CONFIDENCIAL
Por ROGELIO RODRÍGUEZ MENDOZA.
Desde la celda donde espera su juicio, Ovidio Guzmán López, alias “El Ratón”, ya no es simplemente el hijo del capo más célebre del narcotráfico. Ahora es una ficha de alto valor en el tablero judicial de los Estados Unidos. Y eso tiene al poder mexicano en modo pánico.
Porque cuando un capo como Ovidio se sienta a negociar con los fiscales gringos, no lo hace por gusto. Lo hace porque sabe que puede dar algo a cambio. Y en este caso, ese “algo” es información. Información que puede costar cabezas.
El gobierno mexicano lo sabe. Por eso ya lanzó el aviso: que si Estados Unidos llega a señalar a alguna figura mexicana, más vale que lo haga con pruebas. Ese reclamo anticipado tiene una razón de ser, porque allá, al norte del río Bravo, el sistema no necesita pruebas físicas para condenar. Basta con la palabra de un testigo protegido.
Así fue como tumbaron a Genaro García Luna: sin fotos, sin audios, sin documentos. Solo con testimonios de criminales confesos. Y lo condenaron. Punto. Con jurado de por medio.
Ovidio ya no pelea por su libertad. Está negociando su futuro. Uno con condena reducida, protección para sus hijos y, quizás, hasta inmunidad para algunos de los suyos. ¿A cambio de qué? De contar lo que sabe. Y créame: sabe mucho.
Ningún capo de su nivel se mueve solo. La maquinaria del narcotráfico, especialmente la del Cártel de Sinaloa, opera con redes de protección política, institucional, militar y empresarial. Si Ovidio empieza a tirar nombres, van a “volar” cabezas.
La pregunta ya no es si Ovidio hablará. La pregunta es cuánto está dispuesto a decir. Y sobre todo: a quién está dispuesto a entregar.
No se necesita ser adivino para anticipar lo que viene. El Cártel de Sinaloa no ha sobrevivido tantas décadas por astucia criminal únicamente. Ha resistido porque ha contado con cobertura institucional, con pactos silenciosos y con blindajes políticos.
¿Van a salir nombres de exgobernadores? Posiblemente. ¿Secretarios de Estado? Probablemente. ¿Altos mandos del Ejército? Tal vez. ¿Personajes actuales del gabinete? No sería descabellado.
La clase política mexicana se acostumbró a un país sin consecuencias. A vivir bajo la certeza de que todo puede ser negociado. Pero Estados Unidos juega con otras reglas. Allá no importa si el señalado es presidente, senador o cardenal. Si hay acuerdo de cooperación, el objetivo cae.
Ovidio no solo fue detenido. Fue entregado. Y quien lo entregó sabía perfectamente lo que implicaba soltarlo. Por eso extraña —y a la vez no— que desde entonces algunos rostros poderosos en México hayan bajado perfil o comenzado a blindarse con fuero.
El pacto de silencio está por romperse. Y cuando eso pase, se sabrá cuán alto llegaba la complicidad. Cuánto costaba la protección. Qué se prometía a cambio de impunidad.
La justicia gringa no tiene piedad con los corruptos de otros países. No le tiembla la mano. En cambio, aquí seguimos discutiendo si se puede confiar en un testigo que fue delincuente. Como si los criminales no fueran precisamente los que conocen el camino de la podredumbre.
El gobierno federal está nervioso. Lo ha dicho entre líneas. Lo ha dejado entrever en declaraciones, filtraciones y hasta en la ansiedad legislativa de blindar a sus cuadros. Pero el problema ya no está aquí. Está allá. Y allá ya empezó a hablar El Ratón.
Por eso los próximos meses serán de infarto para muchos. Porque el verdadero juicio a la corrupción mexicana podría no llevarse a cabo en un tribunal nacional, sino en una corte neoyorquina. Con subtítulos en inglés. Y con el apellido Guzmán encabezando cada audiencia.
Queda claro: cuando el Ratón habla, los elefantes tiemblan.
EL RESTO.
GATTÁS, LA APROBACIÓN NO SE IMPROVISA.
A fuerza de trabajo constante, atención directa al ciudadano y resultados tangibles, Eduardo Gattás Báez se ha ganado un lugar destacado entre los alcaldes de México mejor evaluados. La más reciente medición de la encuestadora Mitofsky lo posiciona en el lugar 13 de los presidentes municipales de capitales del país, y en el sitio 28 entre los 81 alcaldes de Morena, con un nivel de aprobación de 50.6 por ciento.
No es casualidad: Gattás ha entendido que el contacto con la gente no se suple con discursos, sino con acciones.
El avance de Victoria en los indicadores de percepción ciudadana es reflejo de una administración que escucha, resuelve y se mantiene cerca. La coordinación con el gobierno de Américo Villarreal Anaya ha sido clave para que lleguen a la capital obras de infraestructura y programas sociales que mejoran la calidad de vida. La sinergia institucional, lejos de la confrontación, está rindiendo frutos que se sienten en las colonias, en las calles y en los hogares.
Con finanzas ordenadas, servicios públicos en recuperación y una imagen urbana en transformación, Gattás ha logrado darle rumbo a una ciudad que durante años caminó a ciegas.
ASI ANDAN LAS COSAS.