La Comuna
José Ángel Solorio Martínez
El caso del alcalde de Matamoros, Tamaulipas Beto Granados, es todo un caso.
Primero: gobierna una de las ciudades fronterizas de mayor importancia geopolítica de México y Latinoamérica –dice, Beto Deándar–.
Segundo: es fundamental para el desarrollo de la entidad; es decir, lo que ocurra en este lugar, incide para bien o para mal en todo el estado.
Tercero: es el centro de la actividad de uno de los grupos antisociales más poderosos mundialmente.
Cuarto: los medios nacionales, tienen en su lupa la ciudad y puerto, desde aquella épica guerra familiar -1950- de los Cárdenas y los hermanos del Fierro.
La mentecita de Granados es incapaz de procesar esa información.
Su mundo es el de la frivolidad; el de la superficialidad.
No le alcanza para comprender los perniciosos efectos que, con sus conductas sospechosas, le acarrea al gobernador Américo Villareal Anaya y de refilón a la presidenta Claudia Sheinbaum.
Para los observadores nacionales, dejó de ser trascendente que al presidente municipal de Matamoros le hayan quitado, o no, la visa.
Eso para ellos carece de importancia.
Lo destacable es que el jefe edilicio es de MORENA; y ello, les facilita municiones para consolidar su tesis del narcoestado mexicano.
Eso es lo grave.
Sin duda llegará a la Mañanera de la presidenta.
La lógica respuesta de Sheinbaum será impulsar lo procedente para deslindarse del jefe edilicio y distanciarlo de Villarreal Anaya: que se investigue.
No es la primera vez que intenta desmarcarse de los vínculos que lo caracterizan. Cuando fue detenido en Brownsville, Texas uno de sus amigos, lo negó; luego apareció material fotográfico que demostró su cercanía con el mundo oscuro de la frontera.
Hoy es lo mismo.
Rechaza que haya sucedido lo que sucedió.
Circula la especie, que los gringos recibieron mucha información de Granados; entre ella, una que prendió la alerta en los pasillos presidenciales: le puso el dedo al secretario de Educación, Mario Delgado.
Se especula que la candidatura a la alcaldía le costó medio centenar de millones de pesos que recibió –cuentan– alegremente, el entonces dirigente nacional de MORENA.
Al mismo tiempo, descobijó a otros actores políticos tamaulipecos.
Beto Granados dejó de ser útil.
Es ya un lastre para sus padrinos.
En el mejor de los escenarios hasta ahí llega su carrera política.
En el peor: podría enfrentar un futuro similar al de su paisano, Tomás Yarrington.
Su meteórica carrera en las áreas de gobierno, fue tan fugaz como los fenómenos naturales: asombran, pero no sorprenden.