CONFIDENCIAL
Por ROGELIO RODRÍGUEZ MENDOZA.
La salud pública sigue siendo la asignatura pendiente, la deuda más dolorosa y visible del gobierno. No hay discurso, reforma o promesa presidencial que logre ocultar lo evidente: enfermarse en México, sigue siendo un riesgo doble. Uno por la enfermedad. Y otro, acaso peor, por el sistema de salud que debería atenderla.
En teoría, debería ser el sector más protegido. Es el que toca la vida. El que define dignidad, esperanza y futuro. Pero en la práctica es un sistema que opera al límite, sostenido por el esfuerzo de médicos, enfermeras y trabajadores que hacen más de lo que pueden con menos de lo que tienen.
Un año ha pasado desde que Claudia Sheinbaum asumió la presidencia y la realidad no se ha movido del lugar donde la dejó Andrés Manuel López Obrador: rezagada, insuficiente, llena de vacíos operativos y decisiones improvisadas.
El llamado IMSS-Bienestar, que se anunció como el gran modelo universal de atención, sigue siendo una promesa en construcción. Una arquitectura sin acabados. Un proyecto al que le sobran discursos y le faltan camas, médicos, infraestructura y recursos reales.
Mientras tanto, los hospitales siguen siendo escenas repetidas de carencias. Pasillos sin aire acondicionado. Consultorios saturados. Equipos médicos descompuestos que esperan piezas que nunca llegan. Y farmacias donde la respuesta más frecuente es: “no hay”.
En Tamaulipas, los hospitales de Ciudad Victoria, Reynosa y Matamoros enfrentan demandas que superan con creces su capacidad instalada. La infraestructura es insuficiente para la población real a la que deben atender.
En los hospitales generales se repite la misma imagen: pacientes desplazándose entre ventanillas, buscando recetas, insistiendo por una consulta, con la dignidad en pausa y la salud en negociación permanente.
La escasez de medicamentos es un problema estructural, no coyuntural. Se ha vuelto regla, no excepción. Quien acude al sector público con una receta, sabe que una parte de ella la tendrá que pagar de su bolsillo.
La llamada federalización de los servicios de salud prometía corregir estos desequilibrios. Pero en los hechos ha provocado incertidumbre operativa. El personal médico no tiene claro su situación laboral. Algunos hospitales no saben a quién pedirle recursos. Y los gobiernos estatales perdieron margen de acción sin recibir a cambio una solución efectiva.
Tamaulipas ha buscado mantener estabilidad interna en su propio sistema estatal, pero está atrapado en una estructura nacional desordenada. No depende sólo de voluntad local. Depende de un diseño federal que, hasta ahora, ha mostrado más improvisación que estrategia.
Las Unidades de Medicina Familiar siguen rebasadas. Los hospitales generales operan casi siempre cerca del límite de camas disponibles. Y los pacientes en situación crítica deben esperar traslados que no siempre llegan a tiempo.
La atención materno-infantil, que debería ser intocable, todavía enfrenta episodios de negligencia estructural: falta de incubadoras, ausencia de especialistas, desabasto de insumos esenciales. Hablar de “progreso” en esas condiciones no sólo es irresponsable: es ofensivo.
Prevenir es más barato que curar, pero el presupuesto sigue privilegiando la operación inmediata en lugar de la planeación estratégica. Se invierte para resolver lo urgente, no para transformar lo importante.
La verdadera reforma de salud no se trata de cambiar el nombre de la institución, ni la sigla, ni la bandera política. Se trata de devolverle al ciudadano la certeza de que, cuando enferme, no estará solo, ni arruinado, ni condenado a mendigar atención.
La salud no espera. La salud no se pospone. La salud no se administra: se garantiza.
Y mientras eso no ocurra, la herida seguirá abierta. Y dolerá donde más duele un país: en su gente.
EL RESTO.
GATTÁS, EL FACTOR QUE MORENA NO PUEDE IGNORAR.
En la ruta hacia la sucesión de 2028, el alcalde victorense, Lalo Gattás destaca como una de las figuras con mayor presencia real en territorio. Desde Ciudad Victoria, ha construido un liderazgo basado en cercanía y resultados, gobernando una capital compleja con un estilo directo y sensible a las necesidades de la gente.
Su peso dentro de la Cuarta Transformación no es casual. Gattás fue de los pocos que trabajaron a ras de piso cuando el movimiento aún buscaba consolidarse en Tamaulipas, tejiendo estructura, sumando voluntades y conectando con sectores que hoy respaldan su crecimiento político. Su aporte fortaleció al proyecto en momentos clave.
Por eso, mientras la lista de aspirantes se depura, su nombre permanece con fuerza. La combinación de trabajo territorial, arraigo social y oficio político hace que, dentro de Morena, Gattás aparezca como una opción natural y competitiva rumbo al 2028.
ASI ANDAN LAS COSAS.
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