LOS HECHOS
POR José Inés Figueroa Vitela
Yo no salí de paseo esta semana santa.
De hecho, desde las infancias familiares, en la tradición, continuada, “los días
santos” nos inculcaron los mayores, son “días de guardar”.
En otras ocasiones, los días posteriores acostumbrábamos ir, en familia, a la playa
de La Pesca, a celebrar, ahora sí en la misma tradición cristiana, la fiestas pascuales,
para el caso, enriquecidas en la resurrección del Dios vivo hecho hombre, tras la
crucificción histórica.
Este año tampoco vamos a ir a la playa, después les platicaré por qué.
Pero el hecho que personalmente no acuda, no quiere decir que no esté al tanto de
lo que ha sucedido hasta ahora en el asueto de Semana Mayor y lo que se espera para
el cierre de este periodo vacacional.
El desarrollo de infraestructura y los dispositivos dispuestos por el gobierno estatal
en coordinación con autoridades municipales, con todo el apoyo de la federación, han
hecho las delicias de propios y extraños que han colmado los destinos tamaulipecos.
Como en La Pesca, en Miramar, la Barra del Tordo, la Laguna Madre y Playa
Badgad estuvieron más abarrotadas que siempre, así como ríos, lagunas y los bosques
de Ocampo y Gómez Farías, al menos, hasta contarse en millones las visitas y más las
derramas económicas.
Al que obra bien, le va bien… y al que obra mal, se le pudre la conciencia.
Genios para la maldad en la historia ha habido muchos, a todos los niveles, en
todos los pueblos.
No se necesita mayor cosa para serlo.
Con una ambición desmedida, una ausencia absoluta de escrúpulos y agarrarle el
gusto a hacerle daño al prójimo, es suficiente.
Son cosas que cualquiera puede hacer, pero no muchos se atreven a hacerlo, con la
más mínima condición humana que les embargue… porque hay que decirlo: las
crudas expresiones de la maldad son inhumanas.
De un tiempo acá, el ejemplo característico del mal tiene nombre y apellido por
estos rumbos, en la persona del exgobernador de triste memoria, prófugo de la justicia
y vengador sin causa, que no sea la de seguir causando perjuicios y generando
estropicios.
FRANCISCO JAVIER “N” vive, come y duerme, pensando en cómo y a quién
causar daño.
Usa los medios de comunicación tradicionales y los emergentes, para inventar notas
que lastimen a quienes ha escogido como enemigos, en forma gratuita.
Provoca encuentros, citas, fotos “espontáneas”, ahora que no puede entrar al país,
con personajes del sector público norteamericano, por donde trata de filtrar las
insidias, con las que piensa puede causar daño, ganar espacios o impunidades a su
larga lista de delitos.
En un primer momento, puede sorprender a alguien, pero más temprano que tarde,
invariablemente, ha quedado demostrada la falsedad de las escenas con las que trata
de entrampar a sus objetivos.
Así lo hace ahora, como antes lo realizó en el ejercicio del poder público estatal y
desde que, en mala hora se encaminó hacia el asalto del gobierno tamaulipeco, de lo
qué hay sobradas referencias de acceso público.
Solo la perversidad y nulidad de escrúpulos puede explicar la forma como en una
década pasó de la inopia a la opulencia, precisamente a partir de su incursión en la
política, con acceso a los presupuestos y otras mercaderías públicas, como la
tranquilidad de los tamaulipecos.
Para los neófitos, resulta muy extraño que el gobierno norteamericano no le haya
echado el guante y quitado sus capitales malhablados en México, siendo como es de
“quisquilloso” con esos temas.
Si hasta por el presunto desvío de recursos públicos de los gobiernos mexicanos ha
enjuiciado a no pocos exfuncionarios de acá.
Cómo es que en su caso, tratándose la mayor parte de sus haberes de hurtos y
extorsiones a grupos delincuenciales, hasta la suplantación de sus actividades por
agentes del Estado a su servicio, pude hacer salidas sorpresivas a tomarse fotos en
lugares públicos del vecino país, con plena libertad.
Ese es parte de su genio e ingenio, solo equiparable al tamaño de su vocación
delincuencial o proclividad al delito.
Nadie más se enorgullocería de él.