El  PRD,  era  el dueño del engomado  de izquierda por excelencia, pero por ambición  y mezquindad política,  se cambió al carril del aventurerismo  canibalesco. En pocas palabras, el resultado fue que, sus tribus amarrillentas,  se pusieron a comer  de  los desperdicios que  una derecha variopinta,  de cuello blanco les  arrojaba.

 ¿Y el PRI..?  Alguna vez se le recuerda  como aquel  personaje del cuento  escrito  por  Oscar Wilde, “El Gigante Egoista”,(fase posterior del Ogro Filantrópico) mismo que nació como una organización de centro izquierda,  hasta se dio el lujo de manejar un bagage conceptual  marxista, en los tiempos de Lázaro Cárdenas.

  Pero después  Avila  Camacho destapó  la Caja de  Pandora  del alemanismo,  que institucionalizaría  la corrupción, para quedarse. Y el PRI se fue corriendo inexorablemente hacia la derecha.

 Del autoritarismo de Echeverría  y la corrupción ilustrada de López  Portillo, pasando por la doble moral de Miguel  de la Madrid, la ambición desmedida de Salinas, y el ni huele ni hiede  de Zedillo, hasta llegar a la demagogia ranchera de la alternancia y la decepción foxista; la fiesta de sangre  del “Calígula” Calderón. Rematando con el sexenio versallesco de Peña Nieto..sus viajes  y sus viejas,  hormonales herencias de aquel estilo mexiquense, instituído por Adolfo  López Mateos.

 Hasta  llegar  a la cabecita de algodón,  el hijo pródigo del paraíso tabasqueño, que no pudo ser Gobernador de su estado, pero se enganchó  a la coyuntura movilizadora de la izquierda cardenista. Y finalmente se coló  como el sucesor  de  Cuauhtemoc  en el gobierno capitalino.

 Dieciocho años terqueó en la postulación incesante de una candidatura presidencial; que ya lo había convertido en el caudillo del ya merito; que tuvo que esperar hasta  que el sistema neoliberal se pudriese hasta los tuétanos. Corrupción, criminalidad, y miseria social, hasta decir basta, fueron los peldaños dorados  por los que llegó a  la cumbre del poder con más de 30 millones de votos.

 Aunque, hoy,  el fuego de la realidad  pandémica está  devorando el capital  político de este tigrazo  de papel votante, mientras  su Frankenstein moreno, parece haber caído por el despejadero, y la oligarquía furiosa, y los puñales neoliberales, todos  se le echan de a montón, como al  “Charrasqueado” del Corrido, que se creyó de las urnas consentido.

  Ahorita las encuestas ya lo bajaron del Olimpo, y lo convirtieron de nueva cuenta en un ser mortal,  que finalmente se miró en el espejo del rey desnudo. Y  vio con asombro  su traje invisible  de ocurrencias con las que hasta ahora ha tratado de gobernar el país. 

   Si Sigmund Freud viviese ya lo hubiera llamado a su diván  de los sueños disparatados  y lo hubiese diseccionado con  su bisturí  psicoanalítico, hasta regresarlo a su infancia lactante de Dos Bocas. Y corregirle su obsesión oral por el Tren Maya. O  exhibirlo en  la liviandad impudorosa  de Santa Lucía.

El Cesar  de Macuspana está políticamente herido. Se le percibe ya en el rictus amargo  y apretado  de las Mañaneras recientes. Parece que, Morelos, Zapata  y todos los héroes  de la reforma, la independencia y la revolución, le están quedando grandes.

    Ya hasta  su hijo putativo,  el  “Bruto” del PRI, (en alusión al político y militar romano, Marco Junio Bruto), Alejandro  Cárdenas  está conspirando  contra el  Peje.

Y los fariseos  panistas, dueños de la verdad absoluta, iconoclastas  del chavismo venezolano, y adoradores  del pragmatismo azul, que traicionó a Carlos  Castillo  Peraza, y a la ideología fundacional de Gómez Morín, pasando por la defección contra Maquío. Lo cierto es que, hoy han olfateado la sangre color magenta  de la 4T,  y como escualos de ojos fríos y metálicos,  han empezado  a nadar en círculos sobre las aguas revueltas del sistema.

 Los panistas, ciertamente no son los  pescadores bíblicos de la literatura cristiana, sino más bien los piratas  de un milenio  desacralizado, donde  la ideología  de aquella  burguesía  confesionaria, adoradora de Maximiliano, ha cedido el paso  a una pléyade de cuadros  de linea dura, forjados en las peores tempestades políticas. Y armados con la filosofía hankiana de que un político  pobre, es un pobre  político.

Para ellos, los dos principios rectores de la política,  son el dinero y el poder,  herramientas gemelas que confirman la sentencia maquiavelista de que el fin justifica los medios..o los miedos.

En resumibles cuentas, es esta la historia  de una partidocracia que hoy parece haber agotado  sus respectivas  narrativas, de cara a una  realidad enfermiza que les  exige y los desgasta, de cara a la elección del 2021.

   La  democrática pandemia del COVID-19, los está dejando a todos  rabones. Y francamente no sabemos  quienes de ellos vayan a capitalizar los espacios  vacíos que posiblemente deje MORENA, en sus mermadas expectativas de triunfo.

 Hasta ahora, no se ve que el PAN esté  asumiendo la vanguardia opositora en México.  El PRD  está  abatido políticamente hablando. El PRI  da pena ajena.  ¿O  “Peña” ajena?

Y MORENA  es  una entelequia  que cada vez más se evapora en el aire republicano preñado de Coronavirus.

Prácticamente todos los partidos  sin excepción  están asados.

 Pero habrá que ver, cual es su capacidad o su discapacidad de respuesta para  el año próximo.

 Una cosa es cierta:  nuestra democracia  representativa vive una profunda crisis.  El riesgo es que caigamos en un régimen extremista y autoritario.

 Con todo  y su cancelación  de libertades.