Cd. Victoria, Tam. La polémica aeroportuaria tiene un abanico amplio de vertientes a discutir que (por cierto) no acaban con la publicación del resultado favorable al proyecto obradorista en Santa Lucía. Esto continúa y seguirá dando para más.
Por principio, atrás conocer el desenlace, un sector importante de la opinión pública nacional se quedó con el pasmo de haber sido engañado con la verdad.
Circuló en medios durante las últimas semanas. Fue algo socorrida la versión de que AMLO habría escuchado a sus críticos y estaría aceptando el proyecto de PEÑA NIETO, pero no quería ser visto como un mandatario de ideas cambiantes.
Para su imagen sería más conveniente que la consulta se inclinara hacia el NAICM (Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México) y asumir los costos con serenidad republicana, mostrándose respetuoso de la voluntad ciudadana.
Al menos esto creía la gente. Se repetía en diversos cenáculos: “el presidente ya abandonó al proyecto de Santa Lucía, pero necesita del referéndum, de la consulta, para protegerse y descargar toda la responsabilidad en la voluntad ciudadana.”
Sacaría así ganancia a la derrota, sabiendo en su fuero íntimo que el proyecto más sensato (el NAICM, por caro que fuera) se habría consolidado.
Viendo ahora los resultados, se diría que el presidente electo engañó con la verdad al sector que creía ver gato encerrado y una voluntad oculta tras la propuesta inicial de Santa Lucía.
Al final, ni gato encerrado, ni voluntad oculta. Lo que el tabasqueño propuso fue lo que finalmente se impuso mediante el voto disciplinado de sus fieles. Pierde NAICM, gana Santa Lucía por amplio margen.
Quienes lo apoyaron masivamente lo hicieron por absoluta buena fe en la inmensa mayoría de los casos. Por fidelidad a un proyecto de nación, devoción hacia un líder social en cuya palabra confían.
Pero nunca hubo manera de confrontar públicamente ambas opciones con la transparencia y la claridad suficientes, por el carácter especializado de la obra en disputa.
Son temas de ingeniería que tienen que ver con mecánica de suelos, técnicas de construcción y variables ambientales, en donde lo más prudente habría sido colocar la decisión en manos de un grupo confiable de expertos, no someterla a referéndum.
Comentaban los críticos, recordando el infarto al miocardio sufrido por AMLO en diciembre de 2013: ¿sometieron sus médicos al voto popular el tratamiento más adecuado o confiaron en sus capacidades profesionales para tomar las decisiones necesarias?
DAÑO COLATERAL
En fin, lo que viene ahora seguirá siendo noticia. La página oficial del hoy fallido proyecto de Texcoco (www.aeropuerto.gob.mx) ofrece como último dato disponible (septiembre 30 de 2018) un avance global del 32.15%.
También en esto hubo disputa. Por esos días, las fuentes del nuevo gobierno hablaban de un 20%. El cálculo aproximado del dinero invertido hasta ahora es de 25 mil millones de pesos (de una fuente a otra, las cifras también varían).
En todo caso, queda por responder cómo harán para que (1) dicho dinero no se pierda, (2) los compromisos con los contratistas sean retribuidos de acuerdo a derecho, ya que (3) la cancelación del proyecto hace prever un alud de demandas por parte de las empresas afectadas.
Dice LÓPEZ OBRADOR que la manera de compensar a los constructores es hacerles un lugar en Santa Lucía, solo que dicho traspaso no ocurrirá de inmediato ni por arte de magia.
Y ello porque la pura elaboración del nuevo proyecto podría tardar hasta dos años.
Igual se argumenta que la obra ya edificada en Texcoco podría emplearse en edificios de gobierno y una reserva ecológica. Lo segundo suena bien, lo primero está en duda.
Sobre todo, por el costo de remendar una instalación apenas en cimientos que se pensó para terminales aéreas y ahora buscarían ajustar a una función tan diferente como es la de oficinas públicas.
Alguien pierde aquí, los empresarios que deberán adaptarse a las circunstancias o el erario federal que acuda a compensarlos, asuma costos, adeudos.
Quizás la mejor noticia es para los amantes del medio ambiente. Se conjura el peligro de que aviones y aves migrantes compartan espacio aéreo, para daño mortal de estas últimas.
Aunque (justo sea el recordar) esa inmensa planicie que hoy seguimos llamando “lago de Texcoco” hace muchos años que perdió dicha condición.
No solo por la ausencia del agua, sino (también) de buena parte de la flora y la fauna que maravillaron a los conquistadores. Quienes votaron este fin de semana, antes que nada, defendieron un recuerdo.
La megalópolis capitalina devastó hace tiempo esa zona, como lo hizo con el rio Piedad y el llamado Desierto de los Leones o está acabando con los ecosistemas del Ajusco y Xochimilco.
Queda aquí una asignatura pendiente para quienes postularon esa dicotomía tajante de “aeropuerto o lago”, cuyo notable impacto de marketing se dejó sentir en las urnas.
Ahora sí, una vez entronizado el proyecto de Santa Lucía, que alguien nos explique: ¿dónde está el lago?
BUZÓN: [email protected]
WEB: http://lopezarriaga.blogspot.com
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