Por: Ricardo Hernández.-

En el episodio anterior un hombre ebrio mató al perrito Krosti…

_ ¡Hola, Saida Sofía!, buenos días. Entra por favor. Me sorprende poder verte tan temprano. ¿Qué te trae por aquí? ¡Pasa, pasa! Toma asiento, en esa silla. Si no te importa voy a cerrar la puerta.

_ ¿No te interrumpo? Vine a buscarte porque me quedé con la duda el día de ayer, como era de noche y ya tenía demasiado sueño no quise a largar más la conversación.

_ Te escucho.

_ Es con respecto a mi perrito Krosti. Lo último que recuerdo es que ibas a pedir ayuda a Oscar, el guardabosques, para localizar a quién ¿al perrito o al que lo mató?

_ Me gustaría poder decirte que, a tu perrito, pero qué explicación le vamos a dar al niño de los hoyitos cuando se entere de la verdad. ¿No crees que lo lastimaremos? Imagino la razón que tuviste para inventarle la historia de que el perrito se extravió en el bosque, solo que no pensaste en el daño que pudiste causarle con esa mentira. El niño es muy listo, de no saber la verdad a tiempo ¿estás preparada para ser la decepción?

_ Tienes razón, no pensé en eso. ¿Ahora qué le voy a decir? Por eso pensaste en que el guardabosques nos podría ayudar a encontrar a un perrito cuya existencia solo tú y yo sabemos que se encuentra enterrado al pie de un árbol de pino. Al no encontrar al perrito en el bosque ahí terminaría la historia. ¿Pero qué hay del asesino? No nos hemos puesto a pensar que una vez que llegó a la sobriedad, quizás le remordió la conciencia y a estas alturas ya le habrá contado la verdad a quién sabe cuántos. ¡Oh, Dios mío! ¡En qué lío nos encontramos ahora! Si todo iba bien, ¿por qué tenía que sucederme esto?

_ Lo único cierto en la vida es que algún día moriremos, ¿cuándo? No se sabe. Ahora lo que tenemos que hacer es guardar la calma. En un rato más saldré a buscar a Oscar, le diré lo mismo que te dije a noche: saldremos a buscar a Krosti. En el camino le contaré a Oscar la verdad. Lo de la búsqueda en el bosque es para disimular un poco.

_ ¿Por qué buscar lo que ya no existe, Nicanor?

_ Según la experiencia, cuando un hombre llega a un estado de alcoholismo por lo general no recuerda nada de lo que hizo alcoholizado. Hasta que alguien le refresca en su cara todos los destrozos que causó el día anterior. No tardaremos en encontrar al responsable de la muerte de Krosti. Tal vez el guardabosques no encuentre al perrito, pero sí al culpable.

_ Nicanor, no quiero problemas; además no estamos seguros de que el hombre viniera en ese estado. No te has puesto a pensar que tal vez sea un loquito.

_ No podemos dejar que alguien te falte al respeto. Recuerda que vives sola. Ahorita fue el perro, y mañana…; no quiero ni pensarlo. Ya verás como arreglamos las cosas sin que se llegue a más. De cualquier forma, ese tipo tiene que pagar por la falta cometida.

_ ¿Qué castigo le pueden aplicar?

_ De pronto ni yo mismo lo puedo saber. Se me ocurre sacarlo del bosque. En la ciudad un juez me dijo que había mil maneras de resolver un caso.

_ Cambiemos de tema, por favor. Me dan vértigos cuando se habla de casos legales, de cárceles y todo eso. Creo que comienza a hacerme falta la respiración. ¿Puedes abrir la puerta para que entre un poco de aire? El perdón, en todo caso, es lo que nos enseñaron desde niños. Mis padres nunca han dejado de repetírmelo. Prefiero perdonar a ese hombre. No busques a Oscar, te lo suplico. Ayúdame en eso; ayúdame a sentirme bien en este bosque, porque de lo contrario viviré en una agonía. Al niño de los hoyitos le explicaré que el perrito se perdió y nada más. ¿Puedes ayudarme a guardar el secreto? Es preferible eso que a causarle una angustia.

_ Haré lo que me pides, Saida Sofía.

_ Y si lo llegaras a hacer, te pido que solo lo sepas tú y nada más, por favor. Te lo agradeceré eternamente. ¿Por qué tienes tantos libros sobre el escritorio? ¡Mira un libro! “El bosque de los pigmeos”, Isabel Allende. Oh, por aquí hay un Diario “Memorias de un hombre solitario”. ¿Quién es ese hombre solitario? ¿Eres tú? Sí, apuesto a que eres tú. ¿Puedo leer lo que dice?

_ Por supuesto. Me da gusto que hayas cambiado de semblante. Me gustaría que aprovecháramos este momento para salir a caminar por el bosque. Siempre he tenido el deseo de poder hacerlo por la mañana.

_ Estoy de acuerdo contigo, Nicanor; en otra ocasión leeré tus escritos. ¡Pero qué tonta he sido! En mi bolsa traigo algo para almorzar.

_ Te propongo una cosa.

_ Dime. Haré lo que me pidas.

_ Vamos primero a caminar, de regreso probamos lo que cocinaste.

_ Sería mejor que almorzáramos en el camino; ya buscaremos un lugar apropiado.

_ Por aquí dejé mi bastón. Aquí está, vamos.

_ Por qué usas ese palo como bastón si todavía eres muy joven, ni siquiera se te ven las canas.

_ Desde que llegué a este hermoso lugar no he podido caminar bien; me he lastimado los tobillos muchas veces. De no apoyarme con el bastón no sé qué pasará en un futuro con mis pies.

_ Vámonos Nicanor, antes de que la neblina nos cubra o le dé al cielo por llover. Me acuerdas de buscar ramitas para preparar té de yerbanís.

_ Está bien. ¡Vámonos!

¡Hasta pronto!