Golpe a golpe
Por Juan Sánchez Mendoza
La explosión demográfica de cualquier localidad fronteriza trae consigo problemas que ameritan ser atendidos adecuadamente, pues de lo contrario más temprano que tarde provocarían crisis social y rebasarían todo control de la autoridad.
Entre las disfunciones más comunes sobresalen la inmigración, el desempleo, la inseguridad y la carencia de servicios públicos adecuados.
Cotidianamente somos testigos de las críticas fundadas hacia la alta burocracia de parte de la ciudadanía o sus representantes, al comprobar cómo los funcionarios federales le sacan la vuelta a la necesidad de apoyar con más recursos a los municipios fronterizos que tantos miles de millones de pesos generan al sistema hacendario vía impuestos.
Drenaje, pavimentación, agua potable, alumbrado, seguridad, vivienda, servicios de salud y transporte público, son algunas asignaturas que siempre han estado pendientes de resolver en las ciudades fronterizas, en tanto que éstas crecen a ritmos vertiginosos y los presupuestos se achican ante la problemática.
En este contexto se acarrean verdaderos lastres, y, con todo y la oferta federal de atender el fenómeno para regular el desarrollo urbano acá de este lado, las dificultades siguen al alza porque no existe una adecuada planeación estratégica mediante la cual se visualice el desarrollo y fortalecimiento de nuestra zona limítrofe con Estados Unidos.
Por eso es necesario construir nuevos mecanismos de gestión y administración pública, que permitan a los ayuntamientos fronterizos encarar en mejores condiciones los retos de desarrollo y la competitividad.
Los alcaldes saben que es tiempo de impulsar nuevas iniciativas que aceleren la integración regional y fortalezcan el crecimiento de las comunidades fronterizas, pero no todos, pues hay casos en que lo más importante es hacer futurismo, como puntualmente lo han consignado algunos analistas y lo comentan cotidianamente hasta algunos de sus más cercanos colaboradores.
Todo lo contrario, ocurre en otros municipios, donde los alcaldes se han entregado de tiempo completo a cumplir con su quehacer público, sin que por el momento les seduzca el canto de las sirenas.
El caso de los ediles de la llamada frontera chica se cuece aparte, ya que estos han optado por no meterse en problemas políticos que no son de su incumbencia y tratan de llevar la fiesta en paz.
En fin, esta es sólo una pequeña observación del escenario político-administrativo que, por cierto, refleja la frontera tamaulipeca en la víspera de iniciar el segundo año de ejercicio constitucional.
Inseguridad, a la baja
La inseguridad pública no es asunto privativo de Tamaulipas, pues igual se padece en toda la geografía nacional, como bien se advierte en los medios de comunicación masiva que puntualmente dan cuenta de la lucha cotidiana que las fuerzas armadas libran contra bandas delictivas y en torno a los enfrentamientos entre grupos malhechores.
Esta situación nadie la desconoce. Pero tampoco se pasa por alto la firme disposición gubernamental para al menos aquí en la entidad, con apoyo federal por supuesto, procurar el bienestar ciudadano.
Surge este comentario porque el Gobierno de Tamaulipas ha refrendado su voluntad para redoblar esfuerzos contra la delincuencia.
Y lo hace sin ocultar la situación real que estamos viviendo.
Para dar certidumbre a los habitantes tamaulipecos, sé que ya se ha reforzado un operativo especial donde participan la Guardia Nacional y la Guardia Estatal, a fin de que las carreteras estatales sean más seguras.
‘Madrugadores’
Nunca como ahora en la capital tamaulipeca hubo tantos acelerados con el sueño de ser candidatos a la alcaldía, cuando apenas está por cumplirse el primer año de ejercicio constitucional.
No porque la oposición tenga posibilidades de ganar la plaza, sino por el ‘jaloneo’ por la candidatura de Movimiento Regeneración Nacional (morena) que despierta una feroz hambruna por el poder.
Lo saben el jefe político estatal y la estructura guinda.
Pero hay necios que le apuestan al dedazo filtrándole a la prensa supuestas señales, de ‘muy arriba’.
Usted, seguramente, ya los ubica en el Congreso local, repartiendo tinacos u ofertando mejores condiciones de trabajo, siendo que la política laboral se fija allá en la Ciudad de México y no en un escritorio de la torre.
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