“El problema ya no es la amenaza, sino la falta de respuesta institucional. Se comete un
atentado contra la libertad de expresión y nadie hace nada. Es la impunidad la que permite
la repetición”: Néstor Troncoso
Por Agustín Peña Cruz
Tampico, Tamps.– En una conversación tan cruda como necesaria, el activista y defensor
de derechos humanos Néstor Troncoso expone, sin eufemismos, la realidad que atraviesan
los comunicadores y ciudadanos en un país donde el derecho a informar y a ser informado
se ejerce a riesgo de vida. La entrevista, transmitida en el programa “Tarde de Café”, no es
una charla más; es una advertencia directa: la impunidad ha vencido a la justicia, y la
verdad es un acto de resistencia.
Durante más de una hora, Troncoso, figura incómoda para los poderes públicos,
desmenuzó los vacíos legales, las omisiones institucionales y las estructuras de poder que
han consolidado en Tamaulipas —y en buena parte de México— un sistema que opera más
como obstáculo que como garante de derechos. Su testimonio no es aislado: es reflejo de
una verdad sistemática que atraviesa silenciosamente los estados más golpeados por la
violencia, la corrupción y el descrédito institucional.
UNA ZONA DE SILENCIO: TAMAULIPAS Y LA IMPUNIDAD COMO NORMA
Néstor Troncoso no requiere cifras para demostrar el peligro. Lo vive. Lo enfrenta. Y lo
narra. Con la serenidad de quien ya no le teme al aparato de poder, denuncia que
periodistas como Gabriel Hernández, asesinado tras múltiples secuestros y amenazas,
fueron abandonados por el propio Estado, a pesar de haber solicitado medidas cautelares.
“El problema ya no es la amenaza, sino la falta de respuesta institucional. Se comete un
atentado contra la libertad de expresión y nadie hace nada. Es la impunidad la que permite
la repetición”, afirma.
Las palabras de Troncoso se suman a un contexto nacional donde, de acuerdo con Artículo
19, cada 13 horas se agrede a un periodista en México, y donde más del 95% de los casos
no se judicializan. En Tamaulipas, las agresiones provienen no solo del crimen organizado,
sino también de autoridades que, en lugar de proteger a los comunicadores, los
desacreditan, los vigilan y los marginan presupuestalmente.
“NO SOMOS BOTS, SOMOS ROSTRO, VOZ Y CARNE”
Durante la entrevista, Troncoso cuestiona con agudeza el fenómeno de la desinformación
orquestada desde cuentas falsas, alimentadas —según denuncia— por agencias de
comunicación financiadas con recursos públicos.
“Quieren que el periodista no tenga rostro. Que quien diga la verdad lo haga con miedo,
desde el anonimato. Nosotros damos la cara, cuestionamos, señalamos con nombre y
apellido”, afirma. Y añade: “Hay periodistas que manejan taxis, que dan clases, que tienen
negocios. ¿Por eso dejan de ser periodistas? El derecho a la libertad de expresión no es
exclusivo del asalariado de un medio. Es de todos”.
Esta reflexión cobra sentido cuando se analizan los criterios del Mecanismo Federal de
Protección a Periodistas, que ha sido señalado por organizaciones internacionales como
ineficiente, restrictivo y discriminatorio, al excluir a comunicadores independientes por no
cumplir requisitos burocráticos o por contar con otra fuente de ingreso.
DERECHO A LA CRÍTICA, NO A LA RELEVANCIA
Uno de los temas más profundos abordados en Tarde de Café fue la relación perversa entre
comunicación social y periodismo. Troncoso denunció que los recursos destinados a
informar se utilizan para “premiar al periodista obediente y castigar al incómodo”. De ahí
que, en su opinión, muchos gobiernos municipales conviertan las oficinas de prensa en
herramientas de propaganda.
“Comunicación social no es una agencia de premios ni un canal para repartir chayote. El
comunicador es la conexión entre la ciudadanía y el poder, no un emisario de halagos”,
sentenció.
También hizo referencia a la necesidad de profesionalizar las funciones del periodista desde
lo jurídico. Citó el Artículo 6° constitucional, el cual protege el derecho a no revelar fuentes,
y recordó que el ejercicio periodístico está amparado incluso cuando se comete desde la
periferia del sistema, con recursos propios y sin respaldo institucional.
EDUCACIÓN EMOCIONAL Y DESMANTELAMIENTO INSTITUCIONAL
Más allá del periodismo, la entrevista abordó con profundidad otro tema olvidado por la
agenda pública: la inteligencia emocional como derecho humano. Troncoso propuso que se
incluya explícitamente en la Constitución como una obligación del Estado.
“Estamos creando generaciones emocionalmente desorientadas, tecnológicamente aisladas
y sin habilidades de empatía. El caos social se cocina desde la omisión del sistema
educativo”, advirtió, recordando que la educación, desde 1917, debía ser científica y libre de
dogmas. Hoy, asegura, eso se ha perdido.
No fue su único señalamiento a la estructura del Estado. Denunció también la operación de
fiscalías que lucran con las carpetas de investigación, fiscales que piden sobornos para
emitir medidas cautelares, y policías sin viáticos ni dignidad laboral. “Quieren que el policía
sea respetuoso y profesional, pero lo tienen hambriento, desvelado y mal pagado”, reclamó.
PERIODISTA ENTRE DOS FUEGOS
Troncoso retrata una realidad alarmante: el periodista en México está más cerca del
enemigo que del ciudadano. Si critica al poder, es calumniado. Si investiga, es intimidado.
Si denuncia, es ignorado. La consecuencia: muchos callan, otros huyen, algunos mueren.
En palabras del activista: “Nos quieren desunidos, temerosos, aislados. Pero es momento
de unirnos como comunicadores, como ciudadanos, como defensores de derechos
humanos. Tenemos el deber ético de protegernos entre nosotros y de alzar la voz por
quienes ya no pueden hacerlo”.
CONTRA EL OLVIDO, LA PALABRA
Al final de la conversación, Troncoso no ofrece soluciones mágicas, pero sí una ruta: volver
a la conciencia, al valor de lo humano, al derecho de disentir. Llama a revisar la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, especialmente su Artículo 1: “Todos los seres
humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”. Y subraya que esto no es una
declaración romántica, sino una obligación moral.
Desde el rincón sur de México, en una modesta transmisión de Facebook, se emitió una
conversación que incomoda a los despachos oficiales, pero fortalece a una ciudadanía cada
vez más consciente. Tarde de Café no solo sirvió café: sirvió memoria, crítica y dignidad.
Porque como sentencia el propio Troncoso: “La verdad, cuando incomoda, es cuando más
necesaria se vuelve”.