La Comuna
José Ángel Solorio Martínez
La senadora tamaulipeca, Olga Sosa Ruiz, para justificar su oscura fortuna, y engañar a sus conciudadanos, inventó una retórica fantasiosa: es heredera de una millonaria herencia de sus abuelos, producto de la venta de acciones de una potente empresa.
Ni es la beneficiaria, de un legado en metálico; ni tuvo abuelos potentados; ni existe el negocio, donde vendió sus activos.
Los orígenes modestos de Sosa Ruiz, tiene su fuente en su padre pequeño agricultor que centró su trabajo productivo, en el norte de Veracruz. Se expandió en las tierras -todas de temporal- que producía -vía renta de parcelas- por su apego al trabajo y su dedicación a las labores del campo.
(Como se sabe, en las zonas de temporal, las cosechas son de sobrevivencia; la fortuna del señor Sosa, fue por lo extenso de los terrenos).
Es decir: la venta de sorgo y maíz que sembraba en tierras veracruzanas, le generó una vida cómoda pero no para acumular millones con una agricultura precaria.
Al desaparecer su padre, la hoy senadora no se quedó desamparada: ya era diputada local por el PRI.
En Tampico, todos conocen la verdadera historia de Olga.
¿Existe la empresa en la cual realizó los movimientos de acciones?
No.
(La única actividad empresarial de la senadora, es un innovador negocio que sorprendió a la sociedad jaiba: un establecimiento de artículos y juguetes sexuales; sí: una sex shop. Y se duda, que esa tienda le haya generado las decenas de millones de pesos que presume, provienen de una fortuna familiar).
Al menos los tampiqueños originarios y los comerciantes de viejo cuño, no dan señas de ella.
¿Qué la hace mentir con tanto desparpajo?
No hay otra explicación: se apena, avergüenza de sus orígenes.
Prefirió pasar como la chica fifí, de la exclusiva sociedad tampiqueña, antes de asemejarse a una mujer normal de la cultura del esfuerzo.
Decidió ataviarse como la clase política arribista y acomodaticia del PRI y del PAN, porque perseguía el poder para servirse no para servir a la colectividad.
Ahora está clara, su desmedida ambición.
No le importó enlodarse con las complicidades de los reyes del guachicol en la región. Millones de dólares de los hermanos Carmona, fueron dispersados por ella en la entidad. Decenas de campañas, tuvieron el soporte de dólares sucios.
Fue la encargada, de cubrir los costos -por indicación de los reynosenses- de toda la movilización de varios alcaldes, diputados federales y diputados locales.
(Todavía recuerdan en el sur, el chistecito de Olga: desapareció el apoyo para la movilización y para la estructura electoral. Fueron varios millones de pesos).
Un orgullo para la equidad: muestra que las mujeres en política son igual de corruptas y aviesas, que los hombres.