Dr. Adán W. Echeverría-García
“Muchos cristianos llegan a Israel como turistas y se van como
sionistas con la misión de servir al pueblo judío
que está regresando del exilio.”
Dr. Bill Adams
Desde 1983, Ahmad Sobeh, un estudioso palestino, ya señalaba que en el problema palestino está el corazón de los problemas de la paz y de la guerra, pues tiene un carácter internacional inevitable, marcado por el colonialismo inglés y francés, por el imperialismo gringo y por el deseo sionista de expulsarlos del territorio que milenariamente ha sido suyo. Al favorecer el desigual enfrentamiento entre el pueblo palestino con el sionismo del estado artificial de Israel creado en 1948, el mundo occidental ha realizado durante más de 70 años una continuidad de ataques que para este 2025 se nos revela como un genocidio perpetrado por Israel y sus aliados sobre el pueblo palestino durante más de 100 años.
Un pueblo palestino del que la mayoría de su población se encuentra en el exilio enfrentando, una vez y otra más, a todos los países del mundo donde existan comunidades sionistas; ya que sigue siendo sometido a un trágico exilio desde 1948, cuando la Organización de las Naciones Unidas (ONU), obedeciendo a los gobiernos occidentales, perpetró la partición de Palestina; desde entonces el pueblo palestino no lucha para cambiar un régimen democrático ni contra una oligarquía dominante en su país; sino que fue desarraigado y arrojado por la fuerza de su hábitat natural lo que provocó la destrucción de su sociedad, implantándole artificialmente otra; por ende la lucha palestina ocurre en dos frentes: de adentro hacia adentro y de fuera hacia adentro al tener todo su territorio ocupado por las fuerzas sionistas. El pueblo palestino lucha tanto en el campo militar como el político, el social, el cultural y el económico; sobreviviendo de injusticias cometidas por un estado ficticio y artificial que ha decidido ocupar, disponer y usurpar, tanto su tierra como sus derechos.
Los hebreos fueron llamados así por los árabes al verlos “atravesar” el Mar Rojo, cuando escaparon de Egipto, guiados por Moisés, para perderse en el desierto del Sinaí. Luego invadieron las tierras de los cananeos, atacando ciudades como Jericó y Yoro Salem; yoro en el idioma de los cananeos significaba centro, ciudad; y salem se refiere al día de la paz para los cananeos. Los invasores hebreos conquistaron la ciudad de Yorosalem (Jerusalén), pero no la fundaron. En el año 923 a.C., bajo el reinado de Salomón, el reino de los hebreos se dividió en dos: hacia el norte quedó el reino de Israel, y hacia el sur el reino de Judea, dos reinos que siempre se mantuvieron en una lucha a muerte. Es necesario entender que el pasado de Israel evocado en la Biblia no es histórico sino mítico.
Para el 722 a.C. los asirios, procedentes del norte de Irak, invadieron el reino hebreo de Israel, y esclavizaron a sus habitantes llevándoselos como botín de guerra. Y no es sino hasta el 586 a.C. que los babilonios, procedentes del centro y sur de Irak, invaden el reino del sur, el de Judea, destruyendo el templo construido por el rey David, y destruyendo Jerusalén. Los hebreos de Judea fueron llevados a Babilonia como esclavos. Desde esa fecha, los hebreos de Judea no volvieron a Jerusalén sino hasta 1948 con la creación del estado artificial de Israel.
Para el año 538 a.C. el Imperio Persa, en su camino hacia Palestina, destruye Babilonia; ahí pide como guías a los más viejos hebreos para que los ayuden en el camino hacia la costa del Mar Rojo, ofreciéndoles reconstruir el templo de Jerusalén, pero los viejos hebreos rechazan acompañarlos porque ya se habían acostumbrado a la civilización de las ciudades babilónicas, al gran desarrollo que tenían y a su cultura, y no quisieron regresar. Solo los renegados de la sociedad hebrea acompañaron al rey persa hacia Palestina; y fue a ellos, a los que el imperio persa les reconstruyó el templo, pero los hebreos jamás volvieron a ser una autoridad en ese territorio.
Los persas dominaron la región hasta la llegada del macedonio Alejandro Magno en la siguiente invasión a Palestina ocurrida en el año 333 a.C. cuando el imperio griego conquistó toda la tierra de Canán.
La siguiente invasión fue la de los romanos en el año 64 a.C. y durante la dominación romana nace Jesucristo con un mensaje que poco a poco crea una nueva religión. Tras su asesinato en la cruz, sus seguidores cruzan el Mediterráneo hacia Chipre, Grecia, Roma; y es justo en Roma en donde el cristianismo se vuelve religión de estado en el año 380 d.C.; pero el imperio romano, en su decadencia, para el año 395 d.C. se parte en dos, formándose los imperios romanos de occidente y romano de oriente, éste último con su capital en Bizancio (imperio Bizantino). En el imperio romano de occidente se construye la ciudad del Vaticano, que para el 1929 se vuelve una independiente ciudad estado; pero que, desde la creación del imperio romano de occidente, y durante toda la Edad Media (del 476 a 1492), creó, nombró y desarrolló a los reinos de Europa, y luego de América, afianzando así al cristianismo como religión occidental mayoritaria tal como se conoce hasta el día de hoy, donde se derivan el catolicismo, el luteranismo, y las demás órdenes y sectas protestantes y puritanas, todas ellas cristianas.
Es justo durante el dominio romano de Palestina cuando ocurre la diáspora judía, es decir, la dispersión de comunidades judías fuera de la región de Palestina, especialmente después de la destrucción del Segundo Templo de Jerusalén que realizan los romanos en el año 70 d.C. al sofocar un levantamiento contra el imperio.
Así, Palestina, ya sin judíos, siguió dominada por los romanos hasta el año 632 de nuestra era (consideremos que Roma, la capital del imperio, cayó en el año 476); y tampoco hay que olvidar que Mahoma comienza la predicación del islam en el año 610, luego de recibir la revelación del ángel Gabriel; que ese mismo año de 610, Mahoma llega a Jerusalén, donde rezó y luego visitó el cielo por una noche entera reuniéndose con Abraham, Moisés y con Jesús, según nos cuenta la tradición musulmana. Los romanos salen de la región ante la llegada de los árabes musulmanes. Esta invasión musulmana no solo abarcó Palestina sino también Jordania, Siria, Líbano, Irak, Egipto y toda la región de sus alrededores y hasta el norte de África y el sur de la península Ibérica; y son estas conquistas musulmanas de su territorio, las que dan al pueblo palestino la religión musulmana y el idioma árabe, que conservan hasta el día de hoy, junto con todos los territorios y pueblos que la rodean.
Reconozcamos también que la palabra filistín, quiere decir Palestina en árabe; proviene de los filisteos, que eran la mezcla entre los cananeos de la región y los inmigrantes del archipiélago griego desde hace más de 2500 años. Esta unión cultural ocurre en tiempos de la invasión hebrea a Canán como una forma de resistir a los invasores que llegaron señalando que su dios les había entregado esas tierras. Los términos filistín, filisteos, palestinos, Palestina, se conocen a través de los años, y a pesar de todas las invasiones de los pueblos que hemos relatado: hebreos, babilonios, persas, griegos, romanos, y árabes musulmanes, y subsiste incluso hasta en el tiempo de las cruzadas que inician en el año de 1096.
Para el año 1099, el líder de los cruzados Godofredo de Bouillón toma Jerusalén, así los reinos cristianos europeos también dominaron Palestina; permitiendo que sus habitantes sostuvieran cualesquiera de las tres religiones monoteístas: musulmana en su mayoría, judeo-hebraica y cristiana, haciéndolas convivir.
Para el año 1187 Saladino, sultán de Egipto y Siria, recupera Palestina expulsando a los cruzados cristianos europeos, volviendo a reafirmar el carácter irrevocablemente árabe de mayoría musulmana en la región.
La penúltima invasión a Palestina ocurre en 1517 por los otomanos procedentes de Turquía. Esta ocupación, también de religión musulmana, se extiende en el tiempo durante cuatro siglos, hasta el fin de la Primera Guerra Mundial en 1918, cuando el imperio otomano pierde gran parte de sus territorios, lo que se tradujo en el fin de este imperio para el año 1922.
Pero ya desde 1916 Inglaterra y Francia, habían firmado el acuerdo secreto Sikes-Picot donde estipularon como se repartirían los territorios tomados a los otomanos; un acuerdo que traicionó la relación de los árabes con Inglaterra; pues los árabes sólo habían decidido levantarse contra el imperio otomano, apoyando a los aliados; porque éstos les habían ofrecido recuperar su independencia al finalizar la guerra; lo cual desde luego no ocurrió. Todo lo contrario.
Para el 2 de noviembre de 1917 el secretario de asuntos exteriores británico en una carta dirigida al multimillonario judío Rothschild, de quien el gobierno monárquico recibió apoyo económico para hacer la guerra y sostenerla (la Primera Guerra Mundial), declara, a nombre del gobierno de su majestad británica, el propósito de hacer lo posible por formar en Palestina un “hogar nacional” para los judíos, “sin prejuicio de las otras minorías existentes en la región”. Las minorías a las que se refieren eran nada menos que el 92% de los habitantes de Palestina, ya que en aquel momento la comunidad judía que habitaba la zona era de apenas el 8% de la población, y apenas poseían el 2.5% de la superficie total de Palestina.
Al terminar la Primera Guerra Mundial, el reparto entre las naciones triunfadoras quedó de la siguiente manera: Palestina, Jordania e Irak se las quedó Inglaterra; Siria y Líbano fueron para Francia. Desde ese momento Inglaterra comenzó el proyecto colonial sionista que se le había ofrecido a Rothschild; se invitaba a colonos judíos a viajar a Palestina desde todas partes del mundo, y con solo llegar se les facilitaban armas, dinero y habitación; mientras que al campesino palestino se le enviaba a prisión por cualquier pretexto, como la portación de armas, si se le encontraba con una navaja, aunque la usara para sus labores agrícolas. El proyecto sionista en Palestina siempre ha estado acompañado de un proceso de separación de la población autóctona y, cuando ha sido posible, también de su expulsión. Para 1929, la desigualdad en el trato de las autoridades inglesas para con los palestinos musulmanes, frente al trato que se dispensaba a los colonos judíos, generó el primer movimiento revolucionario mediante guerrillas, que continuó en 1933 con jóvenes estudiantes universitarios, y habitantes de los campamentos de refugiados, combatiendo heroicamente contra el mandato inglés.
El sionismo ha utilizado el discurso del antisemitismo para afianzar su control social, impulsando entre los judíos la ideología innata del racismo y la xenofobia contra todos los no judíos.
Antes de la llegada de Hitler al poder, más del 80 % de los judíos europeos que huyeron o emigraron lo hicieron a América y no hacia Palestina. Entre 1935 y 1943, la gran mayoría de los judíos que huyeron del nazismo se refugiaron en la Unión Soviética no en Palestina. Después de la guerra, de los 3 millones de judíos que consiguieron sobrevivir al Holocausto en Europa, sólo el diez por ciento emigró a Palestina. La idea del “hogar nacional” para los judíos no estaba teniendo éxito; habría que obligarlos de alguna forma: y la propaganda del antisemitismo fue la mejor opción para hacerlos llegar a Palestina, a encontrar “refugio”. La idea de crear un Estado Artificial para el pueblo judío, al ser una respuesta nacionalista, traía adherido el mismo pensamiento que el nacionalismo centroeuropeo, e inevitablemente también adoptó las mismas características xenofóbicas.
Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial el proyecto colonial sionista del gobierno británico se vuelve mucho más hostil y violento en la región de Palestina, pues fomenta la creación de bandas sionistas militares y paramilitares, de bandas terroristas que siembran pánico y horror en las aldeas palestinas, matando, saqueando, robando, buscando la expulsión de los palestinos de sus tierras y sus hogares. La defensa sionista de los “derechos de nación” judíos, se puso muy por encima de los derechos de residencia de los árabes palestinos. Esto provocó un fuerte rechazo por parte de importantes sectores de la población judía no sionista, pues veían como una amenaza la “obligación sionista” de migrar a Palestina para su posición como ciudadanos de los países en los que residían, habían nacido y hecho comunidad: pues se reconocían como gringos judíos, no judíos gringos; se sentían europeos judíos, y no judíos europeos, como el sionismo les planteaba. Los no sionistas se asustaban ante la violencia de los sionistas por arrogarse la representación absoluta de los judíos. Ya que el sionismo es contrario a la integración de los judíos en las sociedades donde viven. Incluso, es necesario señalar que en 1909 se fundó Tel Aviv, la primera ciudad sólo judía que se convertiría en la capital del sionismo en Palestina.
Ya en 1922 el polaco judío Ben Gurión manifestaba su preocupación por el futuro del sionismo, y veía el peligro no en la resistencia árabe en Palestina sino en la poca implantación de la ideología nacionalista judía en el seno de la sociedad judía alrededor del mundo, y en el poco entusiasmo que mostraban las comunidades por emigrar a su “hogar nacional”. Pero si emigraban a Palestina era precisamente por su sionismo militante, y por ello, a los que nacían en la tierra conquistada se les socializaba desde la infancia en esta ideología nacionalista: un proyecto colonial “blanco”, con sustitución de la población indígena por población europea. Al emigrar a una tierra lejana a la que lo vio nacer, el individuo sionista adopta una nueva lengua, en la mayoría de los casos cambia de oficio, incluso cambia de nombre, modifica su modo de vida todo por el bien del proyecto nacionalista al que decide pertenecer.
Por eso desde 1920, y sobre todo para 1940, contando con el apoyo inglés, los paramilitares judíos crean en Palestina los grupos terroristas Haganá, Stern y el Irgum, que cometieron barbaridades contra el pueblo palestino en los alrededores de Jerusalén; estas espeluznantes masacres que realizaron tenían el propósito de provocar pánico y terror en 1947 y 1948, dentro de la sociedad civil palestina para obligarlos a que decidieran irse del territorio sino querían ser maltratados o morir. Pues para el sionismo, la existencia judía en una sociedad no judía significa un problema y la solución es la misma que defienden los antisemitas: la construcción de una sociedad judía separada de la sociedad gentil. La gran expulsión de población no blanca se produjo durante la guerra de 1948, el momento de la gran limpieza étnica en Palestina. Porque los europeos, judíos en este caso, se consideraron portadores de la modernidad y de la civilización sobre unos nativos primitivos que no constituyen una sociedad con derechos políticos en la región. El mismo argumento que en el siglo XVI esgrimieron los reyes católicos en la conquista y colonización de los pueblos originarios de América; y también el mismo argumento de los países europeos para invadir y colonizar extensos territorios de África: nacionalismo y colonialismo blanco, con una finalidad, el saqueo de sus recursos naturales, minerales y humanos. La única diferencia es la marcada xenofobia, en ésta el sionismo sobre el pueblo palestino se parece mucho más al trato que las colonias anglosajonas dispensaron a los pueblos originarios del norte de América. Nacionalismo, Colonialismo, Xenofobia, son los tres pilares del sionismo, siendo la xenofobia el objetivo más alto de su ideología, impulsando el desplazamiento de toda la sociedad árabe-palestina fuera del territorio.
Basado en el mismo sionismo, colonialista y nacionalista anglo-europeo, el trato más injusto a Palestina lo cometió la misma Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1947, al tomar la resolución de partir en dos a la nación palestina, que desde su pobreza y abandono alcanzaron a señalar: “Nosotros, los palestinos, somos la madre real del territorio, y no queremos la partición de nuestra patria en dos” que se proclamó desde sus autoridades, como el claro pensamiento de todos los palestinos.
El 14 de mayo de 1948, el polaco David Ben-Gurión, nacido David Yosef Grün, declara la fundación del Estado de Israel apropiándose del 56 por ciento del territorio (las zonas costeras más ricas), y partiendo en dos a Palestina; dejándoles una zona interna (42% de su territorio original), y otra con carácter internacional, donde se encuentra Jerusalén. Sin embargo, desde esa primera semana de su existencia, el estado de Israel no ocupó solo el 56% que le otorgó la ONU, sino que por la fuerza se apropió del 78% del territorio palestino, quedando la zona árabe dividida en dos partes, una pegada al Jordán de alrededor de 19% y otra de 3% que forma la franja de Gaza. Esta franja quedó en manos de Egipto.
Después del 15 de mayo de 1948 comienza lo que se ha conocido como “el problema palestino”, la creación artificial del Estado de Israel, que generó la expulsión de sus hogares de alrededor de 850 mil palestinos que buscaron refugio en los países árabes limítrofes: Jordania, Siria, Líbano y Egipto. Un hecho de suma importancia, es que los gringos reconocieron al Estado de Israel apenas 20 minutos después de que Ben Gurión hiciera el anuncio de su creación; pues hay que recordar que, desde entonces y aún hoy en el 2025, no es Israel quien tiene más judíos sino Gringolandia, por lo que el mundo judeo-cristiano occidental es quien impulsa el desarrollo de este estado artificial conocido como Israel. Ya en 1949 el estado de Israel fue aceptado como miembro de las naciones unidas; consumando así la usurpación de todos los derechos de los habitantes indígenas de los territorios palestinos. Pues la negación de la existencia de los palestinos como pueblo permitía a los sionistas negarle el derecho a la autodeterminación e incluso sus derechos individuales como personas.
Sin embargo, el Consejo Americano para el Judaísmo hizo una declaración en la que dejaban muy claro que el judaísmo era una identificación religiosa, no una nacional ni racial; y abogaban por la creación en Palestina de una estructura política democrática en la que ni la fe religiosa ni la ascendencia étnica fueran un impedimento para la plena participación en la política nacional; incluso señalando tener la esperanza de que el mundo de la posguerra permitiera la repatriación y la normalización de la vida de los judíos europeos en los países donde, antes de Hitler, tenían ciudadanía. Es decir, no todos los judíos deberían sentirse obligados a partir hacia Palestina, como los sionistas declaraban, sino que debían tener la oportunidad de volver a las tierras que los vio nacer y de donde tuvieron que salir huyendo.
Para 1954 jóvenes universitarios palestinos que estudiaban en El Cairo hicieron las primeras operaciones militares a través de las fronteras de Gaza y la tierra ocupada. Diez años después, para el último día de 1964, los fundadores de la revista Nueva Palestina, que la empezaron siendo estudiantes universitarios, haciéndola circular en los campamentos de refugiados palestinos, deciden lanzarse a la lucha armada para recuperar su territorio y sus derechos inalienables que les eran negados; así surge el Movimiento Nacional para la Liberación de Palestina (al Fatah). El 21 de marzo de 1968, 300 guerrilleros palestinos hacen frente a 12 mil soldados, causándoles 1200 bajas y cayendo como mártires 93 palestinos.
En 1967 la Guerra de los 6 días sacude a la región, la cual tuvo como ganador a Israel y entre otras conquistas territoriales, el mayor objetivo fue arrebatarle la Franja de Gaza a Egipto. Una guerra acordada con el mundo árabe, pues los países que rodeaban al estado artificial de Israel seguían bajo dominio británico en el sur y el oeste, mientras que en el norte, Líbano y Siria aún eran controladas por la administración francesa; aunque estos países tenían gobiernos “independientes”, sostenían estrechos lazos con los países europeos que les permitían dominar a sus ciudadanos árabes; eran gobiernos aún de corte dictatorial y con una pequeña burguesía militar a cargo; estos países decidieron plantar cara a Israel, para simular un apoyo irreal a la Revolución Palestina. De esta forma el mundo occidental volvería a culpar a los rebeldes palestinos de exigirle a los pueblos árabes atacar Israel.
En febrero de 1969, Yasser Arafat es elegido presidente del Comité Ejecutivo de la Organización para la Liberación de Palestina y como comandante en jefe de las fuerzas armadas, convirtiéndose en ese momento en su único y legítimo representante, sacudiéndose así la tutela de la Liga Árabe.
Para 1978 se firmaron los acuerdos de Camp David, ofreciendo falsa autonomía a los palestinos, pero manteniendo la ocupación militar de por vida; con estos acuerdos, occidente pretende señalar que palestinos solo son aquellos que vivan en los territorios ocupados por Israel, mientras que los más de tres millones que vivan en el exilio ya no lo son. Fue vergonzoso que, además, las negociaciones las mantuvieran egipcios, israelitas y gringos, para definir el futuro de los palestinos. Los acuerdos de Camp David pedían al pueblo palestino resignación y aceptación de la ocupación de su territorio de por vida. El Sinaí fue devuelto al país árabe, pero se dio la excepción con la Franja de Gaza, territorio que el Gobierno de Egipto decidió no tomar de regreso.
Desde el 10 de noviembre de 1975, la ONU condenó al sionismo por ser una forma clara de racismo. Por todo lo anterior podemos entender que, desde el sionismo, los derechos humanos de los palestinos tienen que supeditarse a los derechos políticos nacionales del invasor israelí sionista; mientras que los derechos humanos de los judíos europeos se convirtieron en un argumento esencial para justificar el proyecto nacional sionista, sin tener en cuenta que Palestina e Israel nunca fueron el principal refugio para los judíos perseguidos por el antisemitismo. No, sino para todo aquel sionista que considera mejor vivir en una sociedad exclusivamente judía, blanca y de ascendencia europea o gringa.
Y como el futuro de los palestinos se encuentra exclusivamente en Palestina, en una Palestina unida y no partida en dos; y en continuar la búsqueda del reconocimiento mundial como estado Palestino, entonces los palestinos siguen siendo la piedra que los sionistas tienen que expulsar, no hay forma de considerar la convivencia de vivir mezclados; es por ello que la población palestina también tuvo que radicalizarse tanto en ideología como en sus decisiones armamentistas: en su carta fundacional, Hamas deja claro que tienen como principal objetivo: la destrucción del Estado Artificial de Israel a través de la Yihad (guerra santa islámica).
Para diciembre de 1987, en el comienzo de la Intifada Palestina (levantamiento) contra la ocupación israelí, Hamas fue constituida por miembros de la Hermandad Musulmana y facciones religiosas de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), provocando rápidamente gran convocatoria y seguimiento. Pero en 2006, Hamas alcanzó el poder tras lograr una clara victoria en las elecciones para el Consejo Legislativo Palestino. Los resultados de las elecciones realizadas en Gaza se llevaron a cabo bajo supervisión internacional y dieron como ganador a Hamás, lo que automáticamente derivó en un bloqueo israelí a la Franja de Gaza. La otra facción palestina, Fatah, no aceptó el resultado de las elecciones y la discusión se trasladó al terreno militar. En junio de 2007, ambos grupos se enfrentaron en cruentos combates en Gaza que terminarían con Hamas a cargo de la Franja y su rival político Fatah gobernando desde Cisjordania.
En la madrugada del 7 de octubre de 2023, Hamás lanza uno de los mayores ataques de su historia contra Israel. Pero Israel mantiene en su poder las infraestructuras de agua y electricidad, así como la bandera del “antisemitismo” con el que se victimiza ante la comunidad internacional, exigiéndoles el apoyo necesario y la comprensión para atacar sin miramientos la Franje de Gaza, lo que le ha permitido tradicionalmente recurrir a todas las formas, legales e ilegales, la mayoría inhumanas, para castigar a la población palestina.
El 29 de diciembre de 2023, Sudáfrica presentó una denuncia ante la Corte Internacional de Justicia contra Israel por el genocidio en Gaza; en ella plantea la configuración genocida por la matanza de la población civil a gran escala en Gaza; la provocación de graves daños corporales y mentales a dicha población, el sometimiento a vivir en unas condiciones tales que conduzcan a la destrucción de tal grupo social, lo que incluye: expulsiones y desplazamientos de población a gran escala y destrucción en masa de sus hogares; privación de recursos alimenticios y agua; privación de asistencia y cuidados médicos adecuados; privación de acceso a adecuado refugio, ropa y condiciones higiénicas y sanitarias; y destrucción de la vida política y social de los palestinos en Gaza (destrucción completa de las infraestructuras para la vida cívica y social del grupo), además de actos encaminados a evitar nuevos nacimientos en el seno del grupo palestino.
En junio de 2025 en un informe publicado en el Harvard Dataverse el profesor israelí Yaakov Garb señala que 377 mil personas han sido desaparecidas por el ejército israelí en la Franja de Gaza.
Y acá es donde estamos situados, en una lucha internacional que condene el sionismo, que reconozca que el gobierno sionista del artificial estado de Israel está cometiendo un genocidio, y que éste no sucede como respuesta al ataque del 7 de octubre de 2025, sino que se viene perpetrando sistemáticamente desde 1922 con la entrega por parte del gobierno británico de territorios de Palestina a los sionistas, como pago a la dinastía Rothschild; y que ha ido creciendo desde el 15 de mayo de 1948 cuando las mismas Naciones Unidas decidieron partir Palestina.
La exigencia de paz no debe jamás considerar la expulsión del pueblo palestino de sus tierras, sino el castigo a las actitudes xenofóbicas y expansionistas de los sionistas, cuyo plan de ocupación de la zona está muy clara en la bandera de Israel: desde el río Nilo en Egipto, hasta el río Eufrates en Irak, tal como lo marcan las dos bandas azules que enmarcan la estrella, falsamente conocida como estrella de David; un símbolo que jamás fue utilizado por el rey David en la antigüedad, y del que no existe evidencia directa de su uso dentro de la Biblia, y que hoy es considerado por los historiados de las religiones apenas un símbolo apropiado por el sionismo.
Un sionismo cuya propaganda ha trascendido al judaísmo y encontrado eco en el cristianismo sectario, principalmente en las sectas cristianas gringas del centro y sur de aquel país, con manifestaciones como: “los judíos se centran en el sionismo judío y los cristianos se centran en el sionismo cristiano, pero en realidad hay un solo sionismo en el que centrarse, y ese es el sionismo bíblico”, que puede traducirse de nuevo como clasismo, colonialismo, nacionalismo y xenofobia de racistas blancos; ésos que en Europa desarrollan un odio sobre los marroquíes y demás migrantes africanos, o que en Gringolandia y Canadá estallan contra los negros, los mexicanos y demás migrantes latinoamericanos; estos grupos cristianos no solo están convencidos por la propaganda sionista, sino que reciben recursos económicos del enorme Lobby Israelí que controla e intenta mantener líneas de acción a todos los niveles de los gobiernos gringos, a nivel federal y en los estados, para fungir como servidumbre de los sionistas judíos.
Por todo lo anterior, como señalé al inicio de este texto: el pueblo palestino se sigue y seguirá enfrentando, una vez y otra más, a todos los países del mundo donde existan comunidades sionistas (judías, cristianas o bíblicas), hasta que el estado artificial de Israel consiga expulsar a todos los pueblos árabes del territorio existente entre el río Nilo y el río Éufrates, y eso, si es que no deciden seguir expandiéndose.
Referencias
Izquierdo, F. (2006). Sionismo y separación étnica en Palestina durante el Mandato británico: la defensa del trabajo judío. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales, 10(227), 205-228.
Pfoh, E. (2005). La historia antigua de Palestina a la luz de las recientes revisiones de la historia antigua de Israel. Aspectos ideológicos y políticos en torno al conflicto palestino-israelí. Relaciones Internacionales, 14(28).
Sela, D. (2021). La influencia de la religión en Hamas en relación al conflicto con Israel: 2005-2019 (Doctoral dissertation, Universidad de Belgrano-Facultad de Derecho y Ciencias Sociales-Licenciatura en Relaciones Internacionales).
Sobeh, A. (1983). Palestina: pasado, presente y futuro. Nueva Antropología, (20), 93-120.