«Él se hizo conmigo. Trabajamos muy bien juntos. Era joven, preparado,
y eso lo ha llevado hasta donde está. Pero Madero necesita más…
necesita gestión, visión, inversión”: González Galván

Por Agustín Peña Cruz
Ciudad Madero, Tamps. – Bajo el sofocante sol de junio después de las reciente lluvias y
en medio del discurso de reconciliación política que suele vestir los actos públicos, una
grieta se ha abierto con discreción entre dos figuras emblemáticas de la vida política de
Ciudad Madero: José Guadalupe González Galván, exalcalde (2005-2007), y Erasmo
González Robledo, actual presidente municipal (2024-2027), quien alguna vez fue
considerado su discípulo político.
La relación entre ambos, tejida hace casi dos décadas, se ha erosionado de forma sutil,
pero significativa. González Galván, quien gobernó bajo las siglas del otrora dominante
Partido Revolucionario Institucional (PRI), fue pieza clave en el ascenso de Erasmo
González, entonces un joven contralor municipal con futuro prometedor. Hoy, desde el
Partido del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), Erasmo González lidera
Madero en un contexto de cambio político, pero también de cuestionamientos sobre
memoria, reconocimiento y gratitud.
“No he sido invitado a los eventos conmemorativos, y eso me duele”, expresó González
Galván en entrevista. “Aquí habemos diez exalcaldes y no veo que invite a nadie”, señaló
con serenidad, aunque su tono revelaba una mezcla de decepción y estoicismo. Para el
exedil, más allá del olvido protocolario, lo que pesa es el desdén hacia una historia común:
“Él se hizo conmigo. Trabajamos muy bien juntos. Era joven, preparado, y eso lo ha llevado
hasta donde está. Pero Madero necesita más… necesita gestión, visión, inversión”.
La crítica, sin embargo, no sonó como rencor, sino como advertencia de quien conoce las
entrañas del poder municipal. “A Madero le falta todo”, sentenció, tras enumerar ejemplos
de gestión activa durante su administración: la llegada de Soriana, la instalación de
Walmart, y la generación récord de empleo que —según recuerda— superó a municipios
como Altamira y Reynosa.
Del otro lado, Erasmo González Robledo respondió con cautela. En entrevista breve y
visiblemente incómodo ante el cuestionamiento, el alcalde aseguró que sí han estado
presentes expresidentes municipales en eventos anteriores y que “en cualquier momento
pueden participar”. Sin embargo, ante la insistencia sobre si González Galván ha sido
convocado, optó por el silencio, cerró los ojos y omitió respuesta.

Ese gesto —pequeño, pero elocuente— deja entrever lo que en la política local no se dice,
pero se siente: la historia compartida pesa, y el olvido también. “Un alcalde depende de su
equipo, y si ese equipo tiene visión, se pueden lograr muchas cosas”, remató González
Galván, quien insiste en la necesidad de atraer inversionistas y facilitar condiciones para el
desarrollo de Miramar y otras zonas importantes para detonar la economía más que el
turismo.
Para algunos observadores políticos de la zona sur, este desencuentro silencioso es más
que una diferencia de formas. Es reflejo de una transición generacional donde el
pragmatismo ha desplazado al respeto institucional, y donde las raíces partidistas ya no
aseguran fidelidad política ni reconocimiento.
Mientras Madero busca consolidar su lugar como un polo turístico e industrial del sur de
Tamaulipas, la historia entre Erasmo y su padrino político deja una lección incómoda: en la
política, como en la vida, la memoria es frágil, pero el olvido tiene consecuencias.