ORBE…

Por: Ma. Teresa Medina Marroquín.-

Ciertamente nadie tiene argumentos para negar que en México la era partido-Estado quedó en la historia del siglo XX.

Aunque con la proximidad de las elecciones del 2021 —-sumamente trascendentales para la nación y con un Tamaulipas ciento por ciento involucrado en esa batalla que todo mundo prevé imponente—-, los protagonistas que habrán de disputarse tantas posiciones de poder parecieran convencidos de que todo lo que parece radical en realidad es completamente relativo.

Me explico:

A este proceso electoral muchos no llegaran solamente entusiasmados de querer convertirse en presidentes municipales, diputados locales o congresistas federales. Y en otros estados gobernadores.

Y esos muchos que tendrán o tienen sus puntos partida en el PAN, Morena, PRI, PRD, PVEM, MC y otros, comprobarán lo que en el pasado ya sucedía pero no con tanto realismo; es decir, la ambivalencia del poder ya no será, como ocurre en diversas regiones del planeta, un fenómeno extraño.

Eso será indicador no sólo de las típicas alianzas, a veces antinaturales, entre dos o tres partidos, como por ejemplo PRI-PAN igual a PRIAN, o PRI-Morena equivalente a PRIMOR, o en su defecto mezclas que irán más allá de estos esquemas.

Quizá surjan candidatos que pacten en un partido, por ejemplo el PT y acaben representando al PRI en las urnas. Me refiero que no se darán los extremos de las ideologías como tales, desde liberales, conservadores (neoliberales), nacionalistas, socialistas o revolucionarios.

En efecto, así como la pandemia del coronavirus trajo una nueva normalidad, lo mismo sucederá en el ámbito político.

Y si usted quiere imaginarlo en términos más allá de lo que dictan las palabras, sólo bastaría ver un presidente municipal que representando al partido político en el poder ejecutivo federal, tiene el apoyo de quienes ocupan el poder ejecutivo estatal.

O sea que ante todos y la propia autoridad electoral viste una camiseta, pero en la realidad su compromiso es con otro color político.

Dirán que eso no es nuevo, pero no es así, porque los nuevas radicalidades de las dirigencias nacionales obligan a que cientos de políticos busquen ese tipo de reacomodamientos sin que se queden fuera de los partidos en los que se encuentran, pero en los que tampoco ya comulgan con la forma en que se desempeñan en el poder.

Y si “eso” ya ocurría en el pasado, en el futuro inmediato ocurrirá con una frecuencia diez veces mayor. Y todo, según esto, porque esgrimen ante públicos poco concurridos (o ante sus conciencias) que sólo de esa forma podrán intervenir en el diseño y organización del nuevo Estado Mexicano y de sus posteriores políticas públicas.

Obviamente muchos no les creerán, con sendas carcajadas de por medio, y otros, los menos, creerán que es la única manera de que el país se enfile hacia una democracia y un Estado de derecho, plenos.

EN LA FRONTERA Y EN EL SUR DE TAMAULIPAS

No tiene ningún sentido negarlo, porque sería como tapar el sol con un dedo, pero en la frontera norte de Tamaulipas sucederá (ya parezco profetisa) que una alcaldía de un color ya representa los intereses de otro partido.

Por tal motivo, el relevo ordenado por los dueños de la franquicia que tiene bajo su poder ese ayuntamiento va que vuela para allá. De modo que no habrá reelección.

Y sea que trate de evitar un giro político, por lo pronto el argumento es el mismo: fortalecer la transición democrática.

En el sur de la entidad, otra alcaldía va más o menos igual que la norteña, con la diferencia de que quien saldrá bailando será un diputado federal que se ha vuelto muy poderoso y cuyo riesgo es que si sufrirá para repetir en su curul, mucho menos podrá quedarse con la presidencia municipal que anhela y cuyo proyecto demandaría una realidad de 20 millones de pesos.

Así son los nuevos tiempos: equilibrar la presunta austeridad republicana con el conservadurismo que exige abiertamente más recursos que afronten lo que sólo se resuelve con dinero.

¡Excelente inicio de semana!

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