Por Luis Enrique Arreola Vidal.

Conozco al Dr. Américo Villarreal Anaya desde hace más de treinta años. No porque coincidimos en actos políticos, sino porque fui testigo presencial de su vocación más profunda: la medicina.

Durante años lo vi llegar al Hospital General de Ciudad Victoria antes de las seis de la mañana, enfundado en su bata blanca, para atender con esmero y paciencia a cada uno de sus pacientes de cardiología.

No había reflectores. No había discursos. Solo había un hombre entregado al servicio. Un hombre bueno.

Pero ser buen médico no basta para ser buen político. Y ser un buen hombre, en la política mexicana, puede ser incluso una desventaja.

Cuando en 2018 Américo decidió incursionar en la política, lo hizo sin malicia, sin cálculo, sin conocimiento del pantano que lo esperaba.

No conocía los pactos subterráneos, ni las estructuras paralelas, ni la podredumbre incrustada en los cimientos del poder en Tamaulipas.

Lo postularon porque era limpio. Pero lo rodearon porque era vulnerable. Y esa vulnerabilidad fue aprovechada por quienes llevan décadas lucrando con el Estado.

EL EFECTO AMLO Y LA APARICIÓN DEL CÍRCULO MORADO.

La debacle del PRI, tras las reformas estructurales y el peaje de gobernaturas entregadas a cambio de votos legislativos, dejó el camino libre para el ascenso de Andrés Manuel López Obrador.

En Tamaulipas, Morena era una anécdota, una aspiración sin músculo: Guadalupe Covarrubias, pionera del movimiento, apenas logró el 5% en su candidatura de 2015.

Pero la ola AMLO arrastró a muchos —entre ellos, Américo Villarreal— hasta la cresta del poder.

Llegó al Senado con la estampa de hombre decente. Pero pronto fue rodeado por figuras con experiencia no en el servicio público, sino en el saqueo público.

Gente como Gerardo Illoldi Reyes, el actual Secretario del Trabajo, denunciado ante la Fiscalía Anticorrupción por enriquecimiento ilícito y venta de plazas. El mismo que el 14 de mayo tuvo que huir de un restaurante en pleno centro de Ciudad Victoria al ser encarado por una de sus víctimas. ¿Y qué hizo el gobierno estatal? Absolutamente nada. Sigue en el cargo.

También hay en su gabinete personajes cesados en otros estados por extorsión, responsables de detenciones irregulares como la de José Luis Aranza Aguilar, delegado del IMSS, quien reapareció semanas después como si todo hubiera sido un malentendido.

¿Fue una trampa? ¿Una torpeza? ¿Una maniobra para deshacerse de alguien incómodo? Lo cierto es que no hay una verdad clara, ni un solo responsable sancionado.

UN GABINETE QUE NO ES SUYO.

El gabinete de Américo no es producto de su voluntad ni de su visión.

Es resultado de pactos ajenos, cuotas pagadas y favores cobrados. Muchos de los que hoy lo rodean llegaron como inversionistas: compraron su lugar con promesas de retorno, y hoy cosechan contratos, privilegios y canonjías.

La corrupción no solo volvió: ahora lleva saco guinda, gafete oficial y sonrisa hipócrita.

Américo ha intentado tomar el control, poco a poco. Pero las salidas de ciertos funcionarios no son producto de una estrategia, sino de una presión social insoportable.

Las decisiones, en muchos casos, no se toman en Casa de Gobierno. Se negocian en cafés, en pasillos oscuros, en chats cerrados.

LA VISA Y LA MENTIRA.

Cuando el gobernador afirma que no ha sido notificado de la revocación de su visa estadounidense. ¡¡¡dice la verdad!!!

La visa te la revocan al momento de intentar entrar. Y las razones son claras:

1.  Violaciones migratorias.
2.  Proveer información falsa.
3.  Relación con actividades ilegales.

La tercera es la más grave. Más de veinte políticos tamaulipecos están bajo sospecha de agencias estadounidenses por vínculos con el huachicol, lavado de dinero y delincuencia organizada.

Américo puede no estar en esa lista.

Pero ¿cuántos de los que lo rodean sí lo están? ¿Cuántos “Genaros García Luna” despachan en Tamaulipas, protegidos por una investidura que no merecen?

CLAUDIA, LA JUSTICIA Y EL FANTASMA DEL NEPOTISMO.

Claudia Sheinbaum ha puesto el dedo en la llaga: el Poder Judicial está secuestrado por redes familiares.

No es solo un tema de “hermanos” o “primos”. Es un sistema entero de esposos, exesposas, concubinos, cuñados, yernos y suegros. Todos acomodados estratégicamente para proteger intereses, no para impartir justicia.

En una declaración del 3 de febrero de 2025, Sheinbaum lo resumió así: “No solo son hermanos o primos, sino también esposos, ex parejas y hasta amigos (cómplices) que se protegen como si fueran familia”.

Tamaulipas no es ajeno a este cáncer. Aquí el nepotismo no solo se tolera: se celebra.

Hay familias que tienen más poder que partidos. Y los cargos en el Gobierno de Tamaulipas y en los gobiernos locales, los cargos se heredan como si estuvieran en testamentos particulares.

Por eso la reforma contra el nepotismo que propone Sheinbaum no es un capricho.

Es una necesidad existencial para un país donde exista el estado de derecho, y el estado esté al servicio del pueblo y no de intereses y negocios personales.

LA SOLEDAD DEL BUEN HOMBRE.

Américo Villarreal dedicó su vida al cuidado del corazón de los tamaulipecos. Hoy, necesita tener el valor de extirpar el cáncer que lo rodea.

Su reputación, construida durante seis décadas de servicio médico, está en juego. Pero más aún: está en juego el futuro del estado.

Porque ser un buen hombre ya no es suficiente. Hoy, Tamaulipas necesita un hombre valiente.

Y si no limpia su gobierno de saqueadores, oportunistas y falsos leales…

Entonces pasará a la historia no como el gobernador que luchó contra la corrupción,
sino como el hombre bueno que permitió que los malos gobernaran por él.