Entre Nos…

Por: Carlos Santamaría Ochoa.-

 

Viene a recuerdo aquel viejo cuento que nos contaron seguramente a csi todos, y que se refería a aquel pastorcillo mentiroso y juguetón, que en su pecado llevó la penitencia.

Cómo no recordar las viejas historias que Melissa Sierra contaba en sus discos L.P., o algunos otros contadores de cuentos infantiles, o las abuelas y padres que nos recordaban que la mentira no deja nada bueno.

La historia se refiere a un pastorcillo, de apariencia delgada y vivaracha, que gustaba de jugar bromas. Los suyos en cuanto a pedir ayuda, y disfrutaba cuando la gente apurada salía en su encuentro.

El pastorcillo se la pasaba cantando y bailando: era lo único para lo que servía (cualquier parecido es mera coincidencia), y cuando no tenía mucho qué hacer, se le ocurría gritar por el pueblo: “¡Es el lobo!, ¡viene el lobo! Y la gente salía despavorida en su defensa: tomaban hachas, palos y todo lo que tenían a su alcance, para poder salvar las ovejas del pastorcillo mentiroso y juguetón, procurando que el malvado y feroz lobo no se comiera a sus ovejas, y porque el pastorcillo no tenía más que a su familia, con la que compartía sus bienes (dicen que repartía hasta lo que no era de él). El pastorcillo estallaba en sonoras carcajadas, porque sabía que gozaba de impunidad propiciada por factores superiores, y que evitaban que la gente hiciera justicia con él por su falta de probidad y honestidad.

Asustaba de más, y hacía que la gente se asustara y corriera en defensa de él.

Y esto lo hacía todos los días que tenía momentos de aburrimiento.

Sin embargo, sucedió lo predecible: un día, la gente dejó de creerle esos gritos, y uno de los pobladores dijo que no iría en su auxilio: a él, se sumó otro, y otro, y otro y así, hasta que todo el pueblo se sumó al rechazo por la serie de mentiras del pasado.

Y sucedió que ese día sí llegó el lobo y se comió a las ovejas del pastorcillo que, temeroso y apurado gritaba a todos por ayuda: suplicaba que le creyeran, después de haber vivido una temporada de las mentiras y de denostar la voluntad y deseo de los demás.

Hasta que quedó sin ovejas.

La moraleja del cuento nos dice que las mentiras repetidas muchas veces pueden ocasionar reacciones inadecuadas, y en ese sentido, podemos perder el apoyo de los que realmente nos apoyaron y nos quisieron alguna vez.

Sucede hoy en nuestros días, en un lugar como aquel pueblecito sin futuro y con una infraestructura pésima, que tenemos a una especie de “pastorcillo”, aunque éste no es capaz de mover a una oveja siquiera, porque no se permite el tiempo de hacerlo: para él, solo es importante su baile y sus mentiras, su forma de engañar y de disponer de los bienes de los demás en una forma por demás inadecuada, propiciando la participación de sus más cercanos familiares en una especie de saqueo, que en el cuento significaba un abuso de confianza, y que en nuestros días implica deshonestidad, fraude y malos manejos.

La noche del viernes dijeron que un rayo dañó los equipos de la Comisión de Agua potable y Alcantarillado de Victoria, y para variar, decenas de puntos habitacionales, colonias y barrios, se quedaron sin agua una vez más.

Pudo haber sido cierto lo del rayo, pero nos han engañado tantas veces a los ciudadanos que ninguno creemos que haya sido un rayo eléctrico, sino un rayo de deshonestidad y malos manejos: un rayo de fraudes y falta de mantenimiento y vocación, un rayo que ha llevado a la familia del “pastorcillo” en cuestión los muchos recursos que han sido sustraídos de las nóminas locales para bien de unos cuantos -y unas cuantas, principalmente- amparado en la protección de alguien de muy arriba.

Hoy, no creemos que haya sido un rayo el que nos dejó sin agua, orque ya nos la han hecho muchas veces en distintas formas: el pastorcillo prefirió ir a cantar y bailar zumba que atender sus promesas de campaña.

Y el pueblo ya no le cree, por su terrible conducta inmoral, indecente y deshonesta.

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