Por Luis Enrique Arreola Vidal.

Dámaso Anaya y su obsesión por el poder, Ismael Quintanilla y su manual de sobrevivencia en el lodo, y una universidad convertida en alfombra roja para las ambiciones más rancias.

La UAT ya no educa: ahora encubre, negocia… y gira.

Abogados generales de quita y pon: ¿estabilidad o encubrimiento?

Cuatro abogados generales en menos de un año.

¿La UAT o la fila de aspirantes al despido exprés?

La Universidad Autónoma de Tamaulipas no vive una etapa académica.

El Vive una telenovela con guion de House of Cards, dirección de Juan Osorio y soundtrack de Familia con Chabelo.

Y al centro de este sainete tragicómico, el rector Dámaso Anaya, quien decidió que el cargo de abogado general no es un pilar institucional, sino un billete de cambio, una ficha de trueque político.

Porque sí, estimado lector, en la UAT ya no se nombra por méritos, se selecciona por conveniencia.

Y vaya que convenía traer a Ismael Quintanilla Acosta, exprocurador del sexenio de Egidio Torre Cantú, el mismo en el que desaparecieron millones del IPSET con la misma facilidad con la que desaparecen expedientes en los juzgados tamaulipecos.

¿Coincidencia? Por favor. Aquí no hay casualidades, sólo estrategias mal disfrazadas.

Del rector al aspirante: El salto de la toga a la banda gubernamental.

Dámaso no quiere ser rector.
Quiere ser gobernador.
Y no del campus.

El primo incómodo del gobernador Américo Villarreal Anaya ya dejó claro que su prioridad no es la comunidad universitaria, sino sus aspiraciones personales.

Mientras la UAT tambalea entre escándalos, nepotismo, desfalcos y tala de árboles centenarios, Dámaso se sienta en el trono del Centro de Gestión del Conocimiento soñando con el Palacio de Gobierno.

Pero hay un pequeño problema: para tratar de llegar, ha tenido que hacer alianzas.

No con académicos. No con científicos. No con estudiantes.

Con políticos.

Y no precisamente del equipo de Américo.

Ha tejido acuerdos en la oscuridad con los mismos grupos que el gobernador combate a la luz del día.

¿Traición? ¿Deslealtad? Llámelo como quiera, pero a eso en cualquier parte se le llama puñalada trapera.

Mientras Américo le confió la rectoría como un acto de cercanía familiar, Dámaso convirtió la universidad en un trampolín político, con más trampas que brincos.

Ismael Quintanilla: ¿El nuevo operador o el viejo encubridor?

Y ahí entra Quintanilla. No por su currículum, sino por su colmillo.

Quien fue el abogado del silencio en los tiempos de Egidio, llega a la UAT con una misión que huele más a blindaje que a legalidad.

Es el cuarto abogado general en desfilar en lo que va del año.

Uno por trimestre, como si la rectoría tuviera un calendario de rotación legal como si fueran llantas de tráiler.

¿Por qué tanto cambio?

¿Por qué nadie dura?

¿Qué están ocultando?

Si alguien entra y sale tan rápido de un cargo clave, no es porque el aire acondicionado esté muy frío.

Es porque algo arde. Y eso que arde podría llamarse desvíos, tráfico de influencias, simulación administrativa o simple y llana corrupción.

El gráfico de la ignominia.

Si hiciéramos un gráfico con la rotación de abogados generales en la UAT entre mayo de 2024 y mayo de 2025, parecería el electrocardiograma de un paciente en paro cardíaco con intentos de reanimación desesperados.

Uno en mayo. Otro en agosto. El siguiente en noviembre. Y ahora en mayo, llega Quintanilla.

Cada uno dura menos que un TikTok viral.

La gráfica no miente: la UAT no está en transición; está en crisis. Y no educativa, sino moral.

¿Y la Fiscalía? Bien, gracias.

La Fiscalía General de Justicia de Tamaulipas ya debería estar investigando este fenómeno paranormal de rotación jurídica.

Pero como siempre, el ministerio público prefiere mirar hacia otro lado… o hacia la siguiente candidatura.

Porque si escarban, podrían encontrar mucho más que papeles mal archivados.

Podrían toparse con nombres, firmas, contratos… y tal vez, los cimientos de una candidatura financiada desde los sótanos de la UAT.

En resumen:

•   Dámaso quiere ser gobernador, no rector.

•   Ismael Quintanilla llega no para ordenar, sino para sellar.

•   La UAT se convirtió en una casa de cambio político.

•   La comunidad universitaria ha sido relegada a espectadora de una tragicomedia.

•   El gobernador Américo Villarreal debería voltear a ver la traición que se gesta en su propio apellido.

Conclusión: Un llamado al gobernador y a la conciencia.

La UAT no necesita más abogados generales; necesita una auditoría general.

No requiere operadores políticos; necesita defensores de la verdad.

Y si el gobernador Américo Villarreal aún cree en su promesa de erradicar la corrupción, tiene que mirar a la UAT no como un feudo intocable, sino como el epicentro de una traición política en curso.

Porque si no se actúa ahora, la UAT no será cuna de líderes del mañana, sino cementerio de impunidades del pasado.

¿Hasta cuándo girará el carrusel?

¿Hasta que se rompa?

Quizás, cuando la sociedad lo detenga.

O cuando, finalmente, el rector baje… porque se bajó con la gubernatura en la cabeza y la comunidad estudiantil en los pies.

Pero cuidado, Dámaso:
los que traicionan para subir, suelen ser traicionados cuando bajan.