Por René Martínez Bravo

En política suele decirse que “los grandes proyectos empiezan por lo básico”: agua que corra, calles sin baches y lámparas que sí prendan. Y en Nuevo Laredo, Carmen Lilia Canturosas parece haber entendido que la transformación no se mide en discursos rimbombantes, sino en realidades palpables: que el foco de la esquina funcione, que el parque esté limpio y que la calle no parezca campo minado.

El programa “Nuevo Laredo se Prende” no fue solo un slogan para la foto; fueron 33 mil luminarias LED que cambiaron la narrativa nocturna de la ciudad. Porque seamos francos: un barrio bien iluminado no solo luce bonito, también espanta a la delincuencia y devuelve confianza a las familias. Ahí está una de esas jugadas que parecen simples, pero que pegan directo en la seguridad y en la percepción ciudadana.

¿Y los baches? Pues resulta que sí tienen quien los repare. Más de 2 mil 300 cráteres urbanos tapados y una inversión de 122 millones de pesos en mantenimiento vial. Nada glamoroso, sí, pero a la hora de manejar se agradece más un buen pavimento que una estatua nueva en la plaza.

Lo mismo con los parques y jardines: rescatar lo público es darle dignidad a la convivencia. Los casi 50 millones de pesos invertidos no son un adorno, son la diferencia entre un baldío abandonado y un espacio que invita a la familia.

En pocas palabras, Carmen Lilia ha demostrado que gobernar también es entender que la grandeza empieza en lo pequeño. Que no se trata de inventar la pólvora, sino de asegurar que la ciudad funcione, que huela a orden y que brille de noche.

Y ojo: en un tiempo donde muchos buscan reflectores para verse en la foto, ella ha preferido que brille la ciudad. Eso, en política, se traduce en algo más que administración: se traduce en proyección. Porque cuando se gobierna con resultados, la calle habla… y la calle suele hablar más fuerte que las encuestas.

¿Será que el camino de Carmen Lilia va más allá de Nuevo Laredo? Eso ya se verá en el momento adecuado. Por lo pronto, la ciudad ya se prendió… y quién sabe si también la mecha de la sucesión.

Hasta la próxima

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