Rutinas y quimeras
Clara García Sáenz

Con la alegría que provoca el viajar con mis alumnos llegamos al ejido Celaya,
municipio del Mante cerca de las 10 de la mañana para visitar su museo comunitario
cuya pieza estrella es el Señor del Inframundo, ahí nos esperaban Eunice y un grupo
de colaboradoras que son el alma de ese lugar. Previamente había hablado con ellas
para pedirles que hicieran venta comida porque llegaríamos directos de Ciudad Victoria
sin almorzar.
Este viaje que regularmente realizo con pocos alumnos como práctica de la
materia de Gestión y administración de museos, se convirtió este año en grupo de 42
pasajeros entre alumnos y maestros, al motivarse el resto de los integrantes de la
carrera de Historia y gestión del patrimonio cultural de la UAT para acompañarnos.
El museo de Celaya es muy pequeño, casi del tamaño de un salón de clase,
pero muy rico tanto en la importancia de las piezas como en la historia para su
preservación. Su creación se dio a razón del hallazgo en el 2006 del monolito del Señor
de la muerte o el Señor del inframundo o Ajactictamzenlab (como prefieren llamarle mis
alumnos) nombre en tenek del “dios del inframundo, regente del lugar donde las almas
viajan para llegar al descanso eterno”, mientras se barbechaba una parcela del ejido y
la rastra del tractor topó con la escultura de dos metros.
Tan impresionante descubrimiento motivó a la comunidad a buscarle un lugar
para resguardarlo, usando el salón del comisariado ejidal donde colocaron la pieza que

despertó el asombro, la admiración y la codicia de las autoridades municipales,
estatales y federales que de manera inmediata se acercaron a la comunidad para
reclamar la pieza y llevarla al museo del Mante. Los ejidatarios de Celaya se opusieron
y reclamaron la pieza como propia, herencia de sus ancestros, identidad de su tierra,
símbolo de su pasado.
Durante años, la tierra que cultivaban les arrojaba frecuentemente figurillas de
barro que algunos vendían, otros guardaban y otros más llevaban al museo del Mante,
pero este hallazgo tenía un mensaje, comprendieron la importancia de quienes
habitaron desde mucho tiempo atrás, los reconocieron como sus antepasados y se
organizaron para honrar su memoria y preservando lo sagrado. Así dieron la batalla,
contra todas las autoridades en defensa de su patrimonio arqueológico haciendo del
ejido un lugar obligado de visita para quienes tienen interés en conocer el pasado
prehispánico de la zona.
Aunque en varias ocasiones he visitado el museo, debo reconocer que en esta
ocasión me sorprendió el trabajo que han hecho para transformar el entorno y las
instalaciones. El abandono e indiferencia de los poderes federales, estatales y
municipales ante la defensa del saqueo, ha sido evidente, promesas de recursos para
la conservación y difusión han quedado en palabras; sin embargo, consiguieron a
través de un proyecto de Pacmyc recursos para elaborar unas vitrinas iluminadas y
otras herramientas que hacen que el espacio luzca.
Entre las piezas que se exhiben hay algunas que datan del 600 al 1500 d. c.
entre las que se encuentran vasijas de barro, metates, puntas de flecha, joyería,

conchas, caracoles, figurillas de Venus de la fertilidad, entre otras que acompañan la
pieza estrella del museo: Ajactictamzenlab, dios del inframundo.
Fuera del museo y en sus alrededores hay 20 murales realizados por diferentes
artistas y temáticas que le dan a Celaya un alegre colorido. El techo interior de su
quiosco embellece la plaza que es amplia, cuidada, limpia y grande. En los últimos
años han producido gran cantidad de cacahuate que aprovechan para la elaboración
de dulces artesanales como palanquetas, mazapanes y salsas de primera calidad.
Todas estas acciones dan cuenta de lo que es capaz una comunidad
organizada, que se ha comprometido con la valoración de su patrimonio cultural a
pesar de la adversidad que enfrentan con autoridades que han prometido desde
construirles instalaciones modernas y funcionales para el museo hasta el
asesoramiento museístico, excavaciones en los cues que ya están identificados y el
acompañamiento profesional para el estudio los vestigios prehispánicos.
Regresando a nuestra visita en el museo, al llegar nos dividimos en tres grupos
para poder apreciar por turnos el interior de su sala. Así, mientras un grupo hacía el
recorrido con la explicación que amablemente dio el profesor, quien colabora con los
proyectos de la comunidad de Celaya, el resto nos dispusimos a disfrutar de los
tamales y tacos de harina que las señoras del comité del museo dispusieron para su
venta y aprovechamos para comprar palanquetas y mazapanes, platicando largamente
de todas las actividades que realiza la comunidad organizada a partir de la llegada de
Ajactictamzenlab, dios del inframundo.
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