La Comuna

José Ángel Solorio Martínez

La senadora tamaulipeca, Olga Sosa Ruiz, se está quedando sola. Sus colegas parlamentarios en el Senado de la República, le hicieron el vacío: nadie se sumó a su infantil explicación de la millonaria suma, que adjudicó a una herencia materna. Apestada por los humos del guachicol, se le borró su eterna sonrisa artificial.
Nadie la cuerpeó.
Y vaya que en estos momentos necesita oxígeno para superar el amargo trance de presión mediática.
Varios medios de circulación nacional, la inmiscuyen, la asocian, con el pillo nuevoleonés Alfonso Romo y su gigantesca lavandería de dinero que bautizó como Vector. Su defensa, resultó infructuosa; la opinión pública, incrédula como siempre, se quedó con la versión de que Sosa Ruiz es una lángara más de la política, cuya fortuna es explicable sólo por los dineros que el guachicol trianguló por medio de su persona a varias campañas.
Ni MORENA ha salido en su defensa.
Con razón: tomó una sana distancia de una de las personas que más denigra en el estado a la IVT.
Olga trae pus para dar, prestar y repartir.
Ahorita, ya apesta.
Los alcaldes que jubilosos mostraban sus fotografías con ella, ahora se ocultan de haber dado ese paso tan anticipado como peligroso.
La senadora tampiqueña, ya administraba esas amistades como la cargada que la señalaba como la precandidata de la presidenta Claudia Sheinbaum.
Todo resultó oropel.
Le aterciopelaron los oídos sus cercanos, alimentando su ego y su aspiración.
El pacto con el Nini Gómez Leal, hizo agua.
Habian logrado un acuerdo para ir juntos por la gubernatura.
Si el partido dictaminaba mujer, iba Sosa Ruiz; si decretaba hombre, era JR. Ambos signaron el pacto, con sus escuderos como testigos de honor, sus padrinos Adán Augusto Lopez y
Andy López Beltrán, ya se habían repartido el pastel.
No contaban con los voraces escenarios políticos y los dañinos remolinos del guachicol.
No es la herencia materna la que está pudriendo el proyecto de la senadora. Es su propia conducta, que la hermana con el mundo delincuencial de Nuevo León.
En todo caso, de darse el colapso de su sueño, es por el jugoso legado de los hermanos Carmona; ese sí fue real: se estima en varios millones de dólares.
Ni Olga, ni el Nini, soportan una superficial investigación de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF).
Hasta hoy la UIF, ha pasado a la báscula sólo a destacados miembros del PRIAN. Les ha ventilado ficticias «herencias de su mamá», exhibiéndolos como desvergonzados.
Ya es tiempo de visitar las fortunas -muchas inexplicables- de los honorables miembros de la IV T, que juran y perjuran no mienten, no roban y no traicionan.
El caso da para la equidad de género, en el combate al lavado de dinero.