Por Agustin Peña Cruz | NoticiasPC.com.mx |
Ciudad Altamira, Tamps.- La voz de los productores volvió a resonar con fuerza este fin
de semana, impulsada por un escenario agrícola cada vez más complicado. En entrevista,
el diputado federal César Augusto Verástegui Ostos, integrante de la Comisión de
Desarrollo y Conservación Rural, Agrícola y Autosuficiencia Alimentaria, ofreció una
evaluación directa y sin matices sobre la situación del campo en Tamaulipas y, por
extensión, del país. El diagnóstico —franco, crítico y con acento en la experiencia
personal— subraya una tendencia que, según explica, se ha profundizado a lo largo del
actual sexenio: “al gobierno federal no le interesa apoyar a los agricultores ni a los
ganaderos”.
El legislador, también productor, describe un panorama marcado por la incertidumbre, la
falta de regulación efectiva y un abandono institucional que se refleja tanto en el manejo del
sorgo como en el resto de las cadenas productivas. El caso de los sorgueros evidencia una
estructura comercial asimétrica: el precio se fija en la Bolsa de Chicago, pero los costos de
producción mexicanos se duplican frente a los de productores estadounidenses. “Nunca se
va a comparar un productor norteamericano con uno mexicano. Ellos compran insumos a la
mitad del precio”, afirma. El mismo fenómeno se repite, señala, en el maíz y en la caña de
azúcar.
Históricamente, los gobiernos protegieron sus sectores agropecuarios mediante aranceles y
esquemas de compensación. En cambio, sostiene, la administración federal actual ha
renunciado a ese papel: no regula, no interviene y tampoco comparecen ante el Congreso
los titulares de Senasica o la Secretaría de Agricultura para explicar decisiones que han
derivado en afectaciones directas al sector. La entrada sin control de ganado
centroamericano ilustra esta omisión. La presencia del gusano barrenador encendió alertas
repetidas en la comisión legislativa, pero la falta de acción culminó en la decisión de
Estados Unidos de cerrar la frontera al ganado mexicano. “Alertamos una vez, dos, tres,
cuatro veces. No hubo respuesta. Estados Unidos nos cerró la frontera, y ahora vamos a
ver las consecuencias”, advierte.
La situación anticipa un colapso silencioso: cuando termine el ciclo de engorda de los
productores nacionales y no puedan exportar, saturarán el mercado interno; mientras tanto,
seguirán entrando reses de Centroamérica. La ecuación es desigual. “A quien tiene dinero
para comprar carne no le importa adquirirla a Paraguay, Uruguay, Argentina o Brasil. Nos
compran a nosotros solo el ganado en pie. La carne la traen de otros países. Y al final
quedamos con el nuestro sin salida”.
El fondo del problema, enfatiza Verástegui Ostos, es político. La mayoría legislativa,
asegura, ha impuesto una visión centralizada que bloquea cualquier intento de equilibrio
institucional. “Ahorita no hay equilibrio en el poder. Todo está concentrado en uno solo. No
podemos hacer gran cosa”. A su juicio, los agricultores y ganaderos —quienes “viven bajo el

sol” y entienden la dimensión real del esfuerzo productivo— quedaron excluidos de la
definición de políticas públicas.
En San Fernando, Victoria y zonas de la frontera, regiones que el diputado identifica como
el “granero de México” en materia de sorgo, las expectativas de los productores dependen
más del clima que del gobierno. Y aunque la esperanza se mantiene, el escenario operativo
es cada vez más precario. La falta de apoyos, la volatilidad del mercado internacional, los
elevados costos de insumos y la ausencia de herramientas jurídicas para proteger la
producción configuran un territorio donde la rentabilidad se ha vuelto una excepción.
El legislador concluye que, si no se recupera el equilibrio de poderes en 2027, el abandono
del campo se profundizará. “La oportunidad vendrá solo si la gente decide que vuelva a
haber contrapesos. Hoy no los hay”.