Hipódromo Político…

Por: Carlos g. Cortéz García.- 

Este domingo, 11 de noviembre de 2018 se realizó una marcha que partió del Ángel de la Independencia hacia el Zócalo capitalino, con la demanda de que no se cancele el proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de México en Texcoco, marcha en la que algunos de quienes caminaron hacia la Plaza de la Constitución lo hicieron vestidos de negro. Y esta marcha parece ser un indicador de lo que está pasando en el país: la sociedad mexicana se está polarizando.

 

Y es que, en los pasados días y semanas, después del triunfo del candidato del Movimiento de Regeneración Nacional, MORENA, Andrés Manuel López Obrador, pareciera que los mexicanos nos estamos dividiendo en dos grupos: los buenos y los malos; los que quieren el aeropuerto en Texcoco y los que no lo quieren; los que tienen y los que no tienen; los que apoyan al nuevo gobierno y los que no lo apoyan; los que quieren que a la toma de posesión del nuevo presidente venga Nicolás Maduro y los que no quieren que pise suelo mexicano; los que comen y los que no comen.

 

Y me parece que de lo que se trata es de gobernar con legalidad absoluta y apego a la norma; se trata del mensaje que se manda a la sociedad mexicana y al mundo de que en México se están haciendo las cosas bien: luchar contra la corrupción, la impunidad y la violencia, sacar a tanto mexicano de la lacerante pobreza en que viven y dar certidumbre a todos los ciudadanos de que en México habrá un futuro mejor.

 

Las campañas políticas y los procesos electorales se terminaron el primero de julio pasado y a partir de ahí, todos los mexicanos entendimos que así es la democracia: se gana y se pierde, sea por un voto o sea por un millón. Esa noche del domingo primero de julio la presidencia de México la ganó Andrés Manuel López Obrador y los demás la perdieron. Si quedaron en segundo, tercero o cuarto lugar, eso ya es irrelevante. Lo importante es que el próximo primero de diciembre, en 18 días más, Enrique Peña Nieto entregará la banda presidencial a Andrés Manuel López Obrador y al primer minuto de ese día el país será su responsabilidad como jefe de estado y él, López Obrador, deberá gobernar para todos, independientemente de raza, color, posición económica o social: él como presidente de México deberá velar por el bienestar de todos. Así es nuestro sistema político, así son nuestras leyes, y tenemos que respetarlas.

 

Y el todavía presidente electo ya ha empezado a tomar decisiones, algunas muy polémicas por cierto, como la del Aeropuerto de Texcoco, pero lo que los mexicanos pedimos, exigimos, es que esas decisiones sean las correctas, las que nos ayuden a los mexicanos a crecer, las que fortalezcan el país, que sume a su proyecto a todos, y que desde la trinchera de cada uno, por pequeña que esta sea, nos la juguemos con México, porque si estamos divididos no vamos a llegar a ninguna parte.

 

Desde que yo era niño, tengo 52 años, en mi casa y en la de muchos mexicanos seguramente, no hemos dejado de escuchar la palabra crisis: “no puedo echarme un compromiso de comprar algo porque quien sabe como se vayan a poner las cosas”; “otra vez hay que apretarse el cinturón”; “ya subieron otra vez los productos de la canasta básica”; “las medicinas están por las nubes”; “de viajar, comprar casa o coche, ya ni hablar”. El salario de los mexicanos apenas alcanza, en la mayoría de los casos para mal comer. Pero a veces pareciera que los gobernantes viven una realidad muy diferente a la del ciudadano promedio. En unas casas caviar y en otras ni para frijoles.

 

Hoy, Marko Cortés Mendoza ganó la elección interna del Partido Acción Nacional y será el próximo presidente del PAN. En 18 días, le decía yo, habrá un nuevo gobierno federal; las cámaras de Senadores y Diputados tienen mayoría morenista, y 19 congresos en el país también son afines al presidente López Obrador. Pero como quiera, las otras fuerzas políticas también cuentan y si se trata de gritar, púes también saben hacerlo y fuerte. Pero los gritos y sombrerazos no resuelven los problemas.

 

Yo no quisiera heredarle a mis hijos el país violento, inseguro, de alaridos y amenazas, con grandes cinturones de pobreza, con alarmantes niveles de desigualdad entre los que tienen mucho y los que ni siquiera les alcanza para comer, en que hoy vivimos. Ese México no debiera existir. Ese México donde los funcionarios públicos gasten ofensivamente el dinero que es de los mexicanos en su beneficio personal, mientras al grueso de las familias no les alcanza ni para lo más indispensable. Ese México, debe acabarse.

 

A mi como ciudadano me tiene encabronado que Karime Macías Tubilla, ex primera dama de Veracruz, viva como magnate en Londres, mientras en México hay, y en el Veracruz que “gobernaron”, no se diga, quienes mueren desgraciadamente porque no pueden ser atendidos en un hospital público. No sé para Usted, pero para mí es altamente ofensivo que la misma “respetable dama” se gaste mensualmente más de dos millones de pesos para mantenerse ella y sus dos hijos cuando miles de mexicanos tienen que comer lo que puedan con el miserable salario mínimo que ganan para una familia de cinco o seis miembros.

 

Ofensivo también es saber que la corrupción galopa de rincón a rincón del país y que hay quienes viviendo del servicio público se construyen residencias de 340 millones de pesos, como el ex gobernador de Tamaulipas, Egidio Torre Cantú, y muy campante el personaje se pasea por San Miguel de Allende importándole un pepino el daño que le hizo a los tamaulipecos y a sus familias.

 

También ofensivos son los salarios que devengan los diputados federales y senadores, quienes se embolsan grandes cantidades de dinero, muchas de ellas sin comprobar, y después de la elección ni siquiera regresan a sus distritos, mientras el grueso de la población recibe salarios de hambre. O a poco no le enoja a rabiar que haya empresarios que no paguen sus impuestos correctamente, cuando a la base de contribuyentes los han tenido por años apergollados del pescuezo para exigirle hasta el último centavo, cuando funcionarios como el ex director de PEMEX, Emilio Lozoya anda huyendo con procesos penales a cuestas por los millones de dólares que recibió en la campaña de Enrique Peña Nieto de la empresa Odebrech, para ser favorecida con contratos multimillonarios.

 

Creo que en general, los mexicanos queremos respirar tranquilos; recibir buenas noticias en lo económico, en lo político y en lo social; conocer que van a implementarse proyectos consensados para que el país siga por la ruta del crecimiento; que haya más puestos de trabajo, empleos mejor pagados, y con salarios dignos y decorosos; saber que los mexicanos vamos avanzando en indicadores internacionales, que no sean violencia, corrupción e impunidad. Queremos, me parece, un país mejor, en donde podamos caminar por las calles sin esperar en que momento te asaltan, te roban tu vehículo y te quitan hasta la  la vida.

 

Yo como mexicano deseo que, con la llegada del nuevo gobierno, la sociedad no se polarice, y sí, por el contrario, se sume para lograr mejores condiciones de vida. Yo quiero un gobierno que gobierne y que lo haga bien, excelente, un gobierno que sume y multiplique y no que reste y divida. Quiero un gobierno que escuche, que atienda y que resuelva. Y quiero un gobierno transparente que le diga a los ciudadanos cuanto cobró de impuestos y en qué y porque se gasta el dinero. Yo ya no quiero un gobierno trampa, gandalla y abusivo en donde lo ancho para ellos y lo angosto, como siempre, sea para el jodido.

 

Reitero, quiero un gobierno que gobierne y que gobierne bien y para todos, en donde no manden a los agentes de tránsito a que los ciudadanos les completemos para el chivo y si reclama uno sus derechos hasta unos coscorrones le den al ciudadano, basados en la máxima de “no somos machos, pero somos muchos”. Quiero un gobierno justo, que imparta justicia para todos y no sólo para quienes tienen la cartera más abultada. Quiero un gobierno que esté en todos lados y en todo momento para cumplir con sus obligaciones.

 

Quiero un gobierno que piense las decisiones una y otra y otra vez y que actúe con sentido común en beneficio de los ciudadanos, con programas de largo plazo y que base sus decisiones en el bien común en lugar del beneficio personal. Yo no quiero sufrir un gobierno de represalias, de venganzas y de desquites, porque eso gasta tiempo y energías cuando lo que realmente necesita este país son decisiones serias, de fondo y de largo plazo.

 

Luis Donaldo Colosio en su discurso del 4 de marzo de 1994 expresaba: “Veo un México con hambre y sed de justicia”. Y yo sólo puedo agregar, si me lo permite querido lector, que lo sigo viendo y que lo sigo sufriendo. Y este México no se va a acabar sólo con buenos deseos.

 

PD. 1. A mis amigos Carteros, ¡muchas felicidades en su día!

 

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