Golpe a golpe

Por Juan Sánchez Mendoza

Al margen del escrutinio sobre la votación, que realice el Instituto Electoral de Tamaulipas (Ietam), previo a sancionar en tiempo y forma los comicios, es pertinente hacer un ejercicio de reflexión para tratar de identificar qué elementos inhibieron la participación de, por lo menos, el 85 por ciento de ciudadanos en la jornada comicial.

Dije por lo menos. Y, estoy en lo correcto, pues en el listado nominal aparecen quienes tienen vigente su credencial de elector, pero en gran parte mostraron indolencia para acudir a las urnas.

Hablamos de más de dos millones de ciudadanos empadronados que se abstuvieron de participar.

En principio, se debe aceptar que, pese a todos los recursos legales y monetarios, de infraestructura y humanos, la autoridad electoral como los candidatos a juzgadores mostraron poco interés en alentar la asistencia ciudadana a las casillas.

Igual influyó el hecho de que los aspirantes desperdiciaran su tiempo, agrediendo a sus pares y se olvidaran que la lid electoral sólo se gana con votos. Y no en los tribunales, como ocurrió en otros tiempos.

Así quedó demostrado en los municipios más poblados de la entidad, que también son considerados los más importantes por su infraestructura y desarrollo económico; por su población politizada y la participación que otrora tuvieron en una jornada comicial.

La conclusión, entonces, es que en muchas de esas demarcaciones se optó porque las nuevas autoridades judiciales fueran avaladas por minorías y legitimadas por quienes integraron los consejos electorales municipales.

Ahora bien, si consideramos que el nuestro es un sistema partidista, donde cada órgano aspira alcanzar o conservar el poder como parte de un procedimiento democrático –en el cual mandan las mayorías–, nos encontramos ante una contradicción evidente, pues fueron los partidos de oposición quienes animaron la no participación, en lugar de alentar a los candidatos afines a ellos.

Es decir, somos un caso atípico, pues tendremos juzgadores surgidos de un proceso electoral transparente y plural, amparados en la ley, pero en varios casos carentes de fuerza moral y una real representatividad.

Una lectura que quizá mejor explica esto, es que la gran mayoría de los ciudadanos registrados en la lista nominal se abstuvieron de votar por estar en desacuerdo con las propuestas presentadas durante la etapa de campañas, ya que en las ofertas de los candidatos a juzgadores no vieron reflejado su interés de justicia sin dobleces.

Otra arista apunta en el sentido de que la base social ha perdido no sólo la confianza en las elecciones y en quienes las organizan, luego de innumerables decepciones.

El engaño, falta de seriedad, incongruencias y cinismo, son algunas actitudes y conductas que a ello abonaron.

¿Cómo podría haber sido de otra manera, si los principios, experiencia profesional y valores de los candidatos fueron desechados, para anteponer el vil, llano y salvaje pragmatismo que todo lo convirtió en acciones de compra-venta?

Por eso, hoy observamos el chiquero en que se enloda el escándalo post-electoral que, con pena y todo, mantienen algunos jefes partidistas y sus corifeos de prosapia.

Ejemplo de ellos se da en el Partido Acción Nacional (PAN), donde los dimes y diretes surgen cotidianamente con la intención de justificar lo que llaman un fracaso democrático ya que está muy visto que los nazis de huarache sólo hablan de democracia cuando los resultados le son favorables, pero cuando no, entonces, para ellos, hubo mano negra.

Un dato más: el propio proceso electoral quizá provocó la indolencia ciudadana, pues hubo medios de comunicación masiva, principalmente la televisión abierta, que hicieron de su noble tarea un monumento al amarillismo y a la desorientación ciudadana, porque quizá así convenía a los propios actores de la simulación democrática, que sólo reconocen el triunfo cuando ellos ganan y, cuando pierden, acusan que hubo fraude.

Otro de los aspectos insoslayables que generaron la abstención, fue el desconcierto ciudadano ante la desinformación que la autoridad electoral quiso corregir al cuarto para las doce del día ‘D’, hasta el grado de que sus mensajes poco impactaron entre el conglomerado.

Por ello, quienes abandonaron el barco antes de la jornada comicial, lo hicieron esgrimiendo justificaciones hasta eso creíbles, como el hecho de que los espacios de participación se limitaron para privilegiar la imposición y hasta el corporativismo, más que impulsar la participación democrática para entrar a una etapa moderna y de nuevo tipo.

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