Ante las evidencias fraudulentas de la elección judicial no se puede argumentar nada, por lo que todas las declaraciones en contra la Misión de Observadores de la Organización de Estados Americanos (OEA), que encabezó el excanciller de Chile, Heraldo Muñoz Valenzuela, sólo buscan engañar o confundir a la ciudadanía que desde un principio no estuvo de acuerdo con la elección judicial porque sabe, bien que sabe, que se trató de una venganza del expresidente López Obrador, como se puede constatar en el hecho de que sólo el 13% del padrón electoral participó en la contienda del pasado domingo 1° de junio.

         La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo pierde credibilidad al descalificar el informe preliminar de la Misión de Observadores de la OEA sobre la elección judicial porque fue evidente de que la reforma se hizo mal por las prisas de los legisladores morenistas para cumplir el capricho de López Obrador, pero además demuestra que no está bien asesorada cuando afirma que no está dentro de sus funciones “dar recomendaciones” de cómo un país debe decidir renovar o integrar su Poder Judicial.

         Y sobre todo cuando el excanciller Muñoz Valenzuela señala claramente que la elección judicial fue sumamente compleja y polarizante, cuya declaración refleja la realidad que se vivió durante esté inédito proceso electoral que todavía no concluye precisamente porque se ha requerido de mucho tiempo y esfuerzo por parte de los funcionarios del Instituto Nacional Electoral (INE) y del Instituto Electoral de Tamaulipas (Ietam) para contabilizar los votos.

         Tan compleja fue la elección judicial que los morenistas tuvieron que recurrir a los famosos “acordeones o guías” para que sus seguidores pudieran emitir sus votos a favor de las candidatas y de los candidatos que deseaban fueran electos, incluso gentes con un alto nivel de preparación hicieron uso de este recurso fraudulento, como fue el caso del esposo de la presidenta Sheinbaum Pardo, Jesús María Tarriba Unger, quien fue sorprendido usando su celular como acordeón durante la elección judicial, desatando críticas y burlas en redes sociales y medios de comunicación.

         Entre las conclusiones de la Misión de Observadores de la OEA que seguramente no le gustó a la presidente Sheinbaum Pardo se encuentra aquella que dice: “no hay garantías de que quienes resulten electas o electos tengan la solvencia técnica, la idoneidad y la capacidades específicas para desempeñar los cargos que asumirán”, como es el caso del virtual nuevo presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Hugo Aguilar Ortiz, quien nunca ha litigado, ni ha trabajado en un juzgado ni mucho menos ha desempeñado algún cargo en el Poder Judicial de la Federación (PJF).

         Si bien es cierto que el abogado mixteco se ha distinguido por defender a los indígenas oaxaqueños, no se puede dejar de soslayar que también ayudo a López Obrador a que obras tan controvertidas, como el Tren Maya, fueran aceptadas por comunidades ancestrales, como es el caso de tzeltales y tzotziles, entre otras a pesar de la destrucción de la selva lacandona.

         El virtual mandamás de la SCJN no conoce nada de la constitución, ya que para tratar de distinguirse se le ocurrió decir que no usará la tradicional toga con que se visten jueces, magistrados y ministros, sino que utilizará una guayabera para hacerle honor a su principal mentor.

         En otro tema, no cabe duda de que Andrés Manuel López Beltrán quiere desviar la atención del rotundo fracaso electoral que tuvo en las elecciones de Durango, puesto que salió con el cuento de que ya no quiere que se le nombre “Andy”, como se le conoce popularmente porque demerita el legado que le dejó su padre López Obrador.

         El actual secretario de organización del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) de Morena, debería primero decirles a sus cuates que ya no le digan “Andy” y luego exigir a los medios de información que ya no utilicen este sobrenombre para dirigirse a él, pero seguramente resultará inútil porque todos lo conocen así y seguirán nombrándolo así.

         Entre sus cuates se encuentra el coordinador de la bancada de Morena en la Cámara de Diputados, Ricardo Monreal Ávila, quien francamente hizo el ridículo por tratar de complacer a “Andy”, puesto que aseguró que es víctima de violencia política vicaria y pidió que en el futuro se le nombre Andrés Manuel, como su padre López Obrador.

         Y en lugar de lograr su objetivo, el diputado Monreal Ávila fue criticado por organizaciones feministas, cuyas dirigentes le aclararon que la violencia vicaria se refiere al daño emocional o psicológico que infligen a hijas e hijos de madres que sufren violencia familiar.

         Lo exhortaron a que no confunda la situación por querer quedar bien con el hijo de López Obrador, pero la violencia vicaria la sufren los menores de madres víctimas de violencia familiar y no aquellos perdedores que buscan culpar a otros de sus fracasos electorales.

         Por último, el senador Gerardo Fernández Noroña se quedó como las “novias de pueblo”, vestido y alborotado porque el viernes pasado iba a ir a sus oficinas el embajador de Estados Unidos en México, Ronald Johnson, quien luego de ver que el morenista había presumido el encuentro en redes sociales, decidió cancelar el compromiso.

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