LOS HECHOS
POR José Inés Figueroa Vitela
La historia del huachicol no ha sido precisamente un secreto y de cierto les digo, en
general, no ha tenido una constante.
Originalmente, el huachicol era lo que se conoce como las naftas, desperdicios de
combustibles que en Estados Unidos se usan, las más de las veces, para la limpieza de
maquinaria y se empezó a introducir a finales del siglo pasado a México, de
contrabando, para venderse en distribuidoras como gasolina.
Los registros más conocidos, que en su tiempo fueron boletinados por la entonces
Policía Judicial Federal, o la Procuraduría General de la República, correspondieron a
pipas del Grupo GOR, propiedad del suegro del exgobernador FRANCISCO JAVIER
“N” y padre del ahora Senador JOSÉ RAMÓN “JR” GÓMEZ LEAL.
Ese habría sido también el origen del apodo de “El Huachicolito” para el mentado
JR.
En los Tribunales de Texas, también está documentada la siguiente etapa de tráfico
internacional ilegal de hidrocarburos, con implicaciones de reconocidas empresas
radicadas en Tamaulipas, ya no díganos individuos.
De la introducción de naftas a nuestro país, se pasó a la exportación de crudo ilegal,
cuando detonó la explotación de la Cuenca de Burgos, donde el objetivo era el gas,
pero igual mucho petróleo natural salió, que no se canalizó a las refinerías del
monopolio gubernamental, PEMEX.
El caso más sonado fue el de la petroquímica alemana BASF, asentada en Altamira,
dentro de Tamaulipas, pero cuyas plantas en Texas fueron las que recibieron por buen
tiempo el crudo robado y contrabandeado de México, para sus procesos de producción
de derivados plásticos.
El más reciente “hallazgo” -la semana pasada- de las autoridades norteamericanas,
fue el de la confiscación de una flotilla de tractocamiones cisterna, cargados de
combustibles que igual serían introducidos a nuestro país de manera ilegal.
Igual como las naftas y el crudo, los combustibles han cruzado en ambos sentido de
la frontera por los puentes internacionales, desplazado por puertos y aeropuertos, por
más de dos décadas, sin que las autoridades de los dos países, hubieran aplicado las
sanciones y/o corregidos las “distracciones” evidenciadas.
Estos últimos fenómenos caminaron de la mano de otros contrabandos de gasolinas
y robo de los ductos y refinerías nacionales, que se dispararon conforme al avance de
este siglo.
Algo, en lo que igual grandes consorcios distribuidores, exfuncionarios del sector y
empresarios, dueños de consorcios distribuidores, aparecen en la larga lista de
sospechosos, para la opinión pública.
Entre las autoridades pareciera que el tema se ha visto de manera aislada, “de a
tanto por viaje”, por individuos inescrupulosos enquistados en la estructura
jurisdiccional.
Otros botón de muestra será el del caso del ex dirigente estatal perredista y actual
alcalde de Río Bravo, MIGUEL ÁNGEL ALMARAZ.
Fue de los pocos detenidos por tráfico ilegal de combustibles quien, tras un tiempo
en la cárcel regresó en la opulencia, a seguir con sus negocios, vendiendo gasolinas y
haciendo política, sin el menor rubor.
Esta semana inicia el proceso judicial en la corte de Texas para la familia JENSEN,
quienes aparecen como dueños de las pipas, el combustible y otras propiedades
asociadas al tráfico ilegal de combustibles entre México y Estados Unidos.
Las expectativas están dadas, respecto de eventuales repercusiones, producto de
complicidades con tamaulipecos.
Hasta ahora, lo único que se sabe es que uno de los JENSEN procesado, es vecino
en las inmediaciones del Cimarrón, en Mission, Texas, de las propiedades que el
exgobernador de triste memoria se compró a su nombre y de los integrantes de su
familia, igual, con dinero sucio.
Allende el Bravo, se cree que al final del día se aplicarán las multas y confiscarán
los bienes, para dejar en libertad a los responsables de continuar con sus negocios
torcidos.
Será diferente el sistema, pero en México tampoco ha pasado mayor cosa a lo largo
de tres décadas de huachicoleo, con el agravante de que, mientras en Estados Unidos
el manejo del aparato de justicia abona a sus economías, acá pasa todo lo contrario.
Veremos y diremos.