Por la libre

Por: Edelmira Cerecedo Garcìa

Lo sucedido en la plaza principal de Xicoténcatl no fue un accidente: fue una imprudencia que raya en lo imperdonable. En medio de un evento familiar, con mujeres, niños y adultos mayores disfrutando del espectáculo de lucha libre por la concientización del cáncer de mama, un toro fue expuesto sin control, generando una escena de pánico que pudo terminar en tragedia.

El animal, fuera de todo resguardo, irrumpió entre la gente, causando crisis nerviosas a varias personas. Y aunque Protección Civil actuó con rapidez, y un ciudadano valiente, Adrián, logró lazar al toro evitando un daño mayor, la pregunta es inevitable: ¿quién permitió semejante irresponsabilidad? Porque en Xicoténcatl se sabe perfectamente de quién era el animal.

La presidenta municipal, Mariela López Sosa, no guardó silencio. Con firmeza exigió que los responsables den la cara y ofrezcan una disculpa pública. Y no se trata de un gesto simbólico: se trata de dignidad y respeto hacia la gente de Xico, que no merece ser tratada con esa falta de empatía. La seguridad estuvo presente, sí, pero lo que faltó y de manera grave fue el sentido común y la responsabilidad de quienes debieron prever las consecuencias de su descuido.

Porque no fue un hecho fortuito. Llevar un toro a una plaza pública llena de familias no tiene justificación alguna. Es un acto que demuestra negligencia, soberbia y una desconexión total con la realidad de un pueblo que confía en sus autoridades y espera de los organizadores, por lo menos, prudencia.

La alcaldesa lo dijo con claridad: hay que asumir las consecuencias. No basta con esconderse detrás del silencio o las excusas. La gente de Xicoténcatl merece respeto, merece que quienes provocaron el caos reconozcan su error de frente, con humildad y con la responsabilidad que exige un hecho de esta magnitud.

Hoy, el toro ya está controlado. Pero la imprudencia sigue suelta. Y esa, a diferencia del animal, no se contiene con un lazo: se enfrenta con verdad y con rendición de cuentas.