Rutinas y quimeras
Clara García Sáenz

En la década de los 90 del siglo pasado, la Universidad Autónoma de Tamaulipas
vivía tiempos de consolidación académica, para entonces habíamos visto como
estudiantes, la exigencia a los profesores de un título universitario de licenciatura
para dar clase en cualquier carrera; frente a nuestros ojos se fueron muchos que
se decía profesionistas, pero que tuvieron que abandonar las aulas por no tener
un título a pesar de haber impartido cátedra en licenciatura por años y décadas.
Fue tal vez, la primera vez que pudimos constatar una trasformación a fondo de la
UAT.
Por aquellos años me estrené como promotora cultural en la entonces
Subdirección de Extensión Universitaria en el campus Victoria en el área literaria,
recuerdo que existía un programa que se llamaba “Mayo: mes de la literatura en la
universidad”, ahí había una agitada agenda de eventos culturales donde escritores
locales y foráneos impartían charlas, presentaban libros o hacían lecturas de sus
obras en voz alta. Eran como una especie de cofradías literarias
autopromocionado sus obras con el auspicio universitario.
Fue entonces cuando llegué a la coordinación de Literatura, puesto que
conseguí por un desafortunado desencuentro entre el entonces subdirector de
Extensión Universitaria con el encargado de esa oficina, el poeta Juan José
Amador y posteriormente con el aspirante a ocupar su puesto el escritor Arturo

Medellín. Ahí me encontré con la disyuntiva de continuar con ese modelo de
promoción literaria o la posibilidad de distribuir durante el año el presupuesto que
se gastaba en un mes. Diseñamos varios programas de promoción literaria, entre
ellos cuatro que tuvieron larga vida y que consolidaron el quehacer literario en la
universidad: el concurso juvenil de cuento y poesía, el taller de creación literaria, el
festival de la lectura y la feria universitaria del libro (FUL).
De esta última la universidad organizó 18 ediciones antes de llegar a la que
este año estamos realizando en el gimnasio multidisciplinaria de la UAT. Pero
llegar a esta majestuosa edición, llena de colorido, actividades, ofertas literarias y
académicas nos precede un largo camino de concientización intramuros y
extramuros.
Porque la batalla para su financiamiento siempre fue uno de las principales
obstáculos a vencer, explicar a los directores de área, a los secretarios y al rector
la trascendencia de un evento como tal, requería muchos meses de cabildeo;
sorteado ese escollo teníamos que convencer a las editoriales y libreros de la
importancia y trascendencia de venir a Ciudad Victoria a vender un producto que
en muchos casos no goza de grandes públicos, de ahí pasar a acordar con
escritores y artistas para que se presentaran en los foros de la feria.
Negociar los espacios, enfrentarnos con autoridades que no entendían de
que se trataba todo eso y finalmente resistir 10 días de bajas ventas, indiferencia
de los públicos y funcionarios, era una tarea permanente. Durante 18 años el
proyecto resistió aguaceros en la plaza del 15, intensos calores y muchos

vendavales, hasta que ahora podemos gozar de una proyección sin precedentes,
un generoso presupuesto y una sinergia entre universitarios, público y expositores.
Ahora podemos disfrutar de un público lector que se formó en aquellas
ferias callejeras de la plaza del 15 y que en los últimos años esperaba este evento
con entusiasmo. De entonces podría contar muchas anécdotas, pero me quedo
con la frase que escucho repetidamente de algunos (tanto organizadores de
entonces como expositores) “si quieres que llueva en Victoria, organiza una feria
del libro”.
En estos días lluviosos, dese la oportunidad de ir a visitarla, para que usted
pueda constatar, como nuestra universidad se va transformando, crece y fortalece
proyectos tan fundamentales y sensibles como la literatura, la promoción de la
lectura y del libro.
Atrás han quedado los días aciagos donde un pequeño equipo hacia la
tarea titánica de organizarla con un presupuesto limitado. Ahora usted puede
recorrer sus pasillos climatizados, seguros, protegido de las inclemencias del
tiempo, disfrutando tranquilamente de sus instalaciones, comiendo un panecillo,
sentándose a tomar un café y leyendo un buen libro.
Aunque este concepto de feria es muy distinto a las anteriores porque
responde más a un modelo de feria cultural en general y un tanto al género infantil,
los libros están presentes y la fiesta es parte ellos.
Así que vaya, disfrútala y palpe como la Universidad Autónoma de
Tamaulipas, nuestra universidad, se ha convertido en una gran promotora del arte,

la lectura y la promoción de la cultura en general. Para quienes le han desean
larga vida a la FUL, su deseo ha sido concedido.
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