Reflector/ Gilda R. Terán.

Aquí en Tamaulipas suele pulular la arrogancia a granel entre algunos políticos, déjeme decirle una cosa, hay que tener cuidado, porque esta nefasta combinación puede sin duda alguna sorprender en las próximas urnas del 2021.

Y es que los políticos con solo estar en un escaño,  tiene la falsa idea que su estadía será perenne, vaya osadía que en el restringido subconsciente de ellos mismos,  suelen programar para que su caída no sea tan estrepitosa.

La semana pasada platicando sobre la mediocridad de la autoestima en política con algunos interesados en este tema tan escabroso; pude percibir que la “patanería”  es un elemento muy saturado en una arrogancia premeditada.

Y es que la  falta total de interés por los asuntos que no están dentro de “su mundo político corporativo”, en ese espécimen de político  han llegado tan alto, que ya han perdido lo que es la humildad una virtud que es solo para los grandes.

Y es que en ocasiones la “arrogancia en el poder” va intrínseca a aquel que comete la insensatez del desprecio, y ahorita en estos días corren malos tiempos para la altanería, hay que “ir tanteando el agua a los camotes”.

Otro problema del político arrogante es que las mieles del éxito no le hacen ver ni sus fracasos, esa altivez superficial es el primer paso de una futura decadencia, por lo que es importante que la radiografía del arrogante sea su principal enemigo.

Consideremos que tener confianza en uno mismo es fundamental para poder gozar de una vida plena y no depender de la buena opinión de los demás, si bien uno de los problemas surge cuando en ocasiones la confianza no se expresa de una manera apropiada.

 Otras veces, se confunde confianza y arrogancia, especialmente cuando las personas que así lo juzgan tienen una baja autoestima, pues para ellas, cualquier demostración o expresión de fuerza interna es percibida de manera negativa.

Este tipo de personas no pueden soportar que otros tengan presencia, independencia de espíritu y que no vayan por la vida pidiendo permiso, ahora bien en estos casos, se trata de una proyección propia del observador, incapaz de soportar que otros exhiban comportamientos que ellos envidian y que están fuera de sus habilidades.

Cuando en lugar de mirarse hacia adentro y resolver sus carencias, prefieren criticar y juzgar duramente a aquellos que logran llevar a cabo lo que ellos soñarían y no se atreven a hacer.

Por lo general el individuo arrogante suele presentarse de una manera aplastante, fanfarrona y egocéntrica que no permite el diálogo y se sitúa automáticamente por encima de los demás, despreciando y ninguneando a los que considera están por debajo (todos los demás).

Por lo general, las personas más realizadas, sabias, excepcionales, son seguras, y por lo tanto no tienen la necesidad de ir mostrando lo increíbles que son, sin embargo, los arrogantes destruyen sus oportunidades por diversas razones que valdría la pena enumerar.

Entre estas podremos observar que tienden a anclarse en una cerrazón mental, por lo tanto, tendrás menos probabilidades de buscar nuevas técnicas y conocimientos para interrelacionarse.

Adema da la impresión que están embriagados en el poder, pues siempre piensan que las demás personas  pueden aportar muy poco en cualquier tema, y esto les impide establecer conexiones que puedan necesitar más adelante en la vida.

Se siente Dioses, creyendo que en ellos mora la verdad absoluta, pero con estas falsas expectativas los hace más propensos  a cometer errores, aunque se perciban como infalibles, al final estarán en un  callejón sin salida.

Esta humilde columna no quiere hablar de nadie concretamente, pero tengo la certeza, amable lector, que todos conocemos a más de uno, pero al final, el tiempo siempre pone a cada quien en el sitio que le corresponde, de eso es estamos seguro.

Nos vemos hasta la próxima.

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