Golpe a golpe

Por Juan Sánchez Mendoza

La elección democrática de juzgadores es, sin duda, una necesidad para el rescate de un sistema judicial putrefacto por la corrupción y otros cánceres. Pero el ensayo, aunque histórico, que hoy se hace, luce plagado de errores desde su inicio, por lo que asoma incertidumbre sobre su efectividad.

Esto, porque:

a) Las comisiones y comités de evaluación de aspirantes, elegidos por los tres poderes de la unión –en lo que toca al tema federal–, descuidaron, por negligencia o torpeza, indagar a profundidad sobre la trayectoria de los postulantes y su relación con grupos fácticos.

De ahí que se hayan ‘colado’ candidatos que los representan, como lo ha reconocido la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo.

b) La falta de información adecuada, precisa y entendible con lenguaje llano, por parte del Instituto Nacional Electoral (INE), para que el electorado estimado en 100 millones 537 mil 828 ciudadanos se enteraran del por qué y para qué se lleva a cabo esta contienda.

A ello obedece, precisamente, el desinterés por este proceso.

c) La negligencia de los candidatos para hacer campaña territorial bajo la argucia de que el INE les prohibió eventos masivos.

Pero no el uso de redes sociales, que éstos igual han desatendido.

Y, lo peor:

d) El desaseo que se advierte, por parte del oficialismo y los llamados poderes fácticos en desacreditar a los oponentes a sus candidatos propios; y la respuesta de éstos para que el conglomerado evite acudir a las urnas o, en su defecto emitan sus votos contra los recomendados, atendiendo los ‘acordeones’ que ya han empezado a circular de forma profusa tanto en los corporativos como entre las estructuras oficialistas.

Lo mismo ocurre en las entidades de la República Mexicana en que se elegirán magistrados y jueces.

A los candidatos les restan menos de 48 horas de proselitismo abierto. Insuficientes para remontar el tiempo que desperdiciaron durante 58 días.

Algunos por negligencia; otros por atender el viejo apotegma de ‘quien se mueve no sale en la foto’ y los menos enfrascándose en dimes y diretes con periodistas que han osado escudriñar en sus relaciones con grupos de la delincuencia organizada.

Lo cierto es que al cuarto para las doce todos y cada uno de los miles de aspirantes a juzgadores le están echando toda la carne al asador.

Basta abrir las redes sociales que nos aturden con sus mensajes y su fotografía replicados por miles de ‘bots’ pidiendo el voto en su favor.

Así actúan, simplonamente.

Y eso, precisamente, ahuyenta la participación ciudadana.

Según la presidenta del INE, Guadalupe Taddei Zavala, entre el 8 y el 15 por ciento del listado nominal acudiría a las urnas; y Luis Carlos Ugalde Ramírez, quien otrora presidiera el organismo, estima que lo haría un 10%, mientras la jefa del Ejecutivo federal, Claudia Sheinbaum Pardo, ha dicho que hasta con un cinco por ciento bastaría para legitimar la elección, pues este proceso es inédito e histórico en el país.

Otros actores que supuestamente cuentan con información precisa en relación a la contienda, coinciden en que la participación ciudadana estaría ubicándose en un diez por ciento.

En fin, son simplemente pronósticos.

Fatales, todos ellos, debe reconocerse.

Y es que, en una auténtica democracia, cuenta el voto de todos y cada uno de los ciudadanos en edad de sufragar.

Bajo este entendido, ¿los ganadores serían legitimados por minorías?

Desde luego, que sí.

Pero acudirían a los cargos judiciales harto cuestionados.

Como fuere, la ley los ampararía en su función.

No obstante, surgen otras preguntas:

1) ¿Su actuación como juzgadores sería imparcial, o les cobrarían las afrentas a sus detractores?

2) ¿Se conducirían con imparcialidad, o por instrucción y/o venganza, tratándose de asuntos políticos judicializados?

En fin, eso es harina de otro costal.

Respecto a desaseo electoral en este proceso, hay varios puntos que la autoridad debe aclarar:

1) ¿Por qué, al detectarse candidaturas relacionadas con delincuentes éstas no se cancelaron?;

2) Si el proceso está ajeno a partidos políticos, ¿cómo se permite que haya candidatos que refieran ataques de los conservadores, para ensuciar su imagen?; y

3) Entonces, ¿dónde está la diferencia con una elección entre partidos en la que juegan liberales, conservadores y uno que otro saltimbanqui?

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