Rutinas y quimeras
Clara García Sáenz

Entre tantas lecturas académicas me he ido alejando poco a poco de mi hábito juvenil
de leer obras literarias, ahora solo lo hago esporádicamente, cuando hay vacaciones,
cuando la carga laboral disminuye, pero también cuando una obra literaria me atrapa
y no me suelta. Creo que con los años me he vuelto selectiva, muy selectiva y
difícilmente encuentro historias literarias que me arrebatan en las primeras líneas,
capaces de cautivarme hasta hacer que deje todo a cambio de terminar el texto.
También confieso que poco leo a los contemporáneos, durante años me bebí a
los clásicos y siempre desconfié de los autores o las obras de moda, así que
conforme fue pasando el tiempo, poco a poco, me fui alejando de los escritores vivos
y sus libros publicitados.
Pero hace algunos días mi querido amigo Alfredo Marko, hablando de la
estructura de una novela mostró diversos ejemplos de cómo se puede construir una
historia, entre los libros que traía en su mochila mostró “La mano de la buena fortuna”,
de Goran Petrovic, mientras él continuaba hablando, empecé a hojear el libro y algo
me atrapó que al terminar la charla quise regresarle el libro y sin que yo se lo pidiera
me dijo “llévatelo, luego me lo regresas”.
Confieso que en cuanto salí de ahí me puse a leerlo con ese ímpetu
desaforado de interrumpir todo lo importante para leer la novela, una fuerza interior
que hace mucho tiempo no tenía para leer la mayor cantidad de páginas en una
sentada. Es una novela que habla de lectores, libros, escritores, la vida real, la historia
y la fantasía, es un homenaje a la literatura, al lector solitario, al escritor
incomprendido; una crítica mordaz a lo fútil, a las apariencias; desnuda la crueldad
humana, la maldad y la avaricia.
Habla de la vida que existe dentro de las obras literarias “el tiempo dentro del
tiempo”, de todo lo que puede suceder durante la lectura de un libro, el lector como
ser que trasciende a otra dimensión y puede ver y disfrutar todos los mundos posibles,

los que solo son existen para quienes se entregan con devoción a la lectura y
permiten ser succionados por ella.
La premisa del libro consiste en mostrar que hay una dimensión literaria donde
los lectores pueden encontrarse unos con otros sin importar el tiempo o el lugar,
siempre y cuando lean el mismo libro. Un lugar solo para quienes en libertad se
entregan a la lectura (no por pose o por obligación) es un espacio reservado para el
auténtico lector, ese que en el momento de la lectura solo le es fiel a la historia que
está leyendo.
El lector, por lo tanto, vive en mundos paralelos, el real y el literario, donde
puede viajar, conocer lugares, personas, culturas, desbordando su experiencia entre
más se entregue a la historia. Además de plantear la posibilidad de que cuando esos
mundos ya no le satisfacen puede construir los propios a partir de su escritura. Se
podría afirmar que el personaje principal de la historia es Adam Lozanic estudiante de
filosofía y que trabaja como corrector en una revista a quien se le encarga corregir un
libro “Mi legado”, el problema radica que el cliente que le hace este pedido no es el
autor de la obra y ésta ya había sido publicado muchos años atrás.
A partir de aquí se van presentado diversos personajes que han leído el libro y
que de alguna u otra forma están relacionados con el autor, Anastas Branica quien fue
encontrado muerto después de haberse publicado la crítica de su libro, donde se
señalaba que carecía de importancia pues era una historia que no tenía personajes.
Paralelamente se va desplegando poco a poco la historia política de Belgrado a través
de la tragedia que envuelve a los lectores de su obra, desde la Gran Guerra hasta ya
entrada la década de los 80.
La maestría con la que Goran Petrovic conduce la historia radica en mostrar
que toda la crueldad que puede existir en este mundo es soportable cuando los libros
están presentes en nuestras vidas, cuando el gusto por la lectura nos hace trascender
y nos hace escapar; muestra con genialidad la belleza que significa conservar las
bibliotecas, amar los libros y escribir para nosotros aunque los críticos no nos
comprendan, porque siempre habrá quienes nos lean y se recreen en las historias que
para el resto de los mortales son incomprensibles. Así, no es Adam Lozanic, ni

Anastas Branica los personajes principales de la novela, es sin duda el libro y los
lectores.
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