Por Luis Enrique Arreola Vidal.
¡Tamaulipecos, despierten, que la cosa está que arde!
La Universidad Autónoma de Tamaulipas (UAT), nuestro orgullo educativo, está en modo liquidación total.
Pero no se equivoquen: no es una rebaja de útiles escolares ni un “todo debe irse” estudiantil.
Hablamos de despidos masivos, venta de patrimonio público y un saqueo presupuestal disfrazado de modernización.
La UAT, la universidad pública más cara de México, está siendo desmantelada, y aquí les cuento cómo y por qué.
Dámaso, con D de despido El rector Dámaso Anaya, autoproclamado transformador, estrenó un plan de austeridad con sello de Morena… pero con el estilo de Ricardo Salinas Pliego: “despide primero, piensa después”.
Su fórmula es tan simple como cruel:
• Corta plazas como si fueran boletos de rifa.
• Liquida contratos de décadas en 15 minutos.
• Vende hasta los fierros de la historia universitaria.
Con 15,700 trabajadores para 38,000 alumnos —una proporción de un trabajador por cada 2.5 estudiantes, la más alta del país—, la UAT arrastra una nómina inflada que ahora paga el precio de la ineficiencia administrativa.
Mientras, los altos mandos siguen intocables: sus sueldos intactos, sus camionetas blindadas rodando, y el avión privado de la UAT —sí, ese que usaron para ir de compras a McAllen en el Black Friday— listo para despegar… por si alguien olvida la pasta de dientes en Tampico.
Austeridad, pero con papel de baño… de oro.
¡¡¡La universidad más cara de México!!!
La UAT no solo es un desastre administrativo, sino un lujo que los tamaulipecos no deberían pagar.
Con cuotas de 2,500 a 5,000 pesos por semestre (5,000-10,000 pesos anuales), es la universidad pública más cara del país. Comparemos:
• UNAM: ~360,000 estudiantes, ~25 pesos al año, un trabajador por cada 10 alumnos.
• UAM: ~60,000 estudiantes, ~800 pesos anuales, un trabajador por cada 10 alumnos.
• UDG: ~280,000 estudiantes, 2,000-4,000 pesos anuales, un trabajador por cada 8 alumnos.
• BUAP: ~100,000 estudiantes, ~2,000 pesos anuales, un trabajador por cada 8 alumnos.
• UANL: ~200,000 estudiantes, ~3,000 pesos anuales, un trabajador por cada 10 alumnos.
La UAT, con sus costos exorbitantes y una proporción de trabajadores insostenible, impone una carga financiera absurda a estudiantes de una región de ingresos modestos.
Y mientras los baños tienen dispensadores vacíos, los contratos de limpieza están llenos… de sobreprecios.
El kilo de hojas blancas cuesta más que carne angus, los proyectos de infraestructura valen el triple y entregan la mitad, y hasta las plumas Bic llegan a precio Montblanc.
¿Quién fiscaliza esto? Nadie. La Contraloría interna está más ocupada justificando licitaciones “por invitación restringida” que revisando quién se embolsa los márgenes inflados.
¡¡El barco del conocimiento, ahora chatarra!!!
La UAT tiene un buque científico, el UAT-1 Cidiport, donado por la Marina para investigación oceanográfica.
¿Y ahora? Lo están vendiendo como fierro viejo por 37 millones de pesos. ¿Qué sigue? ¿Rematar los laboratorios en Facebook Marketplace?
Este no es un caso aislado. El exrector Guillermo Mendoza dejó un desfalco de entre 180 y 500 millones de pesos, según rumores.
¿Se investigó? No. ¿Se fincaron responsabilidades? Menos. Ahora, el boquete se tapa con despidos y venta de activos, mientras cada adquisición —desde papel higiénico hasta cemento— llega con tres ceros de más.
Corrupción estructural: la letra chica del contrato.
La UAT no es una empresa quebrada; es un patrimonio educativo usado como caja chica electoral y campo de saqueo académico.
Sus 38,000 estudiantes merecen laboratorios funcionales, no aulas vacías.
Sus 15,700 trabajadores merecen respeto, no liquidaciones express.
Y los tamaulipecos merecen una universidad que no les cobre como si fuera Harvard, mientras los recursos se esfuman en privilegios administrativos.
Esto no es modernización; es desmantelamiento con alma de bazar.
¿Que debemos de exigir los Tamaulipecos?
1.- Comparecencia inmediata del rector Dámaso Anaya ante el Congreso del Estado.
2.- Suspensión de los despidos masivos que castigan a los trabajadores de base.
3.- Auditoría externa y pública a los 444 millones “etiquetados” para infraestructura.
4.- Cancelación inmediata de la venta del buque UAT-1.
5.- Revisión urgente del uso del avión institucional y vehículos oficiales.
6.- Investigación penal del desfalco financiero dejado por Guillermo Mendoza o la declaración pública de que NO lo hubo.
La UAT no se vende, se defiende Si el rector quiere jugar a empresario, que lo haga en una empresa, no con la educación pública, no con los sueños de miles de jóvenes, no con los impuestos de Tamaulipas.
La UAT no es un montón de siglas vacías; es el futuro de nuestra gente.
Mientras los laboratorios colapsan, los sueldos desaparecen y el barco se vende por kilo, Dámaso sonríe.
Pero el saqueo no se aplaude. Se denuncia.
Tamaulipecos, la UAT es nuestra.
¡¡¡Defendámosla!!!