Reflector/ Gilda R. Terán.

Dios promete que cuando enfrentemos tiempos difíciles, el mantendrá su mirada sobre nosotros, y vea usted que a través de la historia de la humanidad, siempre  se hace presente para decirnos que el pelea nuestras batallas.

A mí en  lo personal,  las hazañas  plasmadas en la Biblia,  me fortalecen y acrecientan  mi confianza en que el Creador, siempre va al frente de todas las peleas,  vea usted el gran poder  reflejado en el éxodo de los israelitas  quienes huían de Egipto es una victoria de fe para la humanidad que fija su corazón en Dios.

Según los anales históricos, cuentan  que  los israelitas salieron huyendo de Egipto, donde estaban esclavizados a la merced de los reyes de ese lugar, en ese tiempo Dios al ver la maldad  enviaba plagas mortales, sin embargo  su pueblo escogido eran protegidos  por estas pandemias.

Y bueno se dice que  después de la décima plaga Faraón les dijo a los israelitas que salieran de Egipto eran una  multitud  la raza oprimida, así que hombres, mujeres y niños, además, mucha otra gente que había creído en Jehová salió con ellos, todos llevaron consigo sus ovejas y cabras y ganado al salir del pueblo de esclavitud.

Pero antes de salir, los israelitas pidieron ropa y cosas hechas de oro y plata a los egipcios, los cuales tenían mucho miedo, por la última plaga que les vino, así que les dieron a los oprimidos todo lo que pidieron.

Unos días después  llegaron al mar Rojo, ellos iban guiados por el Profeta Moisés,  allí descansaron, mientras tanto el Faraón y sus hombres empezaron a arrepentirse de haber dejado ir a los israelitas., ellos lamentaban diciendo ¡Dejamos ir a nuestros esclavos!.

Fue así que Faraón cambió de opinión otra vez, y enseguida preparó su carro de guerra y su ejército, entonces empezó a ir tras de los israelitas con 600 carros especiales, así como con todos los refuerzos  de Egipto.

Entonces cuando los israelitas  vieron venir a su opresor y todo su ejército, se asustaron mucho, no tenían ninguna manera de huir, ya que tenían el mar Rojo a un lado, y los egipcios venían de la otra dirección.

Pero Jehová Dios, le dijo a Moisés que extendiera su palo sobre este gran mar, y cuando lo hizo, un fuerte viento sopló y las aguas del acaudalado Rojo se dividieron en dos para hacer un camino seco para que pasara el pueblo escogido de Dios.

Entonces los israelitas empezaron a marchar por en medio del mar sobre tierra seca, se necesitaron horas para que aquel gran número de personas oprimidas  y  con todos sus animales pasaran al otro lado, finalmente los egipcios pudieron verlos otra vez, y se metieron en el mar tras ellos.

Pero cuando hicieron esto, Dios hizo que se les cayeran las ruedas de sus carros, ellos se asustaron mucho y empezaron a gritar: ‘Jehová pelea por los israelitas contra nosotros. ¡Vámonos de aquí!’ Pero era ya muy tarde.

Entonces nuestro Creador le dijo a Moisés que extendiera su palo sobre el mar Rojo, y las paredes de agua empezaron a volver y a cubrir a los egipcios y sus carros, el ejército entero se había metido en el, y ninguno salió vivo de esas aguas turbulentas.

Esta victoria de fe, me enseña que aunque vivamos en una época de mucho temor,  y rodeados de incertidumbres que nos ocasionan dolor y que pueden abrumarnos con preocupaciones,  basta con escuchar estas hazañas para mirar a lo alto de donde viene nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.

Y pese a todo lo que pueda afligirnos, quienes  ponemos nuestra mirada en Dios,  somos convocados a ser fuertes a través de la Biblia que  nos dice que “no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” 2ª de Timoteo 1:7.

Convencidos debemos estar, que cuando nos encontremos frente a una verdadera tempestad, debemos fijar el ancla firme de nuestra fe, y es que Dios nos dice que nos librará de circunstancias adversas, además promete que nos fortalecerá y nos ayudará a sobrellevarlas.

Y  es que consideremos que la vida es un constante vaivén,  tratemos de mantener el control en las situaciones más sutiles y más complejas y sobre todo, no perder la fe de que todo pasará sin más.

A veces somos capaces de anticiparnos y vemos que el río cristalino de nuestras vidas comienza a revolverse y otras veces simplemente somos atrapados en el torbellino, nos toma de sorpresa y vemos todo negro, y cuando llegan esos imprevistos, todo se muestra confuso y perdemos la perspectiva de la esperanza.

Y cuando se presentan estos  momentos en los cuales nos dejamos atrapar por las turbulencias y somos arrastrados en el remolino de la negatividad, la frustración o el desasosiego, permitiendo que nos engulla.

Pero tome en cuenta, que abandonarnos en la corriente no es la opción, porque en el fondo sabemos que todo eso es pasajero, las tempestades no duran para siempre, es la vida misma transcurriendo, poniendo a prueba nuestras fuerzas y nuestra templanza, porque por más revuelto que esté el río, sabemos que en algún momento se calmará y el agua cristalina volverá a verse.

Amable lector, seguramente que cuando nos encontramos en esos episodios caóticos somos propensos a mirar la vida de los demás y comenzar con las comparaciones y a compadecernos, nos fijamos en la suerte de los demás, y empieza el proceso de la victimización.

Le comento que esa espiral de negatividad, sólo nos llevará a que sigamos anclados en el fondo del río ahogándonos en nuestras propias penas y convirtiendo el futuro en un turbio porvenir, y es que  recordemos que las quejas sólo contribuyen a debilitarnos.

Estas se convierten en un campo estéril del cual no obtendremos nada, si queremos cosechar incluso después de un temporal, hay que observar esa agitación como una oportunidad de cambio, pues es un momento de aprender, de decidir, de hacer reformas.

Tome en cuenta, que los problemas enfrentados nos templan y nos hacen madurar, operando desde nuestro interior para percibir de nueva cuenta las aguas claras, y toda nuestra esencia vuelve a florecer y la vida se vuelve nuevamente generosa y cálida.

“Con Jesucristo somos más que  vencedores”.

Nos vemos en la próxima.

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