ORBE…

Por: Ma. Teresa Medina Marroquín.-

Diseñado para que el presidente de la república en turno designara a su sucesor sin elección democrática ni asamblea popular, el “dedazo” sigue tan vigente y campechano como siempre.

Es una mala costumbre política que, por exagerada que parezca la comparación, parece una plaga difícil de combatir a pesar de los notables avances democráticos que México ha experimentado en los últimos 30 años.

Casi como una cucaracha que vive escondida entre los seres humanos pero que puede aparecer insolente y casi inmortal en cualquier momento, el “dedazo” no se irá en tanto partidos políticos y personajes en el poder lo utilicen a conveniencia.

Y a pesar de que la nieguen o ni siquiera la mencionen esa costumbre es una de las peores prácticas de corrupción que desencadenan un sinfín de inmoralidades dentro de la función pública.

HERENCIA GÉNETICA Y CORRUPCIÓN PRÁCTICA

Obviamente cuando la gente habla del “dedazo” lo vincula de inmediato al Partido Revolucionario Institucional (PRI) y a la referida costumbre de los presidentes de la república que designaban a quienes habían de sustituirlos en el poder.

Una designación que hacían en medio de un ritual cargado de aparentes misterios y de grandes hipocresías que al final resultaba toda una comedia porque todos ya sabíamos que, por ejemplo, el presidente José López Portillo había elegido por encima de la voluntad de todos los mexicanos a Miguel de la Madrid.

Y este último hizo lo mismo al utilizar el “dedazo” para designar a Carlos Salinas de Gortari, visto como un demonio de la política moderna y autor de la mayoría de los grandes males que aún sufre la nación, entre ellos la eterna crisis económica, la exacerbada corrupción y la violencia incontrolable.

Así también llegó Ernesto Zedillo al poder, aunque antes se dice que ese gran dedo elector, arrepentido y temeroso, dio la orden de despachar al otro mundo a Luis Donaldo Colosio.

Ya en este siglo XXI el arribo de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la República se dio bajo el mismo método, aunque con la variante del “autodedazo”.

O sea que AMLO, que en el pasado había sido un consumado priista, ya convertido en dirigente del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), decidió autodesignarse candidato a la Presidencia.

Lo que significa que ya no sólo es vicio del PRI recién puesto (¿acaso por coincidencia?) en la presidencia de la Cámara de Diputados, sino que el partido que iba a salvar a México, y que opera desde Palacio Nacional, también tiene esa misma tara, que de seguro forma parte de esa herencia genética que asimismo otros partidos políticos también han incorporado a sus métodos como una corrupción práctica.

Lo más grave es que ahora, ya casi por entrar el país al proceso electoral de 2021, los “dedazos” se multipliquen sea por herencia genética o porque es una manera muy práctica de corrupción que permite que muchos permanezcan en el poder aun cuando ya sus administraciones hayan finalizado.

EN EL PRI SIGUEN CON LA PANTOMIMA

Y a propósito del “dedazo”, las recientes declaraciones de Edgar Melhem Salinas, presidente del PRI estatal, confirman que la democracia es para ellos una vulgar parodia.

Cuando señala que el comité nacional que manipula “Alito”, Alejandro Moreno, elegirá a los candidatos a las diputaciones federales de Tamaulipas, admite que el “dedazo” sigue vigente a pesar de las terribles derrotas electorales que pueden convertir a ese instituto político en un “partido satélite”.

El desfiguro del PRI, de hacerla de aliado del partido en el poder, para que lo mantenga en la jugada y le dé a ganar mucho dinero a sus dirigentes, pisotea la prioridad de la democracia mexicana de fortalecer a una verdadera oposición y contrapeso al partido en el Gobierno Federal.

En ese sentido, escuchar al dirigente del PRI en Tamaulipas decir eso es someter a este partido a la vergüenza pública y faltarle al respeto a su menguada militancia.

Otro aspecto, el más grave, es que estas dirigencias, estatal y nacional, suponen que su militancia ya está más allá del cero a la izquierda, que es invisible, muda y estúpida, y que de ahí jamás podrán salir alcaldes, diputados y gobernadores. Por lo tanto su democracia es una mascarada.

¡Excelente inicio de semana!

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