Es ya hacia el atardecer y  me urge encontrar uno de los tantos libros que se han escrito sobre ese AMLO  que todavía no  llegaba a la Presidencia. Hurgo en mi biblioteca  y sacó  algunos ejemplares  donde se narran los más diversos matices de la vida política y personal del actual jefe político del país. En ninguno  de ellos encuentro lo que busco. Pero no me doy por vencido. Y mi perseverancia (al estilo  Andrés  Manuel), rinde sus frutos.

  El libro se llama: “Historia Política y Personal del Jefe de Gobierno del DF”. Fue escrito por Alejandro Trelles y  Héctor Zagal.  Dicha obra, salió a la luz en el 2004, y en su portada, se puede ver una foto mostrando la parte  superior del cuerpo de un Andrés Manuel más joven, vistiendo un saco gris, con una camisa amarilla tenue. Una frase en pequeñas letras blancas, adelanta con precisión,  lo que constituye la esencia de esas 290 páginas:

  “Claves para conocer al más controvertido líder de México”.

  Y  es justamente en la página 19 de este libro  que  encontramos  una anécdota  fundamental   del bebecín AMLITO, narrada  por su propio padre  Andrés  López  Ramón. Se trata de un rasgo que acompañaría, (y sigue acompañando), al hoy Presidente del país.

  He aquí el testimonio:

  “Le pusimos Andrés  Manuel, porque pensamos que ya no habría otro hijo..De chamaco, dice don Andrés,  tenía una enfermedad: no se le podía decir nada, ni regañarlo. Se trababa.  Alguien me dijo que lo que necesitaba era un par de nalgadas bien dadas. ¿Pero como le iba a pegar a mi hijo?  Total que un día, cuando  se trabó, me animé a darle un par de nalgadas. Él hizo: ¡Ahh!, y se le quitó esa enfermedad”.

Uno de los principales rasgos   que definen de una manera marcada, la personalidad del actual Presidente de la república, es su terquedad, su obstinación, un concepto de doble filo que igual le ha servido para avanzar hasta ocupar el cargo más  importante del país, que para ser castigado por las circunstancias de la historia que lo rodea.

  El primero de diciembre de 2018, ya con la banda presidencial cruzándole el pecho, AMLO  pronunció varias frases para el anecdotario: una de ellas fue que había llegado a la Presidencia, gracias a su terquedad o a su perseverancia y disciplina.

  Terquedad para  buscar el poder presidencial en tres ocasiones consecutivas. Terquedad para  imponer proyectos polémicos, como el de Dos Bocas Tabasco. Pero también esa misma obstinación,  hoy en plena crisis sanitaria, del COVID-19 en México,  le  está generando fuertes  críticas  y señalamientos,  de sus  adversarios  políticos.

 Primero, lo criticaron por su insistencia en minimizar la peligrosidad  de la contingencia sanitaria, derivada del coronavirus. Hoy lo señalan por su empecinamiento en mantener una estrategia económica, a  contracorriente  de los países del mundo.

  Y  es justo en este punto, donde  retornamos al tema que da el título a  la presente colaboración: ¿Cuántas nalgadas  le ha dado a realidad  política y económica a  un Presidente AMLO  cuyo carácter  terco  y obstinado, sigue siendo fiel a aquella  personalidad empecinada  que ya afloraba  con fuerza, desde su etapa  de  bebé tabasqueño..?

 Me parece, sin temor a equivocarme, que  el COVID-19 y su estrepitoso impacto en la economía  y la sociedad  mexicana,  es  el primer golpe de realidad  que resiente  Andrés  Manuel  López  Obrador, como titular  del Poder  Ejecutivo federal.

  Si con  esta nalgada, (aunque podría  ser un golpe mucho más duro, pues en política las coas son más rudas), AMLO  no entiende  y corrige su actitud ante el país,   como lo está haciendo ahora, al descobijar a las pequeñas  y medianas empresas,  entonces  el segundo escarmiento podría llegar en el 2021, año en el que estará  en juego la cámara de diputados  y más de una docena  de gubernaturas.

  ¿Se cumplirá la profecía paterna, a la manera de don Andrés López  Ramón, cuando dijo que con dos nalgadas le quitó a su hijo  la enfermedad de trabarse?

  Andrés Manuel  López  Obrador, es el Presidente de todos los  mexicanos. El primer gran caudillo del siglo y del milenio,  en nuestro país. Pero el tiempo  complejo que estamos viviendo no respeta investiduras, y reparte  nalgadas  y escarmientos, por todos lados, y sin importar jerarquías.

 Por lo pronto, la realidad  social y económica, le está  asestando a Palacio  Nacional, su primer nalgada, ante un Presidente trabado  en su postura de no reconocer, lo que ahora le hace falta al país.

En 2021 podría darse la segunda, pero de  naturaleza  política. Aunque a solo dos años de definir al sucesor, esperemos que no sea tarde.