PODER POLÍTICO…

Por: Ciriaco Navarrete Rodríguez.-

La migración humana es un fenómeno selectivo que ha sido utilizado desde tiempos inmemoriales y se trata de una estrategia que surgió aparejada al origen de la humanidad, y además, igual que la civilización, también ha evolucionado por razones obvias, desde que el hombre surgió como habitante del planeta tierra.

Esa evolución migratoria originalmente fue pacífica, porque, más allá de las barreras naturales, no existían fronteras que limitaran el hábitad del hombre primitivo, pues en aquellos tiempos fueron otros los factores propios de la naturaleza, los que imponían los obstáculos, tales como las nieves perpetuas, y los climas extremosamente calientes, o fríos, entre otros factores, los que perentoriamente limitaban la migración humana en comento.

Pero debemos entender que con el surgimiento de las naciones del mundo también se desarrolló el pensamiento geográfico y el derecho de pertenencia territorial, el cual, fue la causa de violentas y sanguinarias confrontaciones que. además, fueron determinadas por el perverso deseo de expandir el poder dominante de aquellos torvos gobernantes insaciables, que inicialmente se asumían como semidioses.

Cualquier parecido con el presidente norteamericano, Donald Trump, es una curiosa y malvada coincidencia, debido a su mentalidad enajenada por el dinero que posee en abundancia, pero no por el poder divino del lejano pasado.

Mas tarde, y con el correr de los tiempos transcurrieron las cuatro etapas de la evolución universal del pensamiento humano, la primera de las cuales, lo fue el pensamiento religioso, mismo que surgió, y aún persiste, debido al temor a lo desconocido que pudiera existir, más allá de nuestra muerte.

 Ese temor, que artera y tramposamente, es promovido por  millonario negocio que hacen los líderes religiosos, el cual, surgió con la fuerza de sanguinarias luchas que han sido, y siguen siendo utilizadas para someter a la humanidad a la absurda creencia de que supuestamente “Dios hizo al hombre”, cuando es todo lo contrario, tal como se puede demostrar mediante las siguientes pruebas irrefutables, porque cuando el ser humano no sabía que era el sol, y la luna, los declaró como sus dioses, y lo mismo sucedió con el rayo, la centella, la lluvia, el viento, y hasta el sapo y la rana,  mientras no se supo la realidad de su propia naturaleza.

Ese tema es muy amplio, y prometo abundar en mayores explicaciones en futuros trabajos editoriales, tal como ya lo he hecho en el pasado; pero retomando la temática de la migración humana, me parece muy importante reflexionar en relación con las obligaciones humanitarias propias de nuestro tiempo, y que son causadas por la tozudez antidemocrática de los gobernantes de los 183 países subdesarrollados, entre los que se encuentra México.

Es cierto que la riqueza crece en las únicas siete democracias verdaderas, integradas por tan sólo diez naciones del mundo, en las que es innegable el impulso del crecimiento sostenido de la economía y de las finanzas públicas y familiares, así como también permanece en franca mejoría la propia calidad de vida de sus habitantes.

Ese es el Grupo de los únicos Siete países democráticos del planeta, también identificado como “El G-7”, y está constituido por los Estados Unidos de América, Japón, Alemania, Canadá, Francia, Italia y los cuatro países   que integran al Reino Unido de la Gran Bretaña, y que son Escocia, Gales, Irlanda del Norte e Inglaterra.

Por esa razón, esas que son las únicas naciones democráticas del mundo y además, son las naciones más atractivas como destinos preferidos por esos  miles de migrantes que están abandonado sus respectivos países de origen, porque para colmo de males, a la gran mayoría solamente les quedan dos opciones, tales como huir de su terruño natal, o arriesgarse a morir de hambre, en el mejor de los casos, o sucumbir como víctima de la represión genocida de sus gobernantes, y en su caso perder la vida a manos de la delincuencia organizada.

Ahora son las referidas siete democracias del mundo las que pueden resolver el aberrante problema migratorio, para comprobar mi dicho, permítanme recurrir a la culminación de la Segunda Guerra Mundial, porque con el triunfo del Ejército de los países Aliados, encabezados por el ejército norteamericano,  tanto Alemania, como Italia y Japón, fueron obligados a adoptar la democracia verdadera como Régimen de Gobierno, y por eso, desde mediados del Siglo XX, esas tres naciones,  están reconocidas como la segunda, la tercera, y la sexta potencias económicas y financieras del mundo.

Es por eso que, Japón, Alemania, e Italia, son reconocidas como las democracias más jóvenes del planeta y cuyos antecedentes del cambio de régimen de gobierno, son un paradigma surgido “a sangre y fuego”, el cual, debiera ser tomado en cuenta para que, de manera pacífica, y sin seguir arriesgando la vida humana, a los gobernantes de las naciones subdesarrolladas, se les podría convencer de que cambien su régimen antidemocrático y totalitarista por una democracia verdadera.

Eso mismo es lo que necesitamos los mexicanos, un gobierno sustentado en Leyes Constitucionales eminentemente democráticas, por tal motivo es urgente que unamos nuestras voces para exigirle a Andrés Manuel López Obrador, que en su carácter de futuro Presidente de México, abandone el presidencialismo antidemocrático cardenista y que se comprometa a adoptar la democracia verdadera como Régimen de Gobierno, porque solamente de esa manera habrá de crecer la riqueza, como única forma legal de remontar la pobreza popular del país.

AMLO es un buen mexicano, ha demostrado tener buenas intenciones, y se ha dado a querer por propios y extraños, y especialmente por las clases populares del país, pero  la cuarta transformación de México que nos está prometiendo, solamente se podrá lograr por medio de la adopción de la democracia verdadera, como régimen de gobierno, para lo cual hay que desechar el modelo agrario de la propiedad ejidal y comunal, a fin de redactar una nueva Constitución General de la República, con base en el modelo agrario de la pequeña y/o media propiedad de la tierra. ¡¡¡Y que conste que esta, es una verdad irrefutable!!!

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