hechos o actos hagan de cuenta que retan a la muerte: hagan de
cuenta que siguen la filosofía de José Alfredo Jiménez, que, en una de sus canciones,
afirma que la vida no vale nada.
En las escenas de la vida cotidiana, no somos testigos, pero si nos enteramos de cómo hay
personas que quitan la vida a otros; que hay accidentes viales, unos de trágicas
consecuencias; también, de pronto, que hay quien se quita la vida por problemas que
considera insuperables. Otros, en cambio, buscan la forma de prolongar su vida, cuidando
su salud, curándose una enfermedad, modificando actitud y hasta los hábitos alimenticios u
haciendo ejercicio.
ESPERANZA DE VIDA.
Cuando me entere que era diabético (lo sigo siendo, es de por vida) me puse a investigar
sobre la enfermedad. Me encontré con un estudio que afirmaba que todo diabético pierde
10 años de su esperanza de vida. En aquel momento (1995) hice cuentas: la esperanza de
vida era de 76 años del hombre, así que pensé, llegando a los 76 los que sigan van a ser
ganancia. Y es que, al paso de los años, vi como un tío y un primo, ambos diabéticos,
murieron a los 62 años: no se cuidaban… uno decía que con una caguama se bajaba el
azúcar.
He visto como amigos y compañeros de generación (primaria, secundaria, prepa o facultad)
han perdido la vida; recuerdo tres casos extraordinarios, porque fallecieron jóvenes, uno
diabético, otro de un paro cardiaco, y una más de cáncer. En este preciso momento, más de
uno, está padeciendo enfermedades: a uno le dio un infarto, otro se operó de la columna,
otro perdió visión por una mala operación, otros tienen Parkinson y, parece mentira, pero
uno tiene alzhéimer.
Con mi generación el meme se convierte en realidad: las enfermedades y las medicinas son
parte de nuestra conversación. Incluso, hay situaciones complicadas: un excompañero no
asistió a una reunión generacional, cuando le cuestione su inasistencia me dijo: Meli, me
dio pena. Y me explico: ando en sillas de ruedas… Así, de pronto, nos damos cuenta que la
vida es, quiérase o no, una batalla contra la muerte: sabemos que, tarde o temprano, será
difícil vencerla.
AMOR POR LA VIDA.
¿Difícil vencer a la muerte? Si, difícil, pero la cuestión que más de uno la reta día a día, y a
veces las consecuencias son irreparables. Hace tiempo, no lo puedo olvidar, estaba de
copiloto en una camioneta, manejaba un primo político: de pronto se pasó un alto y le dije,

entre molesto y con miedo, ¿Por qué te pasaste el alto? Avise con las luces que iba a pasar,
me dijo. Sí, pero nos tocaba alto, debiste parar. ¡No pasó nada!, me contesto. Y la pregunta
es: ¿Cuántos lo hicieron y no vivieron para contarla? Hace tiempo, Ricardo, un buen amigo,
no se pasó el alto, pero el otro si, y como se dice: ni se enteró que sucedió, el culpable,
bien, quizá luego sin la cruda haya tenido remordimientos.
Hace un par de días un par de jovencitas, ebrias, se pasaron un alto. Fue pérdida total de
ambos choques, afortunadamente no hubo pérdidas humanas; pero, hace varias semanas,
tres jóvenes venia de disfrutar el rio, alegres, se tomaron sus buenas cheves, y tuvieron un
percance… dos de ellas fallecieron. Pagaron un precio muy caro por disfrutar un momento
de felicidad en el rio.
CUIDAR LA VIDA.
La otra cara de la moneda es de quienes, día con día, tratan de cuidar su vida: se conducen
en la vida cotidiana con sentido de responsabilidad. Hacen ejercicio, corren, caminan,
hacen yoga o hasta corren maratones; y como complemento llevan una vida sin sobresaltos,
tratan de mantener la calma, sus comidas son saludables y ven la vida de una manera
diferente. Dicen que la viven, que la disfrutan.
Pero como bien dicen, el final ya está escrito. Recuerdo el caso de un señor de Mante, que
vino a Victoria a hacer tramites gubernamentales. Y un día salió a caminar por el
boulevard: si al viajar lo haces con pants y tenis, ropa apropiada para ejercitarte, es que lo
hace de forma cotidiana. Al pasar por el Hospital General se derrumbó, se cayó… quienes
lo atendieron explicaron que falleció por un paro cardiaco. ¿Cómo explicarlo? Solo basta
decir que la vida se va, según está escrito en nuestro diario de vida por el Creador.
VIVE A VIDA.
Hace tiempo falleció un amigo, a los 73 años. El causante, un cáncer de colón. Días antes
de fallecer recibió la visita de un amigo entrañable, de su infancia y del lugar de origen.
Cuenta este, que le dijo: Vive la vida, disfrútala, ya ves, yo me cuide y aquí estoy, ya en las
ultimas. El consejo tenía un sentido: toda su vida fue vegetariano, se privó del placer que
otros disfrutaban: Él se cuidaba.